Jueves, 12 de agosto de 2010 | Hoy
El lanzamiento de las bombas atómicas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaky en agosto de 1945 por parte del Estado norteamericano fue el colofón de la Segunda Guerra Mundial, y a su vez marca un hito en cuanto a los crecientes niveles de crueldad a que fue y sigue siendo sometida la población civil.
Por supuesto, no fue la última vez que se atacó de manera artera a poblaciones inermes con armas y sustancias letales. Vale recordar los sistemáticos operativos sobre Vietnam y Camboya durante la década del '60 con napalm y gases exfoliantes. Los bombardeos sobre escuelas y hospitales. Toda una maquinaria tecnológica de alto nivel de complejidad al servicio de la destrucción masiva.
Como afirma el filósofo francés Jean Luc Nancy, hacen del mundo un inmundo planeta, sembrado por un nihilismo afirmativo de una cultura exterminadora, usando como coartadas de aniquilación total, falacias ideológicas.
Hacer un genuino racconto de la brutalidad belicosa de las últimas centurias es una ardua tarea, por ello no debemos dejar de recordar estos acontecimientos luctuosos para la especie humana, pues forman parte de las bases fundamentales de sistemas políticos y sociales en expansión no siempre sutil.
Nuestras conciencias alertas, siempre alertas deben orientar una acción colectiva insumisa.
Carlos A. Solero
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