Miércoles, 25 de julio de 2012 | Hoy
La lectura resiste
A pesar de los diversos embates a veces explícitamente mediáticos y otras más soterrados, el hábito de la lectura persiste. La pregunta entre los que practicamos la enseñanza es si las nuevas generaciones desarrollan otras formas de lectura, inducidas por las nuevas tecnologías. Lo cierto es que los libros siguen siendo insustituibles como herramientas del aprendizaje, del desarrollo de la imaginación e instrumento de divulgación de ideas, teorías científicas, políticas, sociales, de la poesía y la prosa. La Biblioteca Argentina de Rosario cumple su primer Centenario y es posible que cada uno y cada una tengamos para contar múltiples anécdotas de nuestros pasos por allí. Recuerdo que con doce años frecuentábamos la sala infantil donde hojeábamos las revistas y qué maravillosa experiencia cuando decidimos cruzar las puertas vaivén de la sala de lectura, nos encontramos con una réplica enmarcada de la piedra Roseta y una escultura de una deidad egipcia. Nuestros ojos no terminaban de recorrer las hileras e hileras de estantes poblados de volúmenes. Borges escribió que él se imaginaba el paraíso bajo la especie de una biblioteca. Nosotros que no creemos en paraísos, no dejamos de conmovernos ante esa sala de lectura en la que pasamos gran parte de nuestra etapa juvenil universitaria. Además, aquella época era también la de nuestras primeras polémicas políticas e ideológicas, también las de la censura que llegó a las bibliotecas y librerías. Ciertos libros de ciertos autores eran inaccesibles por decisión de los hacedores de listas negras, eran los años de plomo de la dictadura militar, con miles de profesores y estudiantes perseguidos y excluidos de las aulas. La compra de los libros de autores como Bakunin, Marx, Paulo Freire, Eduardo Galeano, Mario Benedetti y muchos más era un acto de transgresión que supimos ejecutar con sumo placer desafiando los riesgos. La Biblioteca Argentina cumple un siglo y nosotros ya pasamos la mitad, pero seguimos empecinados en decir que los libros son quizás una de las grandes invenciones de nuestra especie. Elementos capaces de despertar inquietudes y potenciarlas, de conmover a multitudes aun en esta etapa de alineación y vaciamiento reinante y de motorizar múltiples proyectos de bibliotecas barriales como las que nacen cada día en esta ciudad junto al río marrón.
Carlos A. Solero
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