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Viernes, 18 de octubre de 2013

CORREO

Correo

Año 1945

Un 17 de Octubre. No existían los celulares, la televisión no había llegado al país, y menos aún las redes sociales. Ningún medio comunicacional hizo propagandas ni convocatorias. Los enemigos eran muchos y poderosos. Sin embargo la plaza de Mayo se colmó de un popular gentío innumerable que inevitablemente tenía una proclama unísona, única, fuera de lo que todo interés inescrupuloso y especulativo pueda abarcar. El grito de un Pueblo personificado que exigía la libertad de un entonces Coronel castigado por su nato y heroico apego a la clase trabajadora se hizo sentir a los cuatro vientos, no hubo chance para negociar nada. ¡La consigna era clara! La definición por excelencia del término: "autoconvocatoria" o "espontaneidad" (sin "realitys" mediante).

La lealtad fue el más legítimo homenaje que mereció el hasta allí ausente protagonista de la jornada. La misma lealtad fue la que dio origen a lo que, sin imaginarlo, ha significado una nueva etapa para el país, la creación de un movimiento tras-generacional que se inmortaliza a cada instante, en los corazones, en todas las anécdotas y mitos que tornan en derredor del fenómeno contemporáneo más grande de Latinoamérica. Y precisamente es tan colosal que sin nombrarlo todos sabemos a qué se hace mención.

Una realidad que ha sido capaz de despertar tanto amor como odio, pasión pura en ambos casos, algo que ha dado, da y dará que hablar, y sobre todo ¡sentir! Un relato cargado de verdades y fantasías que las nuevas generaciones orgullosamente heredan y se hacen parte, pues nadie puede escapar de él, lo acata o no, pero impostergablemente toma partido, no existe aquí lo neutral, no hay quien no tenga una posición tomada al respecto. Desde el más fervoroso militante del emblemático movimiento eterno hasta el más déspota adversario que ha querido, sin suerte, enterrarlo en el olvido. Un gigante colectivo invisible que ha sido incluso capaz de sobrevivir por décadas magnificándose aún desde el propio argumento de quienes lo habían proscripto y que inexorablemente lo mantuvieron vivo, lo alimentaron, como también a cada alma valiente que desde su espacio bregó por él. Desde la minúscula, pero viva, parte que me siento del inmenso prodigio a que hago referencia: ¡Feliz día de la Lealtad!

artín Rodríguez Luna

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