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La historia social latinoamericana es rica en la acuñación de eufemismos. Por lo general, a la represión de las protestas populares sus perpetradores le llaman "pacificación".

Ahora los tarifazos de servicios como la luz eléctrica y el gas se denominan "sinceramiento de la economía", los despidos masivos de trabajadoras y trabajadores son "reacomodamientos y adecuación de condiciones laborales", y a la extorsión a los jubilados para que dejen de litigar y reclamar al Estado, que incluye la prolongación de la edad exigida en el casos de las mujeres, le llaman desde arriba "reparación histórica para nuestros mayores".

Hace más de 208 años, los revolucionarios de la Junta Tuitiva de La Paz, dijeron haber guardado frente a los atropellos de los poderosos un silencio bastante parecido a la estupidez. Entre ellos se contaba el joven Juan José Castelli, quien sostenía que había llegado el tiempo de llamar a las cosas por su verdadero nombre.

La explotación es eso: explotación. La violencia institucional es eso: violencia institucional. Y todos los jerarcas del mundo avalan con sus decretos una, y ejercen la otra a diario.

No hay casualidades sino causalidades. Una vez logrado el favor popular en las urnas aparecen los ajustes, las devaluaciones y la sobreexplotación de la fuerza de trabajo, única mercancía que las trabajadoras y trabajadores tenemos disponible para vender en este perverso sistema llamado capitalismo. Lo demás son discursos para entretener a las masas.

Asociados de un modo u otro, banqueros, terratenientes, dirigentes políticos y burócratas sindicales conforman una gran empresa que nos expolia cada día: Saqueadores S.A., con nombres muy conocidos en los puestos directivos aunque a veces camuflados tras máscaras demagógicas y paternalistas.

Carlos A. Solero
Miembro de APDH Rosario
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