Jueves, 10 de septiembre de 2015 | Hoy
SOCIEDAD › DECLARó ETHEL CAMBIASO POR EL ASESINATO DE SU HERMANO Y PEREIRA ROSSI
La hermana de Osvaldo Cambiaso contó su incesante bregar por justicia, que llegó 32 años después del secuestro y asesinato de los dos dirigentes montoneros el 14 de mayo de 1983. Declararon compañeros de militancia del Viejo y Carlón.
Por Sonia Tessa
"Cuando él falleció, para mí fue un golpe tan terrible, entonces lo que me daba aliento para seguir viviendo era hacerle justicia. Hicimos todos los movimientos posibles, pero tuvimos que esperar 32 años para que se llegara a este juicio", dijo ayer Ethel Cambiaso en el juicio oral y público por el secuestro y asesinato de su hermano, Osvaldo, y de Eduardo Pereira Rossi, el 14 de de mayo de 1983. Por ese crimen, en los últimos meses de la dictadura cívica militar, están acusados doce represores, entre ellos el ex presidente Reynaldo Bignone, los ex policías bonaerenses Luis Patti y Juan Spataro, el ex jefe del Destacamento de Inteligencia 121, Pascual Guerrieri, los ex militares Carlos Lucena, Luis Muñoz y Rodolfo Rodríguez, como así también el Personal Civil de Inteligencia, Ariel Porra, Walter Pagano, Ariel López, Juan Cabrera y Carlos Sfulcini. "A nadie le cabía duda de que habían sido fusilados", relató Ethel, psicóloga, que exigió ver el cadáver de su hermano cuando hacía pocos días que había muerto. Por una perito de parte supo que su hermano "sufrió tortura pre-mortem". Y se enteró "por medios televisivos" del asesinato, al volver de una marcha que se realizó el martes 17 de mayo de 1983 desde la plaza 25 de mayo a la plaza San Martín, para exigir la aparición con vida de los dos militantes montoneros. "Paso, paso, paso, devuelvan a Cambiaso", decían los manifestantes.
En esa marcha, Ethel y Gladys, su otra hermana, pidieron ayuda a la Iglesia. "Entramos al Arzobispado, donde nos atendieron bien, pero ya no recuerdo la respuesta que nos dieron", dijo la mujer. Los testigos estaban aterrorizados, no querían saber nada con ir a Tribunales a contar lo que habían visto en el bar Magnum aquella mañana ventosa del sábado 14 de mayo, cerca del mediodía. "Las personas estaban atemorizadas, el diariero de la esquina, a una cuadra estaban los Bomberos, que no se movieron. Habían liberado la zona", relató Ethel.
La mujer ya había llegado hasta Amnistía Internacional para proteger a su hermano, preso desde marzo de 1971 hasta marzo de 1973, durante la dictadura de Agustín Lanusse y luego, desde diciembre de 1975 hasta mayo de 1982. Osvaldo Cambiaso pasó nueve años preso. "Mi hermano era una excelente persona. Era muy, muy, muy querido. Por sus compañeros de estudios, de militancia y de presidio, fue muy querido por toda la gente que lo conoció", recordó.
En 1983, Cambiaso formaba parte de Intransigencia y Movilización Peronista, actuaba "con total transparencia", al punto que tenían un local partidario en Urquiza entre Mitre y Entre Ríos.
La audiencia de ayer fue intensa. Hugo Basso era un estrecho compañero de militancia de Cambiaso, y también había convivido en México con Pereira Rossi, a quien veía poco en la Argentina, porque Pereira Rossi todavía estaba en la clandestinidad. "Tanto Osvaldo como Carlón eran mis jefes en Montoneros. A Carlón lo conocí en el año 80, en una reunión de la organización, después me encontré con él en México, que vivió en mi casa en 1981, y después nos fuimos a San Pablo. Lo seguí viendo cuando regresamos al país, después de la guerra de Malvinas. A Cambiaso lo conocí acá, en 1982", relató Basso, quien tenía contacto diario con "El Viejo" (así le decían a Cambiaso) al punto que no sólo militaban sino que también trabajaban juntos en un taller de fotocomposición que habían instalado en Paraguay y San Lorenzo.
El día que Cambiaso y Pereira Rossi fueron secuestrados, Basso planeaba ir con "El Viejo" a la inauguración de una unidad básica en Rufino. Sobre el local partidario en Rosario, Basso recordó que "estaba abierto al público, estaba identificado con un cartel, funcionaba como unidad básica". Si bien la actividad era totalmente legal, sabían que los espiaban. "Todos estábamos vigilados", admitió. Carlón era, todavía, clandestino. "Nuestra actividad de sumar la organización a la democracia acarreaba riesgos muy grandes para los compañeros con más responsabilidad, para los más buscados", dijo Basso, quien ratificó que ninguno de los dos llevaba armas. "Ya hacía un tiempo que no iban armados. A Cambiaso nunca lo vi armado, y a Carlón sí, pero para esa época ya no", detalló. Incluso, contó que unos días antes se había encontrado con Carlón en una esquina céntrica, y habían ido caminando por la peatonal Córdoba: "Yo le decía 'sos unos de los tipos más buscados del país y caminás por la peatonal'". Así, quedó claro que -si bien estaba clandestino aún- Pereira Rossi confiaba en que no le pasaría nada.
A Basso le tocó despedir a Cambiaso, que fue velado en el local de Intransigencia y Movilización Peronista. "Lo despedí como lo que era, un jefe montonero, un militante popular", rememoró. Después, vinieron tiempos duros, de persecuciones, y también Basso debió esconderse tras el secuestro y asesinato de sus jefes.
En una jornada muy intensa, otra de las testigos fue Stella Ceresetto, que vivía con Pereira Rossi, en Rosario, cuando lo secuestraron. Se habían mudado a la ciudad unos 20 días antes. "¿Qué tipo de relación tenía con él?", le preguntó el fiscal Federico Reynares Solari. "Me da vergüenza decirlo, pero era una relación de amor", contó ella. Había conocido al Carlón en Cuba, en una guardería para hijos de militantes montoneros. "Carlón era un tipo muy seductor, muy cariñoso, le gustaba el rock, le gustaba escribir poesía. Donde él estaba había alegría a su alrededor", relató la mujer ante el Tribunal presidido por Beatriz Baravani, que integran también Omar Digerónimo y Jorge Benegas Echagüe. "Yo veía que había un clima de distensión, que había mucha expectativa en las elecciones. Tenían una actitud que a mí me parecía de descuido", relató. Sin embargo, el 30 de abril de 1983, cuando asesinaron en Córdoba a Raúl Yaguer, Carlón dijo: "Si quieren, nos matan a todos en una semana".
Aquella mañana del 14 de mayo, cuando Pereira Rossi salió de la casa, le dijo a Stella que se iba a encontrar con dos compañeros, y que no se preocupara, que estaría dentro de una casa. No estaba armado. "Estoy segura de que el día que se fue de mi casa no tenía ni siquiera la Victorinox (navaja) que usaba", dijo. "Hasta el día de hoy no entiendo por qué estaban en un bar", subrayó.
Otro de los testigos en una audiencia larga, inabarcable en una crónica de diario, fue Francisco Clarick, que militó en Santa Fe con Cambiaso. Habló con admiración de Osvaldo. "Era un militante digno, de una entereza...", dijo. Otro de los testigos fue Juan Griffo, cuñado de Pereira Rossi.
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