El veterano docente eligió la sala de profesores para confesar su impotencia en el cercano final de su larga carrera en las aulas. Formado en las viejas escuelas pedagógicas, siempre mantuvo vigente a través del tiempo la formal relación profesor-alumno. Sin embargo, sus conocimientos, equilibrio emocional y probada vocación docente, le permitieron construir una imagen absolutamente respetable. Las evaluaciones siempre constituyeron una instancia de valoración para ambos actores del proceso, por eso en sus casi treinta años de profesor fue implacable ante cualquier intento estudiantil que intentara burlarlo en una prueba escrita. Es más: nadie se animaba a desafiarlo consciente del seguro bochazo. Sin embargo, esta vez su celo profesional no pudo con las nuevas tecnologías. Por la propia confesión de parte tuvo que admitir que había sido desbordado por el uso de un novedoso MP3 que, para él, pasó inadvertido a pesar de su larga experiencia en detectar machetes.