Jueves, 5 de marzo de 2009 | Hoy
PSICOLOGíA › ANáLISIS DE LA RELACIóN ENTRE CONSUMISMO Y GOCE COMO MARCAS DE éPOCA
Dentro de la vorágine tecno-cultural de la sociedad actual, se produce un eclipsamiento subjetivo y el placer se asocia con el saber, a partir de un bombardeo de información. Sin embargo, la sexualidad desmiente esta premisa.
Por Jorge Ballario*
La cultura abarca, entre otras cosas, las costumbres y formas de vida de un grupo social, en una determinada época y lugar, incluyendo además sus conocimientos generales, como el nivel científico, industrial y artístico alcanzado por sus miembros. Luego de esta breve y genérica definición de cultura, vamos a formular una hipótesis, que de ahora en más va a guiar nuestras reflexiones, dicha suposición previa nos indica que la "cultura general", al ubicarse al servicio de los medios masivos de comunicación, como modo privilegiado de nutrir la hipertrofia mediática, se transforma en "vorágine cultural", incrementando el malestar de la población afectada.
El "saber" que la gente posee acerca de la cultura general, ahora, más que nunca, constituye un conocimiento ideologizado, encubridor de un "mandamiento" cultural, que exige gozar. Esta dinámica servil al consumismo, genera un exponencial crecimiento de la demanda, y un frenético y formidable negocio para la industria cultural.
En la sexualidad tenemos un claro ejemplo de cómo el placer y el saber pueden estar independizados, debido a que las vivencias sexuales son subjetivas; no hay recetas, cada uno puede aprender, prácticamente sólo a partir de su propia y a la vez compartida experiencia con su/s pareja/s, e inevitablemente en su contexto pulsional. Un sexólogo no va a gozar más del sexo que el común de los mortales únicamente debido a su formación teórica.
Si en el máximo placer accesible al ser humano se puede apreciar claramente que no existe la necesidad de expandir el conocimiento formal para disfrutar más, solamente bastaría con el conocimiento intuitivo de la propia práctica, del saber hacer corporal; no parece ocurrir lo mismo en otros rubros, como por ejemplo, con la gastronomía o con la música. En estos, y en muchos otros, existe todo un culto comercial, como si los consumidores fuesen a disfrutar más por la información objetiva que cada uno ostentara sobre dichos ítems. En estos casos, generalmente el goce proviene más que de la aplicación práctica de la información, del hecho mismo de "ostentar el saber", acatando y representando en ese acto, la voz del gran Otro cultural, que así lo dispuso.
En tal caso, el sujeto humano, como vocero de dicha voz, experimenta un gozoso poder. El saber y la información se conjugan en los sujetos actuales en pos de ese anhelo. No sólo por la posesión de bienes materiales se compite, sino también por el saber, pero por el que la cultura consumista jerarquiza y exhibe.
Seguramente que lo hay en juego en mucha gente es una especie de necesidad compulsiva de consumir conocimientos, que permitirían apreciar ciertos sabores; tal vez, dicha percepción consensuada culturalmente, vendrían a ser algo así como el condimento del consumismo.
Existiría también un "condimento metafórico" excesivo y perjudicial en la cultura consumista actual, que empuja a un hedonismo sin límites, imponiendo el deber de gozar. Pero como estamos inmersos en la cultura y la misma habita en cada uno de nosotros, es que se produce el fenómeno del eclipsamiento subjetivo; y es precisamente por esta razón que a los afectados difícilmente se les cruce por la cabeza algún vestigio de pensamiento contrario. Y es así entonces, como una decidida y arrolladora fuerza cultural, puede barrer con casi todo vestigio opositor y tener vía libre para una triunfal consolidación en la población, reduciendo a su mínima expresión todo lo pertinente a la originalidad de la esfera individual.
Existen en toda cultura, metafóricamente hablando, paquetitos de saberes valorados y consensuados culturalmente. Son los que prevalecen en el intercambio simbólico entre sus miembros. Esas ínfimas partes de la totalidad del conocimiento, al combinarse de múltiples maneras, y al difundirse mediática, masiva y constantemente en la población, producen una hiperrealidad, algo así como un delirio colectivo de gran propagación; todo esto, sumado a la no difusión masiva del infinito resto del saber, incluso el del vasto mundo interno del Sujeto humano es decir, del que "conviene no enterarse" para no aplacar ni perturbar la servil dinámica frívoloconsumista, generaría la ilusión de totalidad, de completud imaginaria entre los integrantes de las diversas culturas, que hoy más que nunca, constituyen al mismo tiempo, una gran, actual y homogénea cultura globalizada.
De esta manera se nos genera la sensación de que sabemos mucho, dado que sin conciencia excluimos la inmensa mayoría del saber que "no hay que saber"; en realidad es poquito lo que sabemos, y sabemos preferentemente lo que "hay que saber", que son justamente los paquetitos de saberes consensuados culturalmente, que constantemente intercambiamos en los diferentes grupos que interactuamos, y que por supuesto son, además, los que tienen facilitada la difusión mediática masiva, especialmente televisiva.
*Psicólogo, psicoanalista y escritor. Residente en Marcos Juárez, ha publicado varios libros. www.jorgeballario.com.ar
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