Jueves, 18 de agosto de 2011 | Hoy
PSICOLOGíA › LA ADULTEZ IMPLICA RENUNCIAR AL EXCESO DE SATISFACCIóN
Quedarían excluidas del beneficio de la dignidad varias formas de traición, como la rebeldía adolescente y la canallada.
Por Sergio Zabalza*
De alguna manera, para crecer y elegir un rumbo propio y auténtico, los hijos siempre traicionan las expectativas de sus padres. Porque el niño crece y se constituye en torno a las identificaciones que le proveen las figuras parentales hasta que, en el mejor de los casos, el empuje de su singularidad lo anima hacia la emancipación ¿Cuál es la diferencia, entonces, entre un sujeto responsable de sus decisiones y un canalla?
Por empezar, lejos de suponer el advenimiento de una cómoda armonía, la condición adulta implica la renuncia a un exceso de satisfacción: una cesión. Por eso, quien hace efectiva la máxima que Freud toma de Goethe: "Lo que has heredado de tus padres, adquiérelo para poseerlo" (Sigmund Freud, Totem y Tabú, El retorno del totemismo en la infancia, en Obras Completas), no es más que el pasador de un título; si bien, signado por su propia experiencia personal.
La etimología nos acompaña. Según la lingüista Ivonne Bordelois: "Traicionar viene del latín tradere donde dere, que viene de dare, quiere decir entregar, pasar una cosa entre manos [?] el trade inglés es lo mismo, entregar mercancía. Lo que ocurre es que entregar tiene varios sentidos. El entregador es también un traidor. En la tradición lo que se entrega es algo cultural en general positivo, pero cuando se entrega a una persona hay traición".
Así, quedarían excluidas del beneficio de la dignidad varias formas de traición. Por ejemplo: la rebeldía adolescente, cuya ulterior consecución no llega lejos por ser otra forma de estar ligado a los padres; pero también la canallada, ese gesto propio de quien usurpa un emblema o un nombre para atender sus mezquinos intereses.
Lo paradójico es que, en esta última modalidad de la traición, tampoco hay una efectiva separación, sencillamente no hay registro del Otro. No hay culpa. Se deniega la ley, porque no hay amor.
Por otra parte, si bien es verdad que sólo alcanza a realizar su deseo quien se anima a traicionar a su primer e incestuoso amor, tal afirmación sólo se hace accesible al entendimiento si, en sintonía con Freud, se admite que el aparato psíquico está conformado por instancias simultáneas que funcionan con lógicas distintas y excluyentes. En otros términos: lo que una instancia admite no lo tolera la otra, por eso el inconsciente es un pasador que --vía la metonimia y la metáfora- trabaja para que las mociones pulsionales se actualicen en objetos y conductas socialmente aceptadas.
Aquí se abre entonces una dimensión ética. En efecto, el deseo no es libre, el deseo es político; se hace efectivo como resultado de transacciones entre las diversas instancias psíquicas. Así, la responsabilidad de un sujeto está en relación a las "traiciones" -en el mismo sentido al que más arriba hacíamos referencia- con que maneja sus compromisos. Se trata de la diferencia entre un sujeto responsable y un cretino o un canalla.
*Psicoanalista. Hospital Alvarez.
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