Jueves, 13 de julio de 2006 | Hoy
PSICOLOGíA › SOBRE UN TIPO DE ESCRITURA. LA FUNCIÓN DE LA QUEJA
La carta tiene un estatuto especial, entre la escritura y la
conversación. En el caso de las cartas de Kafka a Felice Bauer
el rasgo más llamativo es la queja que aparece reiteradamente.
Por Perla Sneh*
En principio voy a empezar con algunas cartas de Kafka. Ustedes saben que Kafka ha tenido una profusa correspondencia con muchos de sus amigos y, en especial, con sus amores, sobre todo con sus tres grandes amores, que fueron Felice Bauer, Grete Bloch y Milena Jesenska. Vamos a tomar sobre todo las cartas a Felice Bauer. También, por supuesto, está la famosa carta al padre. Hay una así llamada "carta a los padres"... ¿Por qué tomar la carta? La carta como espacio, porque permite ubicar un tipo particular de escritura, una escritura que si bien uno puede decir que uno nunca sabe a quién le está hablando cuando escribe, etc., la relación al lector, está bien, pero dejando eso por el momento de lado, la carta presenta una cierta particularidad y es que aún si no sabe muy bien a quién le habla, quien escribe una carta quiere hablarle a alguien particular y en ese sentido la carta tiene un estatuto especial, entre la escritura y la conversación, al punto que puede ser entendida como una conversación escrita. Este es el resorte, este es el marco en el que tomo la carta como espacio de lo que quiero comentarles.
Primero les cuento un poco sobre estos textos, algunos datos. Kafka conoce a Felice en Bauer en casa de Max Brod, su gran amigo y, muy poco después de conocerla, unas tres, cuatro semanas después, le manda la primera carta. Va a seguir una larga relación Felice, una relación sobre todo epistolar. Ellos se encuentran muy pocas veces durante la relación que es un noviazgo, llegan dos veces a comprometerse en matrimonio y las dos veces el compromiso se rompe. Hay algunas características particulares de estas cartas. Les cuento que, para hacer este recorrido, me ayudé mucho con un texto de Elías Canetti que se llama "El otro proceso, las cartas de Kafka a Felice Bauer. Elías Canetti, fue un poco esto lo que me atrapó- dice algo muy sugestivo: en las cartas hay muchos rasgos llamativos, pero para un lector libre de prejuicios, el rasgo más llamativo es la cantidad de quejas que hay en las cartas de Kafka a Felice.
Y es cierto, es llamativo como aparece la queja. La queja, el lamento, la letanía incluso (y vamos a ver que la función de la letanía no es ajeno a lo que se produce en las cartas). El rasgo más llamativo, entonces, es este: las quejas y más que nada, las quejas sobre su físico, sobre las dolencias físicas, sobre el estado físico deteriorado. Por ejemplo, ya en la segunda carta que le manda... Antes, un dato fundamental, entre la primera y la segunda carta que Kafka manda a Felice, escribe "La condena", en una noche, de una sentada, en diez horas. Es el primer cuento que él reconoce propio, digamos, y nunca lo repudia como sí ocurre con otras obras suyas. Se siente escritor por primera vez escribiendo La condena; es un cuento del él nunca renegó y que efectivamente lo ubica como escritor. Esto ocurre entre la primera y la segunda carta. En las dos semanas que siguen, escribe cinco capítulos de la novela América. Después escribe La metamorfosis, y antes había escrito otro texto, El fogonero. Todo esto, en los primeros tres meses de la relación epistolar con Felice, es decir, deviene escritor en el tiempo que escribe estas cartas llenas de quejas.
Ya en la segunda carta que le manda, le dice: "Qué humores me dominan señorita Bauer. Una lluvia de nerviosismo se abate ininterrumpidamente sobre mí. Lo que quiero ahora, al momento siguiente ya no me interesa. Cuando llego al último peldaño, aún ignoro en qué estado estaré al entrar en el apartamento. Tengo que acumular inseguridades en mi interior antes que se conviertan en una pequeña seguridad o en una carta. Mi memoria es muy mala, mi indolencia, en cierta ocasión hasta me levanté de la cama a fin de anotar lo que había pensado para usted, pero volví a acostarme enseguida, pues me eché en cara, y este es el segundo de mis padecimiento, lo absurdo de mi desasoiego.
Consideren que Kafka está tratando de seducir a Felice Bauer. Kafka se pregunta: ¿será cierto que se puede atar a una muchacha mediante la escritura? Esto se lo pregunta en una carta a Max Brod, hablando precisamente de ella, ahora consideren que tratando de seducirla, de lo que habla es de esta situación penosa e que se halla su cuerpo. Se la pasa quejándose, de una manera llamativa, pero bueno, entre las quejas y las cartas, en esos primeros tres meses, escribe algunas páginas fundamentales de su obra. Él encuentra en Felice a alguien ante quien poder quejarse sin guardar nada, sin silenciar nada, puede escribir lo que quiera. Total, siempre puede volver a escribir, siempre puede corregirse. Es como si no le importara lo que escribe porque siempre hay tiempo de una nueva queja, un nuevo lamento y siempre puede volver sobre esa letanía. Llega un momento en que las quejas se van volviendo más densas, más turbias, más difíciles.
Entonces comienzan los problemas con Felice Bauer. Porque en ese momento ella comete un gran error. No le interesan los padecimientos de Kafka; ella quiere, de pronto, saber. Y, entonces, se pone a leer, lee los autores, lee críticas y se las comenta a Kafka. Y Kafka tiene un ataque de celos impresionante y empieza a despotricar contra todos los autores que ella lee. Los menciona de una manera realmente muy cómica. Dice por ejemplo, de la poetisa Else Laske Schuler: no aguanto el aburrimiento y la aversión que me produce. De Schnitzler dice: es de una sensiblería que yo no tocaría ni con la punta de los dedos. Cosas así. Pareciera que esas lecturas de Felice le dolieran como le duele su cuerpo castigado.
*Fragmento de la intervención en el Seminario de la Revista Nadja-Lo inquietante en la cultura. Psicoanalista y Miembro Adherente de la Asociación Psicoanalítica Argentina. Autora y coautora de libros e integrante de Publicaciones. Texto completo en Revista Nadja nº 9.
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