Jueves, 13 de julio de 2006 | Hoy
Por Elisa Domínguez*
Los adultos tenemos que tener un poco más de confianza en las cosas que enseñamos a los chicos y qué les transmitimos, y qué pueden hacer con las cosas del mundo. De lo contrario tendríamos que vaciar las playas y las sierras de piedras, porque los pibes siempre encuentran algo que arrojar. Y tenemos que hacer un esfuerzo por intentar comprender las claves, las particularidades de lo infantil porque si no nos volvemos unos adaptadores de niños al mundo que los adultos preparamos con mucho esmero para vivir nosotros solos.
Cuando el niño juega, siempre juega a ser otro y entra en otra escena, no en la escena de la realidad sino en una escena lúdica. Siempre los niños han jugado a la guerra, pero tienen claro cuando juegan que esa escena está separada de la realidad, que están jugando, que es un escenario ficcional. Lo saben de alguna manera desde muy chicos. Toman la regla como única soberana, y cuando hay dos chicos compitiendo tienen claro el objeto de la disputa y esto hace que se empiece a respetar al contrincante como un semejante y a limitar la propia fuerza.
Por otro lado creo que son muy serios y muy sobrios al momento de jugar, con cualquier cosa pueden hacer un arma o un elemento de combate, no necesitan juguetes sofisticados. Por ejemplo: mientras los chicos toman la merienda en los jardines de infantes agarran la servilleta y usan ese triangulito como un revólver. Y en realidad no importa si ese juguete es una réplica de un arma verdadera.
Los chicos siempre oponen dos, oponen otro así sea con dos cepillos de dientes, no importa con qué. Ahora bien, que el chico juegue a la guerra no crea asesinos seriales, porque esta es otra escena: Ahí el chico está trabajando otras cosas, está midiendo cómo es el otro, qué quiere el otro de mí. Y siempre buscan juegos a su medida. Prohibir entonces los juguetes bélicos o retirarlos de la venta, no sirve: Los chicos van a buscar piedras y gomeras si es necesario. El tema es qué les transmitimos en la prohibición, que sí y que no, que es juego y que no es juego. Y que el otro puede ser tu amigo, y pueden jugar a guerrear con dos espadas, con dos palos, y que también puede haber un tercero que haga de árbitro, y que haga respetar las reglas.
Lo que hay que evitarle al chico es la violencia más fuerte que son las condiciones sociales en la que los hacemos vivir y la falta de responsabilidad de los adultos, es decir del propio Estado.
* Psicóloga, ludotecaria y docente del nivel inicial.
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