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Jueves, 21 de agosto de 2014

PSICOLOGíA › EL NATURAL OBJETO DEL DISCURSO POLíTICO

Siempre son promesas de felicidad

 Por José Manuel Ramírez*

Qué es lo más sobresaliente de todo discurso político desde que el mundo es mundo? Es un discurso cuyo objetivo es necesariamente y cada vez más una oferta de felicidad. Se ofrece felicidad de una u otra forma. Esto es un hecho. No se escatima recursos para hacer creer en la promesa de felicidad. Se usa, incluso y quizás predominantemente, un lenguaje que quiere persuadir, que quiere convencer. Desde la época de los sofistas, se estudiaba la retórica mediante la cual se podía llegar con argumentaciones falsas a conclusiones verdaderas. Es decir que la mentira forma parte aceptada por el político de su discurso. No necesariamente se parte de la mala fe, puede engañarse con buena fe, creyendo que es lo mejor para los otros. Hay un grafitti escrito en alguna pared de esta ciudad en el que se lee: "El problema no es que los políticos nos mientan sino que nosotros les creamos".

Lacan decía que la política es el arte de negociar seres humanos de a miles. Somos negociados. Desde la perspectiva política quedamos reducidos a objetos negociables. En esto también está en juego lo libidinal, cuando somos negociados somos restos humanos, sin valor. Hoy día es discutible que las masas tengan un valor como fuerza de trabajo incluso. El político tiende, creo, a utilizar un mecanismo conocido en el psicoanálisis como "renegación", o sea saben algo pero proceden como si no lo supieran. Hacen que no saben lo que saben. Sin ser necesariamente perversos, la estructura política de las instituciones y del Estado tiende a hacer una lectura perversa de la ley. Son versiones renegadoras de la realidad o de la ley.

La ley no es mucho lo que aquí puede hacer porque está estrechamente vinculada su producción a la política. Cuando el orden político se adueña de la lectura de la ley y no permite su interpelación la ley se hace totalitaria, absoluta, y aparece nuevamente la desubjetivación, la reducción de los agentes sociales a meros objetos de intercambio.

Se trata de que los filósofos, pensadores, incluso políticos, etcétera, puedan pensar sobre estos problemas. El psicoanálisis puede aportar con una lectura y creo que no una lectura menor porque desde el momento que el análisis implica el cuestionamiento a fondo de la transferencia, es decir de los lazos libidinales en que ésta se sostiene tiene que posibilitar algo más que una satisfacción terapéutica, tiene que posibilitar una intervención en la política que ocasione otra ética.

* A cargo edición Psicología. [email protected]

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