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A su manera, Sigmund Freud, en el año 1905, ya advertía que no existe una ley natural que regule la relación entre los sexos. No va de suyo que entre la pulsión -exigencia de satisfacción corporal- y el objeto al que el ser hablante se liga, haya de antemano un determinismo activo. Freud hablaba de "soldadura", lo cual da la idea de un cierto artificio que cada uno inventa para vincularse a otro.

Actualmente, el binarismo hombre-mujer ha caído en desuso. ¡L-G-T-B...pansex! Nuevas denominaciones han surgido. Una Torre de Babel envuelve este desbarajuste. Teorías de género nominalistas se hacen escuchar al punto tal de, como lo propone Judith Butler, sostener la autodesignación del sexo.

Por otro lado, conocemos también, por mencionar otro de los integrantes de esta Torre, la teoría queer. En inglés, bizarro. Esta teoría reivindica la diferencia. Encontramos una suerte de contrapunto entre los intentos nominalistas de agrupar en conjuntos formas de obtener satisfacción vía el encuentro sexual y lo "queer" de cada ser hablante. Nuestro mundo se vuelve cada vez más lacaniano a partir de la multiplicación de las nuevas denominaciones y por ende, de la exacerbación de la diferencia.

Jacques Lacan nunca dejó de tener en cuenta la exigencia de satisfacción de cada quien, la cual es refractaria al nombre. Quizás un recorrido analítico posibilite al ser hablante la invención de un nombre singular que dé lugar a una nueva forma de entablar lazos.

Los invitamos entonces, el próximo jueves, a las 20, a conversar sobre nuestro tiempo. Se proyectará la serie Transparent, una comedia dramática que permitirá conversar sobre el desorden creciente de la sexuación en el siglo XXI y su incidencia en los cuerpos.

*Psicoanalista. EOL Sección Rosario.