Lunes, 17 de septiembre de 2007 | Hoy
Por Alejo Diz
Un resultado puede derrumbar proyectos, truncar una carrera o devorar un sueño. Un gol es capaz de negar un título, soltar lágrimas o disparar sonrisas. Se perdió; y punto. Se ganó; a otra cosa. Pero un partido, sus 90 minutos con la pelota rondando, es capaz de emitir un mensaje de consecuencias muchas más devastadoras que un frío marcador.
A Carlos Ischia no lo echaron antes del clásico porque el equipo, aunque herido de talento, jamás renunció a intentar, a defender alguna pretensión, a ir a la búsqueda de una aspiración, por pequeña que sea. Esos ideales, apenas visibles ante Boca, Independiente o Gimnasia y Esgrima de La Plata, recibieron sistemáticamente el zarpazo del resultado no deseado. Y aunque en el club no se sabe cuál es la autoridad con facultad para abrirle el portón de salida, siempre había un razón para extender el plazo por otros 90 minutos.
En instancia límite, Ischia tuvo firmeza para sostener sus convicciones deportivas. Si no le pudo ganar a Banfield con ventaja a favor de dos goles, indudablemente sólo su fe podía dibujar en su cabeza un triunfo en el Coloso del Parque. En rigor, el canaya sigue en frágil situación. Aunque el técnico se esforzó por demostrar que la solución al problema debe buscarse fuera del banco de suplentes.
En instancia límite, Pablo Marini desnudó sus inseguridades, muchas de las cuales se pudieron ver cuando el equipo se presentó fuera de casa. Dudas existenciales lo llevaron a recurrir a Ariel Zapata para conservar la empatía de los líderes del grupo, a proponer jugar un partido que no iba a ser como tal. Vio en Central a un equipo puntero o de poder concluyente en ataque. Esas infundadas sospechas lo llevó a armar un equipo para defenderse con fundamentalismo. ¿Protegerse de qué? De Belloso y Arzuaga, más la juventud de Costa y Núñez. Y recurrió tanto al remedio especulativo que padeció el efecto contraindicado: que el rival, por omisión, lo ataque.
Hoy Marini está muy cerca de volverse a casa con una fracaso debajo del brazo. Se había robustecido con los triunfos ante Estudiantes, San Lorenzo y Vélez. Son los resultados los que suelen advertir un final anticipado. Por eso nadie pudo pronosticar el lugar a donde ahora se encuentra parado el ex ayudante de campo de Américo Gallego. Y cuando a un técnico lo despiden por el juego que practica su equipo, no hay números que lo defiendan.
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