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Lunes, 26 de mayo de 2008

OPINIóN › SIETE DIAS EN LA CIUDAD

Paro general, sin taxis y el campo de visita

Hay que remontarse muchos años atrás para haber vivido una semana como esta en Rosario. Con la muerte del taxista que disparó un paro general y con el campo que colmó el Monumento con un reclamo que, sin embargo, no alcanzó a ser de todos los argentinos. Pero atención, Rosariazos hubo sólo dos y sería ofensa compararlos en cualquiera de sus formas.

 Por Leo Ricciardino

Semana brava, esta que pasó en Rosario. Es raro, pero nunca nadie sabe muy bien cómo ni dónde terminarán las cosas. Quién suponía acaso que el asesinato del taxista Sergio Oberto iba a terminar en un paro general decretado por la CGT Rosario. O que -más de dos meses atrás- la suba y movilidad de retenciones que el gobierno anunció como una medida más, finalizaría el día de la patria con cerca de 200 mil personas en el Monumento. Las cosas son raras, no inexplicables, pero a veces intrincadas.

Nadie le va a negar a los taxistas rosarinos que salgan con toda la bronca de la que son capaces a manifestarse tras el asesinato de un colega. Pero lo primero que se les ocurrió a los del turno noche, esa fatídica madrugada fue rodear el Palacio de Tribunales. "Que salga un juez", vociferaba uno de los enardecidos conductores. ¿Qué puede decirles un juez?. Fueron hasta ahí movidos por el discurso escondedor de "entran por una puerta y salen por la otra". ¿Qué pena más dura hubiese evitado que el matador de Oberto le tirara un puntazo en el cuello sólo porque quería irse del taxi sin pagar? ¿Qué leyes hubiesen espabilado a este muchacho de 18 años atiborrado de alcohol y ribotryl para que no matara, para que comprendiera que lo que había hecho era una atrocidad que terminaba con una vida y condicionaba para siempre la suya? El problema es mucho más complejo y exige responsabilidad social, pero eso existen los discursos escondedores, para poner la culpa en otro lado y poder reclamar desde un lugar sin cargos.

Hay un plano estructural por el que una persona llega a un estado tal que mata por que sí, por nada. Y la equivocación es reclamar soluciones rápidas en ese plano. Ahí todo es más lento y las responsabilidades compartidas. Pero hay otro plano que es más cercano y tiene que ver con la gestión de las políticas de seguridad. Lo concreto, ¿por qué falló el corredor seguro?, ¿el blindex o no?, la "luz de pánico no sirve para nada", ¿cuál sería la eficacia de un GPS?, ¿por qué no hay más policías?. Todo esto se puede discutir, y ahí es donde debe apuntar el reclamo, sino las soluciones no van a aparecer.

De paso, si la CGT Rosario tuviera la reacción que tuvo el viernes para decretar el paro general, el Movimiento Obrero Organizado de esta ciudad estaría en un nivel envidiable. Pero este hecho no habilita las miradas conspirativas de la política que tan rápido como la Central Obrera se apuró a ver fantasmas en su contra. La reacción intempestiva tuvo mucho más que ver con las discusiones de días anteriores (cuando murieron los obreros de la construcción) que con ir deliberadamente contra la administración municipal o provincial y mucho menos generar un clima determinado en una ciudad que esperaba la manifestación de campo.

En Rosario, como en el resto del país, la tendencia irrefrenable es la de tomar partido. Con los taxistas o en contra de ellos; con el campo o del lado del gobierno. Se ha visto ya, ninguno de los lados son homogéneos y son pocos los lugares -si uno lo piensa bien- en los que jamás estaría. Del lado de los represores de la dictadura, por decir un extremo. Pero lo demás es materia opinable y discutible. Y esa es la función de la política, por eso ayer la presidenta se esforzó en Salta por hablar por encima de cualquier sector. Por la misma razón, el acto del campo no tenía las mismas responsabilidades, porque por más multitudinario que resultara era un sector en reclamo. Un sector heterogéneo que, se supone, volverá a mostrar sus matices. Al menos eso esperan quienes extrañan del lado del campo popular a viejos conocidos chacareros pequeños y medianos. O, ¿nadie oyó a Buzzi dar una larga explicación de por qué saludó con un "compañeros"?.

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