OPINIóN › SIETE DÍAS EN LA CIUDAD
El intendente de Rosario repitió aquí y en Santa Fe, sus aspiraciones de ser candidato a gobernador en 2011. Todavía faltan tres años y la insistencia de Lifschitz sobre el tema molestó a dirigentes de su propio partido. Pero el hombre tiene sus razones para hacer este anuncio. El mensaje tiene destinatarios internos y externos al Frente Progresista.
› Por Leo Ricciardino
El intendente Miguel Lifschitz ratificó esta semana sus deseos de ser -en un futuro- candidato a gobernador de la provincia. La primera vez muchos se miraron entre sí preguntándose "por qué dice esto ahora, faltan tres años todavía". Pero la segunda vez, ya desde las filas de su propio partido, comenzaron a sospechar. "Tendría que fijarse primero qué está pasando en Rosario, no descuidar todo lo que se construyó en estos años, antes de ilusionarse con su carrera política", dijo a este periodista un reconocido dirigente del socialismo comentando las aspiraciones del intendente.
Pero si Lifschitz lo dice, por algo es. Claro que querría ser, quién en un puesto expectante de la política provincial no soñaría con ser gobernador algún día. Pero el tema es por qué confesarlo abiertamente y cuando falta tanto tiempo. Bueno, es una manera de llamar la atención también. De levantar una mano y agitarla en el aire para avisar, porque por más que las cosas no vayan del todo bien, las aspiraciones están intactas. Eso es, de eso se trata.
Consultado el propio gobernador Hermes Binner al respecto, no pudo ser más lacónico a la hora de la respuesta: "El intendente de Rosario está en condiciones de ser candidato como cualquier santafesino". No necesitó ampliar nada más. El concepto está claro.
Lifschitz está enojado y un político en ese estado, más temprano que tarde, comete algún error. Es humano, entendible. Y está enojado porque su gestión, lo que tiene para mostrar, de lo cual depende su futuro político; no es enteramente controlado por él. Los recursos no llegan, la municipalidad no puede generar fondos propios más allá de los aumentos que ya dispuso, las obras financiadas por Nación y Provincia no fueron muchas en este año, los servicios se resienten, la gente protesta y se enoja. Encima, cuestiones que dependen de la esfera provincial como la luz y el agua, terminan caldeando el mal humor rosarino que no siempre distingue sobre responsabilidades. Así como siempre un intendente termina "facturando" para sí una obra financiada por otros niveles del Estado; cuando los problemas aparecen también se lleva una porción de la cosecha de insultos y protestas.
Pero hay otras versiones del enojo de Lifschitz. Hay quienes sostienen que el intendente manifestó hacia adentro de las filas del PS su intención que ser candidato nacional en las legislativas del año próximo, dejando su cargo y adelantando la elección para la sucesión en la intendencia de Rosario. Es sólo la versión de una apuesta fuerte de Lifschitz que se completa con un rotundo rechazo del partido a esa posibilidad. Son de esas especies puestas a rodar que no tienen ratificación pero tampoco rectificación.
Como sea, Lifschitz también mostró sus aspiraciones para que se enteren otros actores de la escena política. Y en ese sentido, el intendente tiene en claro qué es lo que ha comenzado a suceder con la oposición en Rosario. Por eso fustigó con una dureza más allá de lo recomendable la presentación de ese Foro de discusión sobre temas de Rosario: Lifschitz advierte lo que todo el mundo ve, es decir, que el peronismo está detrás de esa organización. Pero también descubrió lo que se había anticipado hace algunas semanas en esta misma columna: La sinergia con la que comenzarán a trabajar el principal partido de la oposición en la provincia y en Rosario.
"La novedad de un gobierno del mismo signo a nivel provincial y local, por primera vez en tantos años, hace que también esa característica sea un factor aglutinante de la oposición", dijo Lifschitz en declaraciones a Canal 5. Es una lectura sencilla pero no muy extendida. Y es sobre todo un escenario real sobre el que comenzarán a darse las confrontaciones, para las que Lifschitz avisa que está preparado.
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