Lunes, 30 de enero de 2006 | Hoy
OPINIóN › 7 DIAS EN LA CIUDAD
El ajuste en el precio de la tarifa del transporte público, que asoma en el horizonte llevando el boleto a por lo menos 90 centavos, puede parecer más justo que el tarifazo sufrido con la TGI. Pero de todos modos pegará duro en los flacos ingresos de quienes usan ese servicio, justamente los sectores bajos y medios bajos de la escala social.
Por Leo Ricciardino
El municipio se prepara para recibir otra nueva ola de críticas y reproches. A los reclamos -que aún no se acallaron- por el aumento de la Tasa General de Inmuebles, se sumarán ahora los de los usuarios del transporte urbano de pasajeros. Uno de los empresarios que participa de la licitación del servicio (Rubén Rodríguez, de Las Delicias SA) se sinceró esta semana al señalar que los aumentos que consiguieron de los choferes en sus sueldos básicos -500 pesos en dos tandas- "no podrán ser absorbidos por las empresas si no hay un incremento en la tarifa". Y, esta vez, el reclamo suena tan sincero como lógico. Tanto es así, que desde la Secretaría de Servicios Públicos se admitió la ecuación aún antes de conocer cualquier estudio de costos.
Es que si la tasa había tenido el último incremento hace 14 años y acumulaba un retroceso considerable, ni hablar del precio del boleto urbano que mantiene sus 75 centavos cuando ya hay otras ciudades más pequeñas que Rosario donde el valor oscila entre los 90 centavos y el peso con 20 centavos.
Pero si se analiza la coyuntura, el aumento de la tarifa del transporte se verá como más razonable que el de la tasa. Cuando aparezcan coches renovados e incluso algunos cero kilómetros o bien recarrozados, los usuarios tendrán con qué comparar y esa situación puede amortiguar el impacto. Eso, si también logran mejorar las frecuencias.
Pero con la TGI pasa lo mismo que con el agua o la carne. Un bife sigue siendo un bife y un litro de agua seguirá siendo un litro de agua; aunque más caros, por supuesto. En ese marco, los salarios vienen boqueando desde atrás para alcanzar la canasta familiar básica y también la que se considera para sectores medios-bajos, que incluye el transporte y la escolaridad.
Ya no hay analista que difiera en cuanto al rumbo que tendrá este 2006: La batalla por la redistribución del ingreso será inevitable. Superada la peor crisis desde fines de 2001 para acá, con devaluación y terremoto institucional de por medio, el país comenzó a crecer. Procesos como éste siempre traen nuevas crisis y disputa por la distribución, pero cuando no hay nada para distribuir, la discusión queda congelada hasta nuevo aviso y todo el mundo se retrae para no perder lo poco que puede conservar.
En el caso del precio del boleto, la Municipalidad de Rosario había tomado desde hace años la decisión política de "subsidiar" al transporte con una tarifa baja. Pero no tanto por un análisis socioeconómico de la situación, sino por la simple ecuación que se daba tan sólo algunos años atrás: Cualquier modificación del precio del boleto hubiera significado bajar más gente del transporte y complicar aún más la situación de las empresas. Por ese mismo motivo, nunca más se vió a los empresarios acercarse hasta el Concejo a pedir un aumento de tarifa.
Esta situación se dio también con los taxis, hasta que el mercado comenzó a moverse y empezaron a faltar taxis en la ciudad. Y los taxistas lo decían: "Sucede que estamos muy baratos y ya competimos para muchos sectores con el colectivo". Era una verdad a medias, pero una verdad al fin. Aumentó la tarifa de los taxis y comenzó a haber disponibilidad de unidades casi a cualquier hora. Los colectivos -en ese marco- acusaron también el impacto y creció un poco el corte diario de boletos.
Pero ahora, si la tarifa trepa a 90 centavos no habrá otra alternativa (que no sea la bicicleta) para viajar en la ciudad y ese aumento de por lo menos 25 centavos a fin de mes, repercutirá en las pocas mejoras salariales que pudo haber obtenido un grupo familiar de ingresos medio-bajo. Pero ya no hay manera de disimular el atraso tarifario ni tampoco forma de sostener el transporte público al costo actual. Por lo tanto, el municipio -y también el Concejo por más voces opositoras que se escuchen-, tendrá que dar el desagradable paso del incremento que traerá las quejas de los vecinos. Pero, al menos, no será tan impactante como el aumento de la TGI que incluyó el desdoblamiento mensual del tributo y llegó de un sólo impulso hasta el 75 por ciento de aumento.
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