Domingo, 12 de marzo de 2006 | Hoy
Por Gary Vila Ortiz
Fernando Birri se encuentra de nuevo en su provincia natal, donde ha sido distinguido como embajador cultural de Santa Fe. Asistirá al Festival de Cine de Mar del Plata donde se le tributará un homenaje por su trabajo al frente de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, en La Habana, Cuba, que este año cumple veinte años de fecunda existencia. La labor de Birri como director y teórico es bien conocida, sobre todo la de la época de Tire dié, su film de 1960 cuyo estreno (al que asistí) congregó una multitud de entusiastas que desbordaron el salón de actos de la Facultad de Ciencias Económicas.
Pero hay un aspecto de Birri menos conocido. Su poesía, lamentablemente ignorada, se recorta a un único libro publicado en 1945 (él tenía 20 años) que se llamó Horizonte de la mano. En su portada aparecía un dibujo de otro hombre de Santa Fe, Miguel Brascó. Aquél poemario, editado por los Cuadernos de Espadalirio, estaba dividido en cinco secciones: "El horizonte está en la mano del hombre", "Canto a los hombres que trabajan", "Canto a la juventud que estudia", "Canto a la madre futura" y "Canto del poeta frente a la vida cotidiana". Todo lo que hizo Birri tuvo esa difícil correspondencia entre el oficio de vivir y el oficio de poeta, tal cual se encuentra en Pavese.
En su "Canto a los hombres que trabajan" Birri lo anuncia, lo declara como aquéllo que nunca traicionaría: "A vosotros quiero cantaros también: hombres del trabajo/ Dejando un poco de lado las lindas palabras/ Recostado sobre las sombras de mi cuerpo/ muchas tardes os he escuchado pasar por las calles de vuelta del cansancio (...)/ Como legión de ángeles sobre las nubes del polvillo de carbón/ Pero no sois ángeles. No. Sois hombres (...) En vuestra casa --que no es vuestra-- os espera una toalla húmeda para la cara lavada y una comida seca/ Después de charlas un rato con los amigos del barrio/ La carestía/ Un cigarrillo consumido como perentorio índice de cenizas/ os indicará que ya es hora de regresar/ de la esquina para dormir (...)/ Son las nueve de la noche/ Tu compañera tienen hecha la suma del día entre las manos muertas/ Suspiras y das vueltas como queriendo asfixiarte con la almohada/ Pero tu suspiro,/ desde la sombra/ desde la angustia/ desde el hambre/ desde la espera proletaria, tu suspiro,/ a través de tus dientes/ pasando por las ventanas,/ sobre la noche solitaria,/ crece en un infinito himno".
Birri cantó y sigue cantando su propio himno infinito, que ahora puede resultar más difícil que nunca, a través de todo, absolutamente todo lo que hace.
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