Propios y extraños han reconocido que al intendente Miguel Lifschitz le han tocado todas. El boom de la construcción, el boom sojero, el boom turístico, el Congreso de la Lengua Española, la concresión de muchas obras de embellecimiento para la ciudad, la conclusión de la primera etapa del plan de erradicación de asentamientos irregulares Rosario Hábitat, entre otros buenos momentos. Pero, no todas son rosas y el intendente tiene la vista clavada hoy en un conflicto que lo preocupa y que pasa por los reclamos salariales.

Más de 300 profesionales de la salud municipal hicieron una asamblea pública el jueves frente al Palacio de los Leones y apuntaron al corazón de la gestión socialista desde que se inició en 1989, precisamente la Salud Pública, la jerarquización del trabajo médico que hoy está remunerado entre los 800 y los 1.600 pesos. Además, se trata de un grupo heterogéneo que canaliza sus reclamos por fuera del Sindicato Municipal y también de la entidad gremial de los médicos nucleados en Amra.

Uno de los profesionales de este grupo que ya protagonizó un paro de 48 horas y que amenazan con más medidas de fuerza, lo dijo claramente: "No queremos un aumento de sueldo, queremos ganar lo mismo que los colectiveros que trabajan para el municipio". Es decir, 2.400 pesos de sueldo inicial, tal lo que consiguió la UTA y que el municipio- después de unos cuantos días- aceptó. Sin desmerecer, dijeron los profesionales de la salud, ¿qué menos importante es nuestro trabajo?. Puesto en ese punto, el argumento no tiene fallas.

La última oferta del municipio fue 213 pesos no remunerativos. Con lo cual, el salario máximo de estos médicos llegaría a los 1.800 pesos, aún unos 600 por debajo de los colectiveros.

Pero detrás del reclamo hay también una valoración profesional. Estos médicos y enfermeros pretenden que se les reconozca por su trabajo público más allá de que también engrosen sus ingresos prestando servicios en la salud privada. Quieren que el área de Salud deje de ser la última en relación a la posibilidad de conseguir categorías superiores y mejoras laborales de todo tipo dentro de la estructura del estado local.

Hay quienes han visto en este movimiento autoconvocado de profesionales municipales, alguna intencionalidad política relacionada con la estabilidad de la secretaria del área Mónica Fein, al frente de la cartera. Pero, sea como sea, el reclamo es demasiado claro y contundente como para buscar segundas o terceras intenciones.

La preocupación de Lifschitz no termina allí, porque desde el Sindicato de Trabajadores Municipales de Rosario le han hecho saber que la política salarial del 2006 no está cerrada ni mucho menos. Conversaciones informales han puesto las posibilidades inmediatas de aumento salarial en un 6 por ciento. Un cifra que no conforma al gremio y que abriría las puertas de un nuevo conflicto.

Y todo este panorama se da a las puertas de un año electoral que será clave para el socialismo. En el municipio saben que no tendrán la ventaja que hoy sí posee la provincia: Un colchón multimillonario que le permite a Jorge Obeid hacer fuertes inversiones sobre el fin de su mandato. Aquí en Rosario el presupuesto está al límite y, se sabe, un municipio por más grande que sea no tiene jamás las posibilidades recaudatorias de un estado provincial.

Este es el escenario en el que deberá moverse el intendente Lifschitz de ahora más. No vendrán épocas de grandes anuncios, habrá que hacer el esfuerzo de sostener lo que está en marcha y apuntalar las partidas destinadas a conformar los genuinos reclamos de los trabajadores del estado local.

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