Domingo, 24 de enero de 2016 | Hoy
Por Felix Achenbach-Lira
Homenaje a la Profesora Beatriz Vettori
Si este título te resulta familiar es porque has sido uno de los miles de alumnos que pasaron por el Atelier de Educación por el Arte de Beatriz Vettori.
Era común que los automovilistas que circulaban por Av. Belgrano frenaran sus vehículos entre sonrientes y sorprendidos ante el espectáculo de una treintena de niños de edades variadas que se aferraban a una larguísima serpiente confeccionada con telas multicolores. De ese modo se mantenían en orden hasta llegar al sitio elegido en el parque donde dibujarían jugando pero siempre bajo el ojo atento de Beatriz y sus asistentes.
Estas salidas al parque fueron para los niños parte del proceso de apreciación de lo que los rodeaba y que se usaba para que los alumnos pudieran motivar su creatividad y utilizar esas vivencias para desarrollar sus obras pictóricas.
Beatriz Vettori desde muy joven vivió fascinada por el arte y especialmente con la teoría de la educación por el arte de Herbert Read al mismo tiempo que admiraba los resultados educativos de las hermanas Olga y Leticia Cossettini.
Con el tiempo logró adaptar, decantar y hacer propio un sistema de educación por el arte que ayudó a miles de alumnos que concurrieron a su atelier y que hasta hoy -ya siendo padres o abuelos- recuerdan que al tomarse de la víbora de tela iniciaban un viaje a la apertura de la creatividad.
Muchos de los alumnos de Beatriz reconocen que su asistencia al taller sigue siendo una de las vivencias más significativas de su infancia y que gracias al aprendizaje creativo alguno de ellos son actualmente prestigiosos artistas, profesores de arte o dirigen talleres de educación por el arte esparcidos por el país.
Inventora de técnicas creativas evitó transformarse en una marca y prefirió la luminosidad de los rostros infantiles al darse cuenta por si mismos de lo que eran capaces de crear.
Su taller tuvo por años la invitación incondicional del Museo de Bellas Artes Castagnino para que sus alumnos exhibieran sus trabajos.
Cada vez que se aproximaba la fecha ella se debatía entre cientos de trabajos maravillosos tratando de seleccionar los que formarían parte de la muestra de ese año y especialmente cuál sería la obra que aparecería en la tapa del catálogo.
"Esto es imposible", decía agitada, "es como tener que elegir cuál es tu hijo preferido...es inhumano...todos los trabajos son tan hermosos...".
Beatriz vivió en estado de sorpresa permanente por el reconocimiento mundial que recibiera su labor: profesora del Colegio de la Misericordia en Rosario, examinadora itinerante del Bachillerato Internacional al mismo tiempo que su voz se escuchaba en conferencias nacionales e internacionales. Siempre suave, dulce, humilde y modesta como suelen ser los genios auténticos.
Tu y yo, mi amiga, pronto hubiéramos cumplido medio siglo de compartir historias, éxitos, fracasos y ausencias.
Te voy a extrañar y sé que tengo que disculpar tu urgencia por tomarte de la víbora de trapo y elevarte.
Me despido con este sencillo homenaje a tu vida, no has pasado por la tierra en vano.
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