Martes, 11 de octubre de 2016 | Hoy
Por Sonia Tessa
Es una falacia equiparar al estado, garante de la seguridad pública, con un pequeño grupo de manifestantes. Y el grado de virulencia que podían tener esas manifestaciones se pudo haber previsto. Los policías del Cuerpo Guardia de Infantería llevaban armas largas y no hubo ningún intento de disuadir a las manifestantes, que en gran medida, ejercían su derecho a la protesta gritando consignas, sin pasar a ningún tipo de acción directa. A quienes sí lo hicieron, se les tiró balas de goma al cuerpo.
La primera contención de la Catedral fue un grupo de mujeres policías sin cascos ni escudos, cuando ya habían empezado los piedrazos y los botellazos desde la plaza. Al lado, agazapados detrás de los fenólicos que cubrían la iglesia mayor, decenas de efectivos sí contaban con esa protección. Cuando uno de esos fenólicos fue derrumbado por una manifestante, aparecieron más efectivos.
¿A quién le interesa reprimir a la manifestación más masiva y plural que tiene la Argentina? Las primeras balas de goma empezaron antes de otra medida disuasiva, y afectaron no sólo a reporteros gráficos y periodistas, sino a manifestantes que pasaban cerca del lugar. Las y los 18 heridos -varios de ellos periodistas- desmienten que todo se haya hecho de acuerdo a los protocolos.
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