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Domingo, 1 de marzo de 2009

CIUDAD › LA HISTORIA DE CARINA, LA JOVEN QUE FALLECIó EN EL HOSPITAL PROVINCIAL COMO CONSECUENCIA DE UN ABORTO INSEGURO

Retrato de una chica con proyectos e ilusiones

Quienes la conocieron la recuerdan como "un ser excepcional", siempre preocupada por la educación de sus tres hijos.

 Por Sonia Tessa

Las estadísticas y números esconden historias de seres humanos con proyectos, ilusiones, dudas y miedos. De los datos macro deben nutrirse las políticas públicas, pero cada vida que se pierde -y pudo conservarse﷓ tiene su propio espesor. De lo general, a lo particular. El viernes 20 y el sábado 21 de febrero murieron dos mujeres en el hospital provincial de Rosario, como consecuencia de abortos realizados de manera insegura. Una causa absolutamente evitable a través de políticas públicas. Las -por lo menos﷓ 100 mujeres que mueren cada año en la Argentina no tienen la posibilidad de acceder a una práctica segura, con profesionales idóneos, porque el aborto clandestino en esas condiciones es caro. La ilegalidad se paga, y quien no puede hacerlo queda expuesta a la muerte. Lo particular son las historias de vida de cada una de esas mujeres que sintió imposible seguir con el embarazo, y decidió interrumpirlo, a riesgo propio. De la chica de 24 años que falleció el sábado no se sabe nada, por expreso pedido de su familia. En cambio, tras la muerte de Carina, de 30 años, amigos y familiares hicieron pública su desazón y su bronca. Antes de llegar en estado desesperante, el jueves 19, al Provincial, Carina había recurrido el día anterior al hospital Centenario para pedir ayuda, a instancias de su empleadora, Liliana, que la acompañó y se quedó con ella. La joven entró sola a la consulta, y salió preocupada. Las tres médicas (dos medicatas y una ginecóloga) que la revisaron le dijeron que tenía una gran inflamación de cuello de útero, y debía prevenir el cáncer. Le prescribieron Ibuprofeno. Muy triste por la pérdida de una persona que consideró "excepcional", Liliana afirmó: "No entiendo qué puede haber pasado ahí adentro".

Liliana no sólo era la empleadora de Carina. Tenía una excelente relación con ella. Al punto que tras la enorme hemorragia con fuertes dolores que la chica había tenido el martes, uno de los hermanos de Carina fue a pedirle que la convenciera de ir al hospital. "Yo fui a buscarla. Ella me dijo que estaba mal anímicamente, le contesté que fuéramos al hospital para descartar todo lo físico, y después veíamos el tema anímico". Allí fueron, el miércoles 18. Estuvieron en el Centenario hasta después de las 23. Cuando salió, Carina le contó su preocupación porque las médicas habían insistido en la prevención del cáncer de cuello de útero. "Las tres que la revisaron coincidieron en el diagnóstico", relata ahora. Carina tenía cuatro meses de embarazo, y le habían practicado -según deducen sus hermanas por los mensajes de texto que intercambió con la comadrona﷓ maniobras abortivas el lunes anterior. Pero no le había dicho a nadie. "No sé por qué motivo no se lo pudo decir a nadie, quizás la situación de ilegalidad que conlleva el aborto la haya inhibido de poder expresarlo, pero es una especulación. No tengo idea del motivo por el cual no lo pudo hablar", indicó Liliana. "Si yo hubiera sabido que estaba embarazada, la hubiera apoyado cualquiera fuera su decisión. Pero me parece muy importante destacar que Carina estaba viviendo una situación de violencia, recurrió a la Justicia en distintas oportunidades, y no tuvo respuesta adecuada".

Lo mismo relataron Verónica y Marta, dos de las hermanas de Carina, a mitad de semana. Ella vivía muy cerca de su madre, en el asentamiento irregular de French y Formosa, enfrente de la villa conocida como "de los tobas". No quisieron recibir allí -donde vive Marta﷓ a esta cronista. Prefirieron hacerlo en la casa de Verónica, en Urquiza y Wilde, una zona menos humilde. Orgullosas, contaron los esfuerzos de algunos miembros de su familia para salir de la situación de pobreza. Ellas estudian en un EEMPA para terminar el secundario. De las otras dos hermanas, Patricia es policía y Paola estudia Arquitectura. Su madre, Sara, llegó desde Calchaquí hace 30 años. Esta mujer de 57 años es quien se hará cargo de los tres hijos de Carina: Matías, de 16; Flavio de 11 y Emilse, de 7. Matías es discapacitado, pero su mamá se ocupaba de llevarlo a jardinería, para asegurarle un futuro. Los otros dos iban a la escuela del barrio. Las hermanas culpan al marido de Carina por lo ocurrido, por la violencia. "Estaba sola para todo", refieren.

La empleadora, Liliana, también conoce la violencia que sufría la joven. Y se indignó porque en algún lugar se habló de "desidia" para describir la situación de la joven antes de llegar al hospital. "Carina era un ser excepcional, siempre preocupada por la educación de sus tres hijos, para que superen su situación. Es un ser excepcional en cuanto a la calidez, la responsabilidad, yo sentía que era alguien que cuidaba a mis hijas, y lo que te puedo decir es la preocupación constante que tenía por el bienestar de sus hijos. Un espíritu superador en el bienestar, la contención, y la superación", describió. Y contó que no sólo se preocupaba por los avances que hacían sus niños en la escuela, sino también en cómo se iban formando, qué actividades extracurriculares podían realizar. "El nene de 11 años había empezado computación. Por ahí en los medios he leído la palabra desidia. A mí me parece que hay que dejar claro que si bien es cierto que Carina y su familia vivían en una situación de pobreza y muy pocos recursos, a pesar de ello, ella era un respaldo en su familia y una contención que permitía a esos tres chicos acceder y tener posibilidades para superar la situación que estaban viviendo", puntualizó Liliana, que conocía muy bien a Carina desde el momento que le confiaba desde mayo de 2008 el cuidado de sus hijas pequeñas. Para ella, es muy importante decir públicamente: "Quienes tuvimos el privilegio de conocer a Carina lo sentimos enormemente, no sólo la pérdida de una vida, sino el proyecto de vida maravillosa que hubieran tenido esos tres hijos".

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Carina tenía 30 años, y era el respaldo de la familia para salir de la situación de pobreza.
 
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