Domingo, 29 de enero de 2012 | Hoy
CIUDAD › LAS TRANSEXUALES DE ROSARIO DENUNCIAN APREMIOS POLICIALES Y MALTRATOS CALLEJEROS.
Son trabajadoras sexuales en su mayoría y dicen que poco ha cambiado respecto de su trato de parte de la policía. Ignoran sus denuncias sobre ataques y violaciones en distintos lugares y las mandan a trabajar a otro lado.
Por Lorena Panzerini
En Rosario hay unas 200 transexuales que trabajan en la llamada zona roja. En los últimos meses denunciaron robos, golpes, violaciones, torturas y hasta heridas de arma blanca por parte de bandas que las increpan en las esquinas donde ofrecen sexo. Sin embargo, no obtuvieron respuestas de la policía, a la que acusan de "transfóbica". Apoyadas por el Frente de Diversidad Sexual del Movimiento Evita, exigen ser atendidas por el jefe de la Policía de la Provincia, Hubo Tognoli, "para que cambie la cuestión de fondo" y se respeten sus derechos. "No existimos para la sociedad. La policía nos manda a trabajar a otro lado, como si las trans pudiéramos elegir de qué trabajar o dónde hacerlo", se quejó Michell Mendoza, titular del frente. El año pasado, hubo 13 violaciones en la zona de 27 de Febrero y Godoy, pero no hubo denuncias "porque las chicas saben que terminan humilladas y sin respuestas". Para la militante, "la sociedad trans tiene los mismos problemas que tiene la sociedad de hoy con el aditivo de la marginalidad en la que nos pone la población, que potencia los casos. Hay droga, ausencia del estado, robos y violencia doméstica: todo potenciado", lamentó Michell.
"A trabajar a otro lado", le contestó un oficial de la comisaría 5º a una trans que denunció a una banda de jóvenes que les robaron varias veces en la zona de Mitre y Pasco. Cansadas de la respuesta recurrente las chicas decidieron que irán hasta el jefe de la fuerza para presentarle el reclamo y exigir capacitación, concientización y sensibilización al personal, para que no las discriminen.
La gota que colmó el vaso fue la situación que vivió una de ellas hace dos semanas atrás. Ese jueves, una de las chicas estaba trabajando en Entre Ríos y Pasco y su vida corrió serio peligro. Mientras estaba parada en la esquina, de noche, un grupo de chicos se le acercaba caminando por Mitre. Los casos suelen ser similares al principio: empiezan con insultos y bromas, pero todo empeora cuando intentan sacarles los bolsos o los teléfonos. Así sucedió aquella noche, pero la joven se resistió al arrebato y los chicos "le tiraron un puntazo que casi le da en los pulmones, aunque solo llegaron a lastimarle un brazo". Michell recordó: "Cuando presentamos la denuncia nos dijeron que no se podía dejar pasar lo que había pasado, pero al mismo tiempo nos dicen que no tienen móviles y que no pueden ir a patrullar. Al otro día nos fuimos a quejar de la falta de respuestas y el subcomisario se defendió diciendo que él no estaba en la guardia. A mí no me importa quién está, sino que garanticen la seguridad".
La situación de fluctuación que viven las chicas en las cuatro zonas donde trabajan, las llevó a comenzar cada vez más temprano. "Algunas están empezando a las seis de la tarde, porque sino a la noche tienen miedo de estar ahí. El tema es la inseguridad en general sumado a la homofobia y la transfobia que hay en la policía; excede nuestras posibilidades", dijo la militante del Evita. "Creen que por estar trabajando en la calle no merecemos el resguardo de la policía. Hasta es común que les pregunten a las chicas cómo estaban vestidas al momento de la agresión que intentan denunciar".
Michell ya no trabaja. Hoy está para defender a sus compañeras, a sus pares, que prácticamente no se sienten apoyadas por la sociedad. Como militante social, Michell mira para atrás y recuerda: "El trabajo en la zona es muy duro, porque las chicas tienen que mostrarse para trabajar, pero tienen que estar escondidas para que no les pase nada. Es muy difícil, y no tienen por qué cambiarse de lugar; es la policía la que no tiene que liberar la zona. No cuidan a nadie y de noche no hay seguridad de ningún tipo, para nadie".
La peor parte de lo que relató Michell sobre golpes y robos que sufren las trans cada noche mientras trabajan, sucede, paradójicamente, en la zona "más segura de todas". En ese sentido, lamentó: "La marginalidad del trabajo formal lleva a las trans a hacer esto por necesidad, por eso el promedio de vida de la comunidad no supera los 35 años. La sociedad te empuja al trabajo sexual" y las muertes llegan temprano.
Al mismo tiempo, recordó que el año pasado, en la zona de Godoy y 27 de Febrero fue violada una chica que se animó a denunciar. "La policía sabe quién es el violador, porque era un remisero de la zona y nos dijeron que lo conocían, pero no hacen nada". Esos abusos se dan "bastante seguido". Son "situaciones muy violentas, porque las chicas ofrecen sexo pero estos tipos se hacen pasar por clientes y después hacen esto: las violan, las torturan quemándolas con cigarrillos o con otras cosas, y después las dejan tiradas. De todas esas, ninguna denuncia, porque saben que la policía se burla, las margina y no hace nada porque lo que declaran sede policial ni siquiera sale de la comisaría. Es humillante que llegue una de las chicas vestidas de mujer a la seccional y la llamen por su nombre masculino". Michell fue más allá de la cuestión de la seguridad y reclamó "igualdad de oportunidades" para las trans: en las escuelas, en la universidad, en empresas y el propio Estado.
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