Martes, 31 de julio de 2012 | Hoy
CIUDAD › FERNANDO ALVIRA, HIJO DE DESAPARECIDOS EN SAN NICOLáS
Tenía nueve meses cuando el Ejército secuestró a sus padres. Fue enviado a un orfanato, donde sus abuelos maternos fueron a buscarlo. En la causa por la sustracción de Fernando está acusado Saint Amant en el juicio oral y público que se realiza en Rosario.
Por Sonia Tessa
Fernando Alvira tenía nueve meses el 5 de mayo de 1977, cuando un grupo de tareas del Ejército irrumpió en la casa de San Nicolás en la que vivían su mamá, María Cristina Alvira; su papá, Horacio Arístides Martínez, y donde estaba de visita Raquel Alvira, hermana de su madre. Cuando las fuerzas bajo las órdenes de Manuel Fernando Saint Amant, por entonces jefe del Area 132 del Comando del Primer Cuerpo de Ejército, secuestraron a los tres militantes, dejaron al bebé a cargo de un vecino, Juan Perazzo, con estrictas órdenes de llevarlo a un orfanato. El vecino cumplió, y el bebé permaneció muchos días en la institución, hasta que los abuelos maternos fueron a buscarlo. Allí, el sacerdote Miguel Regueiro les exigió a Carlos Alberto Alvira y su esposa que firmaran un documento incriminando a los hoy desaparecidos por actividades que entonces se denominaban "subversivas". Desesperados por recuperar al niño, el documento fue firmado. "Solamente bajo esa coerción me entregaron", dijo ayer, en la puerta de los Tribunales federales, Fernando, aquel bebé. En la causa por la sustracción de Fernando está acusado Saint Amant en el juicio oral y público que se realiza en el Tribunal Oral Federal número 2 de Rosario. Con un cúmulo de "sentimientos encontrados", Fernando llegó ayer para escuchar la audiencia, pero no pudo entrar porque comenzó la etapa del juicio en la que no ingresan testigos ni querellantes. En su caso, también estaban procesados Regueiro y Diego Ricardez, que murieron.
Fernando tiene 35 años y será papá por primera vez en setiembre. Cuando tenía nueve meses, la vuelta con su familia demoró. "Estuve unos cuantos días, hasta que mis abuelos maternos se enteraron de lo que pasó. En esa época no había internet, celulares, no había teléfonos prácticamente", sitúa el relato. La familia Alvira vivía en una pequeña colonia agrícola del norte santafesino, Colonia San Roque, cerca de Reconquista. Entonces, las familias materna y paterna se pusieron de acuerdo para que el niño creciera en la ciudad de Santa Fe, donde vivían los padres de Horacio Martínez. "Con la expectativa de que mis viejos se convirtieran en presos legales, y quedaran detenidos en Coronda o Las Flores, decidieron que me criara en Santa Fe con la familia de mis abuelos paternos", continúa su relato. La relación con los Alvira fue siempre fluida. De hecho, ayer, en la puerta de los Tribunales Federales, Fernando que vive en La Plata aprovechó para "ponerse al día" con su tía Adriana Alvira hermana de María Cristina y Raquel y sus primos. Todos ellos residen en Romang, y vienen a las audiencias a presenciar el esperado juicio.
"Este momento genera un cúmulo de sensaciones completamente encontradas. La satisfacción de algo que por fin se logró, que me parece increíble, pero por otro lado está la sensación de que quisiera tener a mi viejos", se sincera Fernando, que se crió con la firme advertencia de sus abuelos de evitar cualquier participación política ya sea en la escuela secundaria, la Industrial de Santa Fe, como en la Universidad Nacional del Litoral, donde Fernando estudió Ingeniería química. "Estaba pensando en el viaje hacia acá que esta pequeña lucha personal hace que el país que les dejemos, o que yo le deje a mis hijos, sea un poquito más justo. Es otro motivo para decir yo tengo que estar acá", dijo en la mañana fría de ayer, este científico, que es investigador del Conicet, del Centro de Investigaciones Opticas, donde trabaja con láseres de alta potencia, y también es docente de la Universidad Nacional de Quilmes.
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