En el gobierno los definen como "jóvenes vulnerables que circulan por situaciones de conflictos y violencia". Otros, más prosaicos, los llaman "ni-ni", porque ni trabajan ni estudian. Algunos de ellos, en Rosario, empezarán por estos días a evaluar la posibilidad de retomar sus estudios secundarios. Y para ayudarlos a decidir y sostenerse en la escuela, contarán con el acompañamiento de un estudiante de profesorado, a modo de tutor, uno por uno. La iniciativa de la Secretaría de Seguridad Comunitaria es uno de los ejes del programa Juventudes Incluidas que comenzó a desarrollarse en 2009 y que el año pasado empezó con este desafío puntual en la ciudad de Santa Fe: este año los operadores de calle lograron reescolarizar a 45 adolescentes en la capital de la provincia. Ahora quieren replicar la experiencia en Rosario con grupos que ya participan en talleres en los barrios Ludueña, y Emaús, mientras convienen el armado de tutorías con institutos de formación docente de la ciudad.

Son unos 150 jóvenes los que participan de las actividades del programa. Las organizan en tres ejes de trabajo: uno es el de la convivencia, y a ella apuntan propuestas culturales, recreativas y deportivas. Otro frente de acción es la formación de jóvenes para el trabajo, para mejorar su empleabilidad. Y por ésto funcionan talleres de capacitación en oficios como el de trabajo en cuero y fabricación de pelotas en Ludueña. "Un grupo de madres del cordón Ayacucho se acercó para que les demos una mano en alejar a sus hijos del consumo y de actividades delictivas. Con ellas estamos procurando un taller de carpintería", reveló el director de Seguridad Comunitaria, Pablo Suárez. Este año, los grupos de Ludueña y Emaús participan de un taller de reparación de bicicletas; en el centro comunitario San Cayetano, de Gorriti y Garzón, y en el Centro de Día La Posta, también funciona un taller para letristas; y en la Casa del Adolescente, otros aprenden los rudimentos de la fotografía, enumeró Suárez.

Para la ejecución del programa, sus operadores interactúan con otros ministerios, con áreas municipales, y con organizaciones sociales que ayudan a legitimar el trabajo ante los ojos de los vecinos, sobre todo de los jóvenes.

El tercer eje de trabajo es la "promoción y garantía de derechos", y ahí talla el desafío de completar la educación formal de los jóvenes.

"Ellos circulan por situaciones de conflicto y violencia. Tienen entre 15 y 28 años, y son quienes en su barrio cargan con el estigma de ser conflictivos, con mucho tiempo ocioso. A ellos les acercamos una propuesta de inclusión", circunscribió Daniel Medús, responsable del programa. Tuvieron las primeras reuniones con equipos de Educación y Desarrollo Social, y desde hoy empiezan a elaborar un diagnóstico para definir quiénes de unos 180 jóvenes contactados en distintos barrios están en condiciones de reescolarizarse, en caso de que quieran, claro. Luego, el marco es el del programa Volver a la Escuela, de la cartera educativa.

Subyace en Juventudes Incluidas el concepto de prevención social del delito. "Concebir la seguridad no como una acción que se limita al combate del delito, sino como una política pública que considere las condiciones en las que uno de los emergentes posibles es el delito, la violencia, y actuar desde allí con una estrategia acorde", explicó Medús.

Suelen llamárseles "jóvenes ni ni", pero para quienes trabajan con ellos a diario, el asunto es más complejo. "Estos chicos tienen historia, una familia que no es la tradicional. Desde allí tratamos de acompañarlos en su reinserción al ámbito educativo. Al principio tropezamos, porque los confrontábamos a una frustración más grande aún porque hacía 4 o 5 años que estaban desalojados del sistema. Ellos no podían responder a la demanda educativa formal y era lógico que volvieran a salir de la institución", contó.

Para evitar esa frustración y consecuente deserción escolar, pensaron en que los futuros docentes que estudian carreras de profesorado podrían ser de utilidad. Así entablaron convenios con algunos de esos institutos en Santa Fe para que esos estudiantes realizaran sus prácticas obligatorias como tutores particulares de los jóvenes a reescolarizar. "Sabemos de los problemas que los jóvenes enfrentan en el territorio para transitar -asumió el coordinador-, conflictos con la fuerza pública, con actores de su mismo barrio o de otro. Y si no contemplábamos eso, los chicos no llegarían a la tutoría y así no funcionaría".

Empezaron por Santa Fe, en espacios comunitarios de Alto Verde, y en los barrios San Lorenzo y Chaqueño, para que no tuvieran que moverse de su lugar. "El primer año fue frustrante porque nuestras pretensiones no coincidían con la realidad de esos jóvenes, y el año pasado pudimos acompañar en su regreso al estudio a 32 jóvenes en el primer cuatrimestre, y a 7 en el segundo. La mayoría lo hacen en Eempas, porque son mayores de 18 años. De esos 39 jóvenes, entre 15 y 19 terminaron el año", señaló.

En esa modalidad, 2E y 4E año se cursa en el primer cuatrimestre, 3E y 5E año en el segundo cuatrimestre, y sólo 1E año requiere el ciclo lectivo completo. Este año en Santa Fe se inscribieron 45 jóvenes en Santa Fe, acompañados por 38 tutores.

"La valoración debe darse en términos subjetivos, no cuantitativos. El desafío es garantizar que continúen a largo plazo, que confíen en nuestra propuesta porque muchas veces no tienen otros lazos con otros actores. Si uno muestra que está junto a ellos, los jóvenes confían y a partir de allí, la reinserción es posible. Que sepan que existe una alternativa, y que pueden elegir, y que hay un otro que los acompaña", afirmó Medús.