Domingo, 28 de enero de 2007 | Hoy
CIUDAD › AMMAR, UN SINDICATO QUE NUNCA LUCHARA POR MAS PUESTOS DE TRABAJO
Las trabajadoras sexuales de Rosario recordaron ayer en un acto a Sandra Cabrera, su líder asesinada tres años atrás. En la nota las dirigentes de AMMAR Claudia Lucero y María Aravena, cuentan cómo es ir de la calle a la militancia gremial.
Por Alicia Simeoni
La Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR) nació para morir un día, para perseguir con otras organizaciones y expresiones sociales la concreción de una sociedad sin explotación del hombre por el hombre. Para el caso, la explotación de hombres y mujeres hacia muchísimas otras mujeres que sobreviven del que siempre se dijo -como para preanunciar y convencer que no desaparecerá- que es 'el oficio más viejo del mundo, la prostitución', una llaga social anudada casi sin falta a la ignorancia, la pobreza, la falta de oportunidades y de proyección. Las trabajadoras sexuales organizadas alrededor de este gremio que forma parte a nivel nacional y local de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), acarician la utopía en cuanto a que en otro mundo posible no haya quienes lleguen a la prostitución por la imposibilidad de elección que se materializa de muchas e innumerables formas. A diferencia de los planteos y objetivos de otros gremios, el de las meretrices no tiene como premisa la lucha por más puestos de trabajo, pero sí porque quienes así trabajan dejen de ser presas y bocados apetitosos de la persecución policial. Tampoco esclavizadas o abusadas por esa suerte de 'gerentes' chupasangre que a cambio de una invocada protección les sacan más del 50 por ciento de sus ganancias. Todo un homenaje a la militante social asesinada tres años atrás, Sandra Cabrera, por parte de dos dirigentes de las meretrices, Claudia Lucero (41) y María Eugenia Aravena (25), secretarias generales de AMMAR Rosario y Córdoba respectivamente. Cuestionan la ausencia del Estado para generar políticas que permita sacarse de encima a la aprovechadora y envilecida policía y que a la vez investigue las estructuras mafiosas y corruptas que reducen mujeres a la condición de siervas o esclavas.
Hace tres años que Claudia Lucero está en AMMAR y después de un rato de hablar con esta cronista se detiene: se da cuenta de cuánto dijo y que "creció", que su "cabeza se abrió". Ella apunta que las trabajadoras sexuales suelen ser individualistas, desconfiadas y recelosas "por eso de la marginación" y que no están acostumbradas a proyectos en común. "La experiencia de AMMAR nos muestra las posibilidades que brinda una acción solidaria. Vivo preocupada porque a las chicas, a mis compañeras, les llegue el mensaje en cuanto a que hay que protegerse, que cuidarse del VIH. Hice y hago cosas que nunca pensé que iba a hacer. Esto también es un homenaje a Sandra porque cuando tomé esta responsabilidad pensé que no había que dejar que se muera lo que ella hizo".
La vida de Claudia dio un vuelco después del asesinato de Cabrera, cuando tomó casi un hierro caliente, nada más ni nada menos que el puesto de la meretriz que se había transformado en una luchadora social, que podía ver bastante más allá de su nariz y la de sus compañeras de esquina. Cabrera tenía sensibilidad por lo que pasaba en el espacio físico y temporal de los trabajadores, de los jóvenes en peligro y sobre todo de las mujeres esclavizadas por 'fiolos' y proxenetas bajo el mentiroso paraguas de la protección. Claudia Lucero suele ir a la sede de AMMAR a las 10 de la mañana y se queda allí también por la tarde, desde donde trabaja en la planificación de acciones que puedan seguir desarrollando las integrantes del gremio, algunas más dedicadas que otras, y que tienen que ver con la organización para la prevención de enfermedades y la búsqueda de mejores condiciones de trabajo. Si hay algo que caracteriza a estas mujeres es el estado de exposición, de vulnerabilidad permanente. Por eso el de Claudia es un trabajo de minuciosa explicación, de organización de talleres callejeros. Lucero no trabaja en la calle desde tres añas atrás, pero lejos, muy lejos de querer aparecer como una suerte de heroína cuenta, simple, que formó pareja con un hombre que había sido su cliente y que resolvió dedicarse con más fuerza al gremio. Una manera de probar otro camino. Entonces, por las noches, sale a la calle a repartir preservativos y a hablar con sus compañeras sobre la organización, la salud y todo lo que se puede hacer si se parte de la premisa solidaria.
"Desde el cielo o desde donde esté Sandra debe decir, 'me entendieron, siguen trabajando", comenta Claudia con una sonrisa cuando con orgullo relata que era comadre de Sandra, es decir, madrina de la pequeña Macarena, la hija de Cabrera que ahora tiene 11 años. También fue perdiendo la timidez, casi la hosquedad de años atrás cuando se le hacían preguntas. Tiene una imagen sencilla pero cuidada, el cabello rojizo prolijamente peinado. A cara lavada, los ojos marrones son mansos y trae una mochila con carpetas y materiales de difusión. Va de reunión en reunión. Casi todos los representantes de organizaciones la conocen pero si no es así se presenta y explica que es la secretaria general de las meretrices. "Ahora puedo decirlo, antes me costaba porque en el fondo es como si todas cargamos con una especie de culpa, de reproche que nos sale de adentro...Siempre nos han hecho sentir que somos como delincuentes hasta que llegamos a la CTA y nos llamaron 'compañeras'...Nos mirábamos, no lo podíamos creer", dice.
Para las trabajadores sexuales de Rosario que exista AMMAR es tener algo por primera vez: "Como dice una compañera nunca tuvimos nada y ahora contamos con un sindicato", dice Lucero.
-¿Cómo se expresa para AMMAR la reivindicación común de todo sindicato?. ¿Ustedes quieren más puestos de trabajo?.
-C.L: Mi compañera del sindicato nacional Elena Reynaga lo dijo, la Asociación de Meretrices nació para un día morir. Nos encantaría que alguna vez se cumpla la utopía, que no haya más trabajadoras sexuales porque la falta de oportunidades y la necesidad las lleva hasta allí. Si alguna lo elige de verdad está bien. Pero la mayoría de nosotras encuentra el comienzo en la ignorancia y en la pobreza. Casi ninguna tiene estudios, no terminamos la primaria. Yo tengo 5º grado, aprendí a leer y a escribir y así son las cosas. Así que como no podemos decir ahora que no habrá más trabajadoras queremos que quienes están no sean basureadas, que tengan mejores condiciones.
-M.A: No pedimos más puestos de trabajo pero el trabajo que ya existe no se puede negar. Entonces apuntamos a mejorar la calidad de vida de las mujeres y que lo hagan por elección propia, que no estén manejadas, explotadas o esclavizadas. Queremos ser reconocidas como parte de los trabajadores y contar con los beneficios que cuentan algunos integrantes de este sector en la Argentina, digo algunos porque la mayoría está tan desprotegido como nosotras.
-¿Cuál es el proyecto entonces?
-C.L: El pensar en una sociedad distinta con oportunidades para todos y ese no es problema sólo de las trabajadoras sexuales. Hay algunas cosas que aprendí como la que tiene que ver con la pregunta acerca de quién tiene el trabajo que quiere en estos días. Son pocas las personas que hacen lo que realmente desean. Lo ideal sería que todas y todos tengamos una oportunidad.
-M.A: Se trata de un problema social en el que existe un Estado totalmente ausente. En realidad la única política de ese Estado es la represión, la de llevar presa a las compañeras pero no la brindar oportunidades. Hay mujeres que están grandes y justamente no tienen ninguna otra posibilidad, y están cansadas. También hay que decir que hay mujeres que trabajan por su cuenta porque decidieron hacerlo, pero de lo que no hay que olvidarse es en qué condiciones se da esa decisión....En la de la ignorancia. El 90 por ciento de nuestras afiliadas en Córdoba no tiene terminada la escuela primaria. ¡Ni hablemos de mayor educación!. Por eso en AMMAR, que funciona en la sede de ATE, hay una escuela primaria con reconocimiento oficial. Pero no se trata de un ghetto, allí van también amas de casa, mujeres del barrio en la zona de Nueva Córdoba, cerca de la Terminal.
-¿Es importante el número de las trabajadoras afiliadas al sindicato?
-C.L: Ahora tenemos 160 afiliadas, cuando murió Sandra éramos 90. Después se sumaron más, cuando empezamos a llegar a través del proyecto presentado en el Programa Municipal de Lucha Contra el Sida (Promusida)
-¿Y son muchas las que no están sindicalizadas?
-C.L: Sí y ahora más, porque si bien la policía, de una forma u otra trata de molestarlas, en Rosario no las lleva detenidas. Entonces hay muchas chicas que salen más. También están los casos de quienes no quieren darse a conocer, chicas jóvenes que trabajan y las familias no saben. Una de ellas, de unos 19 o 20 años, dice que es empleada en un ciber. Hay quienes tienen vergüenza. Hace un tiempo estuve haciendo un relevamiento para conocer qué compañeras necesitaban cajas de alimentos. Cuando le avisé que la iban a llamar de Promoción Social se asustó muchísimo, quería saber si le preguntarían si era trabajadora sexual. También a mí me pasó, pero la culpa se ha corrido un poco porque ahora voy a reuniones públicas y me presento como representante de AMMAR.
-¿Qué significa la figura de Sandra Cabrera?
-C.L: Para mí mucho, yo hablo a veces con su foto y le pido que me ayude. Cuando la imagen se cae del lugar en que está puesta en nuestra oficina se me ocurre preguntarle: '¿Qué te pasa gorda que estás inquieta'? Sandra tenía una fuerza bárbara. A mí me pasa ahora lo que le ocurrió a ella. Llegó a la sede de ATE, Asociación Trabajadores del Estado, en San Lorenzo al 1.800 y la llamaron "compañera". Empezó a sentir que la trataban bien, como no la habían tratado antes, que tenía un lugar. Se hablaba de las compañeras, de las chicas de AMMAR. También empecé a entender que se podían hacer muchas cosas además de pararse en una esquina o bien ocuparse de lo doméstico. Ahora voy a ir a un encuentro de trabajadoras sexuales en Perú. Y todo esto que estoy aprendiendo se lo debo a Sandra y a AMMAR que abrió mi cabeza.
-M.A: Conocí a Sandra y tengo de ella la imagen de una compañera con muchos ovarios, con mucha fuerza. Siempre iba al frente. Ella luchaba porque seamos reconocidas como trabajadoras, pero eso no le conviene a mucha gente que tiene grandes redes de explotación y maneja desde prostitución infantil, saunas y whiskerías. Hay una gran mafia por detrás de esos negocios que no se investiga. No hay políticas serias para abordar el problema de la explotación y Sandra Cabrera denunciaba y quería que se investigara. Por eso la cagaron.
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