El de Sandra Cabrera fue y es un crimen político. Sin duda, porque su presencia, su lucidez para buscar las mejores formas de organizar y su capacidad de rápido aprendizaje la hubieran convertido en un cuadro sindical importante. ¿Por qué importante?. Por la posibilidad de no quedarse mirando sólo su ombligo, para el caso el de las meretrices. Ella aprendía con rapidez sobre los padecimientos de tantos otros trabajadores, hombres y mujeres, y entendió muy rápido que eso de la organización es la única herramienta válida que tienen los más desprotegidos socialmente, los olvidados, los excluidos, los explotados. Si el último término puede resultar ante algunos ojos demasiado clasista es fácil de reemplazar por expoliados, exprimidos, utilizados, chupados en el capital más valioso que tienen, el de poder trabajar. El sepelio y el entierro de Sandra Cabrera se convirtieron en convocatoria y acto político. Sus compañeras lloraban, mucho, pero representantes de sindicatos, de ongs., políticos, periodistas que no sólo iban a cubrir la información de lo que allí pasaba, estaban atónitos. Sabían que no se trataba de un crimen pasional. Mujer, pobre, sola, sí o sí cabeza de familia, y además trabajadora sexual y dirigente sindical. Arriesgada, casi intrépida, cuando seguía denunciando a la policía que la acosaba. ¿Provincial, Federal?. Qué importa, en este terreno las instituciones de 'seguridad' son los ejecutores, corre ve y diles del los variados sectores de poder de muchos ámbitos, no sólo del político y judicial, sino de aquél que comercia con la vida de las personas y también de la atrasada Iglesia Católica argentina que si fue cómplice de la dictadura seguro hubiera visto, con buenos ojos, que se aleccionara a la "pecadora" con alguna de las prácticas inquisidoras. La figura de Cabrera sigue inspirando fuerza, convicción en que puede haber una sociedad mejor y deja de lado la postura de víctima que a veces manipula y otras lleva a la inacción. ¡Cuántos, muchos, tienen deuda con ella, con la verdad y con la construcción de una ciudadanía más sincera, que se prepare y resista las presiones, múltiples, para que no se deroguen los vergonzantes artículos del Código de Faltas, una tarea por la que Cabrera tanto luchó.