Martes, 21 de febrero de 2006 | Hoy
CIUDAD
Por S.T.
El mismo policía convocado para prestar ayuda les advirtió a los padres de D. que el lunes tendrían a todos los medios en su casa. Y fue una profecía autocumplida, ya que a primera hora los móviles de radio y televisión se acercaron a la humilde vivienda de Garzón al 1800 en busca de "la" historia. La espectacularidad de la noticia, y los componentes sobrenaturales, bastaron para hacerla la comidilla de la ciudad durante todo el día. Estaba en juego la vieja historia de lo excepcional: es noticia que un hombre muerda a un perro, pero no al revés. La niña que mueve los objetos con una fuerza invisible y a la vez inasible necesariamente iba a trascender.
Pero esa misma historia plantea paradojas y desafíos. A los medios, que se metieron en la intimidad de una nena cuya vida deberá normalizarse en algún momento. Será difícil que D. evite el estigma de ser "la poseída" entre sus compañeros de escuela, sus vecinos, incluso conciudadanos que ni siquiera la conocen. También el Estado tiene algo que hacer: proveer a D. y su familia de una atención psiquiátrica reclamada a gritos por Mirta, la mamá de la niña.
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