Domingo, 11 de septiembre de 2011 | Hoy
SOCIEDAD
Por Damián Verzeñassi*
Dieciocho millones de hectáreas que se anuncian como un logro y muestra del posicionamiento de privilegio de Argentina en el mundo por haber alcanzado las 100 millones de toneladas de granos. También dice en otras letras que, nada más en el último año, se han envenenado esos territorios con casi de 300 millones de litros de químicos tóxicos, para producir forrajes y combustibles principalmente para la exportación. En estos territorios habitamos aproximadamente 12 millones de seres humanos.
Conforman esas exportaciones la estructura vertebral de los planes agroalimentarios de algunos países europeos, como España. Nosotros no.
La presentación celebrada y aplaudida de 160 millones de toneladas para el 2020 anuncia la continuidad de la agricultura, dependiente de química tóxica, de commodities y transgénicos. No es alimentos para argentinos. La comida sana y de permanencia está en las chacras y granjas de cinturones verdes urbanos y en espacios rurales con ecosistemas vivos, cuidados, respetados. La continuidad de los ecosistemas asegura biohabitabilidad a los territorios. Los ecosistemas dañados terminan en desiertos. Desde allí comenzarán las marchas sin destino de los futuros refugiados ambientales.
La agricultura industrial es un arma de destrucción masiva. Es una anunciada arma de control demográfico. Es una manera de producir combustibles, no alimentos, ante el fin del petróleo.
Los hambrientos del mundo no dependen de la capacidad comercial de 400.000 agronegociadores del planeta, sino de la revitalización y devolución a la ruralidad de 1500 millones de agricultores locales, con semillas propias y mercados de intercambios y comercios en escalas de cercanías. Sin distancias de recorridos solo alcanzadas con combustibles fósiles o agrocombustibles. Ese no es un plan agroalimentario de soberanías. Eso no es alimentación segura para todos. Ese es el plan de la OMC.
La producción agroindustrial es uno de los sistemas productivos responsables de las enfermedades actuales y futuras de nuestros territorios. Lo sabe el Banco Mundial, que en 1991 planteó la necesidad de traslado de las industrias sucias a nuestros países "porque son los de menores salarios, movilizan menos el sistema económico y enferman antes de otras cosas". Otro anuncio cumplido.
*Doctor. Sub Secretario Académico Facultad de Ciencias Médicas UNR.
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