Viernes, 20 de noviembre de 2009 | Hoy
Por Pablo Pérez
En una fiesta, mi amigo N escuchó a Marita Chambers y a dos locas letradas amigas hablar mal de los que miramos telenovelas. No sé qué pensarían de mí si se enteraran de que cuando salgo de dar clases, a las diez de la noche, me vengo volando a mi casa en un taxi, desesperado por llegar a ver Valientes, o si les dijera que la historia de mi novela El mendigo chupapijas –que las mencionadas arriba celebraron y cuya historia de amor del final Marita leyó desde Fragmentos de un discurso amoroso de Barthes– no es sino de inspiración telenovelesca.
Durante toda mi infancia y adolescencia, apenas regresaba del colegio encendía el televisor, que no apagaba hasta antes de irme a dormir. Además de los programas infantiles como El Chapulín Colorado, o las series como La Mujer Maravilla o La mujer biónica (personajes que, como muchas locas en sus primeros pasos, yo imitaba en los recreos), miré muchísimos teleteatros. El primero que recuerdo vívidamente es El gato, con Gabriela Gilli y Rodolfo Bebán, de quien, a mis siete años, estaba enamoradísimo: me apasionaba verlo treparse por el balcón de su amada, vestido de negro, con botas de montar y enmascarado; es muy probable que haya sido ésta mi primera experiencia fetichista leather.
Lo que me sucede con las telenovelas es que me meto en la trama a tal punto que el mundo de los personajes termina siendo el mío. Mientras miramos la novela, mi amigo N y yo nos mandamos mensajes de texto comentando las diferentes escenas o intentando adivinar lo que va a ocurrir.
Odio a Juana (Eleonora Wexler) y me gustaría meterme por la pantalla para darle un cachetazo; de los tres hermanos, Leo (Luciano Castro) y Enzo (Gonzalo Heredia) me parecen dos insoportables, y amo a Segundo (Mariano Martínez), que comenzó analfabeto y a lo largo de los capítulos va aprendiendo a leer y escribir. Para los que todavía no saben qué es un chongo, miren a Segundo: viene del campo, es mecánico, tiene lomo, habla mal y se come las eses, es romántico pero no empalagoso como su hermano Leo, es caballero, inocente y deja entrever su lado vulnerable por un ligero sentimiento de inferioridad respecto de los amigos de buena familia de Isabel (Marcela Kloosterboer), de quien está enamorado. Uno de estos amigos, Federico, fue hasta ahora el único personaje gay que apareció en la tira y parece haber sido incluido por dos capítulos solamente para tirarse un lance con él. Como si fuera poco, Segundo se metió en el mundo del catch bajo el nombre de “Vengador Anónimo”, encapuchado (como mi primer amor de telenovela) y con traje ajustado de lycra. ¿Podremos mirar también Valientes desde Barthes y su artículo sobre el catch? Uno de los momentos más lisérgicos de la tira es un sueño erótico de Isabel que, atada y a punto de ser apuñalada por un villano, es rescatada por el Vengador Anónimo, que entró por la ventana. Isabel se despierta ante los ojos de Segundo, que le pregunta: “¿Con quién soñabas?”.
Así, mirando telenovelas, se fue formando mi idea del amor y, a mi pesar, sigo esperando que un héroe aparezca por la ventana para rescatarme y llevarme con él.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.