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Viernes, 16 de julio de 2010

Y la Tierra sigue girando alrededor del Sol: aleluya. Ganamos nuevamente

 Por Carlos Figari

Como entonces, como siempre, el movimiento de la historia y los que luchan por sus libertades ganó la batalla contra las verdaderas fuerzas del mal, las que hablan del Plan de Dios y comulgan con el exterminio. Las que desde hace siglos están manchadas de sangre, en muchos casos –muchos– con la nuestra...

Los y las naranjas mostraron sus fauces. No pueden ya mentir, nos odian profundamente. Lo atestiguaban sus caras, sus consignas: Argentina maricona. Sodoma, Homomonio...

Desde hoy ése es el pasado. Pero las caras y los insultos de senadores y senadoras como Negre de Alonso, Sonia Escudero, Olmedo quedarán grabados en la memoria del oprobio del pueblo argentino. Otros cuadros para descolgar y tirar.

Al comenzar el debate Negre de Alonso expresaba: “¿Les vamos a tener que enseñar qué es gay, qué es bisexual?”, refiriéndose a que los chicos y chicas en la escuela tendrían que conocer y aceptar que existimos. Bien por usted senadora, dijo lo que debió decir desde el principio, lo que todo el tiempo flotaba en el aire, lo que cada una de esas remeritas naranjas expresaban: odio, intolerancia, racismo, que no existamos.

Afuera del recinto la multitud gritaba enfervorizada a cada arremetida de esta mujer: nazi, nazi. Todo dicho.

Esa chusma es pasado, la historia ni siquiera los recordará. Por eso olvidemos y hagamos votos para que se inicie de ahora en más una nueva historia para nosotras y nosotros, gays, lesbianas, transexuales, travestis, bisexuales, intersexuales y lo que tenga aún que venir; la lista no se cierra, como el deseo, como la vida misma.

Ya no será la que a nosotrxs nos tocó vivir, condenados a cargar con nuestra hasta hoy “oprobiosa” marca supuestamente por violar la ley natural. Hoy ella se termina. De natural sólo le queda la mueca del odio y la sequedad de una carne yerma.

Esperamos que en poco tiempo sea posible volver a contar las viejas historias que narran el inicio del mundo y que nuestros hijos, hijas, nietos y nietas sean ese motor. Y así entonces podremos escuchar cosas como éstas:

Cuando la profesora le preguntó a Abel cómo se llamaba su madre el niño contestó: “Mi mamá se llama Adán” y ya nadie sintió vergüenza*.l

* Le debo esta frase a un sacerdote marplatense. ¡Qué bueno!

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