Viernes, 1 de octubre de 2010 | Hoy
ES MI MUNDO
Con la consigna de “arte y la política”, en esta Bienal de San Pablo participan 160 artistas, de los cuales menos del 30 por ciento son mujeres y sólo dos obras presentan temáticas queer. Los retratos parecen ser el género elegido últimamente para cumplir con el cupo. La disidencia sexual es una de las grandes ausentes de la consideración de la Bienal.
Por Kekena Corvalán
Luego de aquella Bienal del Vacío que asombró al mundo, cuando su curador Ivo Mezquita propuso despojarla de obras y ofrecer esta ausencia como espacio de reflexión, San Pablo vuelve a la carga con la elección del núcleo arte-política, que no resulta caprichoso: es uno de los ejes del pensamiento teórico actual. En el propio relato metacuratorial de sus organizadores, se puede leer: “El arte siempre cuestiona e interrumpe los medios por los cuales uno observa y ocupa el mundo... de esta manera logra perturbar los sentidos, generando un conocimiento que no puede ser encontrado en ningún otro lugar”. A pesar de estas definiciones, en el panorama de arte y política planteado por esta institución, sólo dos obras hacen referencia explícita a la disidencia sexual. Abundan, en cambio, referencias a los líderes, las elecciones; las guerras, los ejércitos, la militarización de las sociedades; las dictaduras; la neovanguardia del ’60; el colonialismo y el neocolonialismo; los medios de comunicación. Las dos obras que ponen en acto claramente la disidencia sexual pertenecen a dos fotógrafas, una sudafricana y otra brasileña.
Esta fotógrafa, nacida en 1972 en Umlazi, vive y trabaja en Johannesburgo, Sudáfrica. Su primera exposición individual fue en 2004. En 2009 obtiene el premio Casa Africa a la mejor fotógrafa mujer y el premio de la Fundación Blachère en la Bienal de Fotografía Africana de Bamako. También ha recibido reconocimientos por su aporte a los estudios sobre sexualidad y género. Su obra ha circulado por diversos museos y galerías, así como por el Market Photo Workshop de Johannesburgo y el Afrovibes Festival de Amsterdam o Le Case d’Arte de Milán. Además ha sido artista residente del Massachusetts Institute of Technology. Integra el Forum for the Empowerment of Women (FEW) y colabora en Behind the Mask, una revista online gay-lésbica africana.
La obra que presenta en la Bienal, Faces and Phases, se conforma de 24 fotografías, enmarcadas y con vidrio, de 86,5 x 60,5 cm, formato vertical, impresiones en gelatina de plata blanco y negro. Retratos de frente o tres cuartos a integrantes de la comunidad lésbica negra. Son mujeres que desempeñan una actividad social y profesional específica: deportistas, actrices, abogadas, cineastas, bailarinas. Protagonistas de una resistencia que se expresa en la mera afirmación de lo que se es. No hay victimización ni morbo. Lo interesante es que cada foto tiene nombre y apellido y nos mira a los ojos, como acto afirmativo de la propia identidad; el recurso tan potente de esa mirada frontal explicita que el punto de encuentro de ambas partes, la del retrato y la de quien lo contempla, equivale a ser e instaura las dos identidades.
El público que recorre la bienal el sábado por la tarde luego de la apertura en su gran mayoría tiene un perfil familiar o de grupos de chicos y chicas. Frente a las fotos de Muholi no hay multitudes, como sí las hay a pocos metros, frente a los dibujos de Gil Vicente mostrando su autorretrato apuntando con un arma a un líder político actual, ni en la planta baja, donde los defensores de los derechos de los animales concientizan exigiendo la libertad de los urubúes encerrados en el amplio hueco que deja la rampa de acceso a los dos pisos, enjaulados allí por el artista paulista Nuno Ramos.
Muholi comienza a realizar estos retratos en 2007, en un proceso denominado Photo-Voice Workshops, operando una tarea donde el desarrollo teórico no está exento. Este es un fenómeno distintivo de quienes elaboran su lenguaje de creación comprometidos con su propia disidencia sexual y tienen que, a la vez que producen obra, producir discurso y sostener un activismo.
Ante la ola de ataques xenófobos y lesbofóbicos de la propia Sudáfrica, decide incorporar mujeres lesbianas negras de otros países, como Inglaterra o Canadá.
La situación de violación, asesinato o ataque se mantiene en ambos motivos: ser negras y lesbianas. Estas mujeres no tienen ningún punto en común con las siglas del modelo WASP, White, Anglo-Saxon, Protestant. O mejor dicho, aquí se reafirma la estrecha relación entre el modelo del patriarcado y el modelo de representación.
Si bien el apartheid comienza a desarticularse con la llegada a la presidencia de Nelson Mandela en 1994 y la sanción de una nueva Constitución que propone erradicar la discriminación basada en diferencias de raza, género u orientación sexual, la situación sigue siendo muy complicada para las sexualidades no paradigmáticas.
En los retratos de Muholi, estas mujeres afirman la diferencia que subyace detrás de la no aceptación del modelo heterosexual y heterocentral; en varias existe una opción por la apariencia masculina o quedan indefinidas en los patrones culturales dominantes de estereotipos aceptables y exigibles por el sistema.
Dentro de sus acciones por la visibilidad lésbica en su país (que tiene uno de los índices de violación de mujeres más alto del mundo), se cuenta la creación de un club de fútbol, el Thokozani Football Club (TFC), integrado por 21 lesbianas negras, cuyas edades oscilan entre los dieciocho y cuarenta y un años, provenientes de la ciudad de Umlazi Township. Aquí, casi el 40 por ciento de la población adulta tiene HIV. Asimismo es muy alto el índice de desempleo, especialmente en mujeres negras, que alcanza el 33 por ciento en áreas urbanas y el 58 por ciento en áreas rurales.
Thokosani era lesbiana, una estrella de fútbol femenino brutalmente asesinada en 2007.
Se trata de once retratos tomados en las calles de distintas ciudades del sur de Brasil, de fuerte perfil urbano, como Curitiba. La serie se llama Sim ou Nâo, y juega con la ambivalencia de las retratadas, todas travestis. La consigna era que posaran para una foto de tipo carnet de identidad o pasaporte. Son fotos realizadas con una cámara de medio formato llamado hasselblad, analógicas, capturadas en cromos que luego digitaliza, pero no retoca. Las personas retratadas se mantienen anónimas, pero afirman su deseo de ser otras diferentes más allá de lo que imponen las normas.
A Stein no le importan las razones de su travestismo. Su trabajo capta la subjetividad y el carácter difuso, efímero y múltiple de estas identidades.
Durante dos años buscó apoyo financiero para poder continuar incluyendo otros lugares de Brasil, pero no tuvo éxito. Recorrió empresas que apoyan la cultura, pero que no se entusiasmaron en asociar su imagen a esta propuesta. Agnaldo Farias, uno de los curadores en jefe de esta Bienal, se interesó en ellas y la invitó a participar. “Salir al mundo es atrincherarse del mundo”, dice Stein citando a Merleau Ponty, jugando con la ambivalencia entre percepción e identidad.
Si la identidad es subjetiva, la percepción también lo es. Las travestis retratadas por Stein nos miran a la cara, sin ninguna expresión particular. Una vez más, como en el caso de Muholi, la potencia del encuentro de miradas con el espectador nos saca de dudas. La ambigüedad del par masculino/femenino se disuelve en tanto estas personas simplemente son y están ahí.
Juliana Stein nació en 1970 en Passo Fundo, Rio Grande do Sul. Tiene formación como psicóloga y vivió en Florencia y Venecia, donde estudió pintura y fotografía, dedicándose a esta última actividad a fines de los ’90. Participó en numerosos festivales y bienales, como la de Québec, Lituania, Praga, Curitiba, Madrid y Roma. En 2001 obtuvo el premio Itaú Cultural.
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.