Viernes, 1 de octubre de 2010 | Hoy
LUX VA A LA INAUGURACION DE LA PLAZA CARLOS JAUREGUI
Como una bandera arco iris, izada y flameante, nuestrx cronista presenció la inauguración de la plaza que, en pleno barrio de Constitución, lleva el nombre de Carlos Jáuregui. Se le piantó un lagrimón recordando a los de Moralidad, pero eso es lo único que se le piantó.
¿Debajo de una autopista? ¿Ahí donde en lugar de capullos florecen las tucas de marihuana, donde en vez de niños con uniforme escolar o un cuidador habrá motoqueros pasándose la birra, y no se jugará a ningún don pirulero sino al Kamasutra sobre el asfalto? Y sí. Volvamos este 22 de septiembre al barro, de donde nunca debíamos haber salido, me decía en medio del remolino humano del colectivo 37, rumbo a Constitución, mientras iba frotando mi cola contra una considerable masa tamaño baño, cuando por fin apareció a mis ojos la autopista sobre la calle Cochabamba, a cuyos pies rendida como una gata callejera está la Plaza Carlos Jáuregui. Desde la esquina ya se veía flamear en un mástil la insignia Glttbi. Carlitos, quién te ha visto y quién te ve: de aquella noche de los ‘80, cuando los de Moralidad te sacaron a empujones de Contramano (ni olvido ni perdón) a plantar hoy una bandera del arco iris y un cartel con tu nombre en el mapa catastral de Buenos Aires.
Cuánta agua corrió bajo el puente... Cuántas lágrimas costó, pensé mientras trataba de distraerme del llanto inminente. Lux, aunque la pose altiva lo desmienta, es también dulce egresadx de la Universidad de Libertad Lamarque. “Pero el prócer fundador de la CHA se merecía mucho más verde y muchas flores, y en un barrio como la gente. Esta plaza no me representa”, se quejó una loca tilinga enterada del evento por el blog de Los Ponchitos Gay. Le habían asegurado que Gabriela Michetti iba a cortar las cintas. “No te preocupes, que va a estar en la suelta de globos”, le juré para que calmase su angustia pequeñoburguesa y me dejase oír en paz a la primera mandataria Cigliutti y a las ácratas Pecoraro y Bellucci, que me hicieron derramar todavía más lágrimas sobre las Mantas de la Diversidad de los jóvenes de la CHA. Lux no es de hierro ni sexópata, mal que le pese a la contra mediática, y si en un momento me calenté con aquel motoquero volado que me ofreció un pañuelo descartable, fue por conciencia social. A Eros le gusta la solidaridad de clase, y no lo digo para congraciarme con los Putos Peronistas que habían armado ahí su puesto sobre un maremagno de pins con la cara de Cristina.
“Soy puto y soy feliz”, anunciaba un grafito gigante sobre un muro. A falta del brillo del bronce, buenas son las frases brillantes. Y las viejas heroínas lesbianas que todavía alumbran como Ilse Fuskova. Volver a ver a esa leyenda después de tantos años fue otro motivo para la emoción, y el chongo de la moto abandonó definitivamente a sus amigotes de la birra y me invitó a enjugar las lágrimas en el bar La Ibérica, de la esquina. Nos comimos a besos sobre un plato de maní, hasta que se consumieron los chopps y no nos quedó una moneda. ¿Y ahora? Todavía no había llegado la complicidad de la diosa noche como para refugiarnos en algún recoveco debajo de la indigente autopista, así que con un movimiento de cabeza como contraseña nos levantamos, rumbo a los sanitarios. Si yo dudé un segundo a cuál de las dos puertas dirigir mis pasos, mi motoman aseguró que a él no había indicaciones de género que lo detendrían. Entramos entonces en registro comando queer a quién sabe qué retrete. Cuando el desodorante empezó a abandonarnos, mucho antes que el vicio, le hice prometer al chongo que las noches de luna iba a estar sentado en la plaza con una botella de vino, por si se aparecía el fantasma de Carlos Jáuregui, mi querida borracha, a pedirle un último trago.
Plaza Carlos Jáuregui, Cochabamba y Entre Ríos.
Barrio de Constitución
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