Viernes, 10 de diciembre de 2010 | Hoy
¿Qué siente un hombre cuando descubre que se enamoró de una mujer trans? ¿Cómo se ve a sí mismo y cómo la ve a ella? Desde las preferencias en la cama hasta la relación con la familia, los cuatro entrevistados que contaron sus secretos pero no quisieron revelar públicamente su identidad van armando un mapa de los prejuicios y las pasiones en juego. A su vez, estas experiencias ponen en jaque la supuesta relación forzosa entre las prácticas, los gustos, el amor y la identidad. ¿Quién tiene el derecho de llamarse homosexual u heterosexual? ¿Cuánto más resiste el elástico que divide al mundo en dos grupos de hombres y mujeres?
Por Laura Colipe
Saber qué sienten ellos. Salir de lo que nos pasa a nosotras y con la excusa, o mejor dicho la coartada, de una nota periodística, ir a hablar con los novios de mis amigas trans, o incluso con algún cliente. Para que me digan qué sienten, saber cómo viven esos hombres que no tienen una relación encuadrada dentro de lo normal aceptado y hasta legal, ya que si bien hay matrimonio igualitario, no olvidemos que ellos salen con chicas sin documento... Cuánto comparten de la vergüenza que la sociedad impulsa frente a las personas trans, si tienen identificado dónde reside su deseo, si se consideran homosexuales, si les ha costado hacer lo que les da la gana. Así comencé una no tan ardua tarea de ubicarlos. Mi primera gran sorpresa fue descubrir que estaban dispuestos a contestar mis preguntas más morbosas o indiscretas, pero jamás a revelarse: ninguno aceptó fotos, ni dar datos de ningún tipo. Uno de ellos me pidió cambiar su nombre e incluso su edad. Fuerte sorpresa fue conocer que a la gran mayoría les da vergüenza reconocer una relación en la que están metidos hasta los huesos. Aman en la oscuridad. Desde ya, mi asombro fue un poco de sal en la herida abierta: al escuchar a estas personas hablar de sus relaciones (en las cuales estaba incluida como trans y en relación con un hombre) sentí que mi baja autoestima volvía al ataque. Ser una persona ocultada, invisibilizada, acallada en mi identidad de género es más que difícil, saber que alguien te quiere pero te oculta es una mezcla de sentimientos donde la desvalorización gana terreno. Paso a paso, durante las entrevistas fui comprendiendo que lo más difícil para estos hombres es tomar posición: temen el juicio ajeno, la mirada lacerante de sus pares y a su familia. Eso no está bien, eso no se hace, estás en falta: llevan en sus cabezas la vieja máxima de plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro. Bien, parece que ellos no encuadran en este mandato: jamás trascenderán, no dejarán su impronta, ya que sólo deja huella el hombre heterosexual sano y normal, mientras los no tan hombres arrastrarán la falta de amar a una mujer “no tan mujer”. Mientras realizaba estas diferentes entrevistas no dejaba de sentir algo de enojo: debemos hasta soportar ser amadas en las penumbras y junto a ellos culminamos por alejarnos del mundo. Me esforcé en dejar mis prejuicios y en ser respetuosa –cosa que no es habitual– de cómo se define subjetivamente el otro. No es común permitir a los demás que se definan como se sienten.
Ellos sufren en silencio, son hombres como cualquier otro. Pero, ¿qué es ser un hombre? Fueron absolutamente respetuosos conmigo como con cualquier otra “mujer”; es más, sentían la necesidad de ser escuchados, de mostrar su enojo invisibilizado, si no, no hubiesen aceptado la entrevista y no hubiesen dicho todo lo que dijeron. Ellos quieren que se sepa lo que sienten.
–Ocho años, más o menos.
–Acá en el barrio, la veía pasar todas las tardes frente a mi trabajo.
–Apenas la vi. Un día, un compañero la paró y le dio mi teléfono; yo no me animaba, me daba vergüenza que me cortara el rostro.
–Sí, mucho, pero ella no. Ella me llamó y me pregunto qué quería. Yo (silencio y sonrisas) le dije que quería conocerla, que me gustaba...
–Que cuándo quería verla. Yo ahí me puse más nervioso porque pensé que al final ella no iba a querer, que iba a tener que convencerla y eso mucho no me gusta.
–No, salí una noche con una chica del boliche, pero novia no.
–No sé, creo que... no sé cómo explicarlo. Me gusta de ella porque es linda y muy femenina, y no todas son así; no sé... son más hombres...
–No, me gustan las chicas que son chicas, no me gustan los gays; sólo las chicas travestis, pero lindas.
–No sé... que nacieron hombres y después eligieron ser mujeres... No hay diferencia sólo por su sexo, después en su interior son todas iguales (risas).
–Si ella quiere, sí. Una vez lo hablamos porque vimos algo en la tele y me dijo que algún día lo iba a pensar, que le daba miedo, que era una operación con riesgos... A mí también me da miedo; además le digo que se quede tranquila, que yo la amo como es.
–Más o menos; algunos de mis amigos se abrieron, me dijeron que no me entendían, que cómo me había enamorado de alguien así, que yo era fachero y podía tener mil minas. Qué sé yo... Son así... Mi familia al principio bien, pero con el tiempo, cuando vieron que la relación estaba avanzando, empezaron a romper... mi vieja más que nada.
–Me invitaban los domingos, pero nunca la invitaban a ella. Y yo solo no iba a ir, si mis hermanos van con sus esposas, yo quería ir con mi novia.
–Nada, se ponía mal porque me veía mal, pero no más que eso... Un día se peleó en Navidad con mi mamá, se dijeron de todo, no me hablaron por mucho tiempo.
–Porque mi vieja siempre jode con sus nietos, tira palos con que quiere nietos, sabiendo que Ale no se los puede dar. Tengo una cuñada que le metió los cuernos a mi hermano, pero la tratan como si nada; y a Ale con cualquier cosa ya rompen...
–Sí, comentarios que me cuenta mi hermano. Mi vieja dijo que si me casaba, no iba a ir, que no quería pasar vergüenza.
–Nada, me gusta ella y listo. Para mí es una mujer aunque no esté operada, si ella me respeta y me quiere como hombre, el resto no importa: yo soy el hombre y ella mi mujer, así funcionamos, el resto no importa.
–A que yo soy el hombre y ella la mujer. Yo la penetro.
–No quiero que esté todo el día en la casa sin hacer nada, así que hace rato que se puso a estudiar y ahora trabaja. Yo la ayudé a abrir una peluquería.
–Sí, algo de eso soy, pero confío en ella... (sonrisa).
–No, ella tiene muchas amigas, pero no le gusta mezclarse porque siempre dice que las chicas son peligrosas, mejor tenerlas lejos. A veces entre ellas se quitan los maridos y Ale no quiere quilombos, así estamos bien.
–Yo soy hombre, no bisexual, porque no me gustan los hombres... Sólo me gustan las mujeres. Aunque algunas sean diferentes, tienen que ser mujer.l
–Era amiga de mi hermana, mi hermana me la presentó.
–Sí, era muy femenina, no parecía una travesti.
–Un día me dijo que se volvía al interior, y yo le dije que antes tenía que presentarle a alguien que gustaba de ella, un amigo. Entonces la invité a mi casa cuando no había nadie y cuando vino, le dije que era yo. Pasó lo que tenía que pasar y empezamos a salir.
–Nervios... al principio nervios, lógicos cuando estás frente a algo nuevo. Sentís contradicciones porque estás ante alguien que te atrae, pero te encontrás entre tu deseo y la culpa.
–No sé, la piel, las caricias son diferentes a estar con una mujer, son como más fuertes, es como más enérgico, violento. Me gustó.
–Al comienzo todo era sexo. Había cosas lindas, como esperarme a la mañana con una torta cuando me iba a trabajar, y tomar mate juntos. Pero igual fue difícil.
–El tema de las adicciones. Ella consumía bastante, fue una relación tormentosa. Encima en el ‘85 no era como ahora, era como vivir en el gueto de Varsovia, discriminados totalmente. Creo que la falta de afecto familiar acarrea mucho dolor que no les permite amar.
–A que de mis dos relaciones, bastante difíciles, no vi lazos estables, no vi familia.
–Volví con mi novia, nos casamos, pero nunca logramos tener hijos. Mientras tanto pasé 10 años de mi vida así, sin poder olvidarla. Un día me la volví a cruzar y empezamos de nuevo; pero igual nada cambió, hasta que decidí terminar con todo. Era agotador: del sexo a la pelea por nada.
–No... pero son la mayoría, por lo menos en ese tiempo; lo veía en sus amigas, todas con la misma historia. A veces son aceptadas cuando llevan regalos, cuando hay que terminar la casa; no acepto a mi hija porque es travesti o se prostituye, pero sí acepto el fruto de ese lugar. Y ellas a veces compran afecto.
–Al final conocí una chica trans y sentí que no era como saltar a la pileta vacía, era otra cosa, ella tenía lazos afectivos, no ejercía la prostitución y eso es importante.
–Porque creo que hace mal; no cuestiono a quien la ejerce, pero opino que es más lo que te saca que lo que te da, te despersonaliza. Con L todo empezó diferente, ya no era tan fuerte lo sexual, como en mis otras relaciones, que no sólo era explosivo lo sexual sino la relación misma.
–No. Es difícil porque siempre está el miedo a que no te acepten, a que te juzguen.
–Lo del sexo es difícil, hay roles fijos que están instalados; con mis relaciones a veces había roles activos y pasivos; en realidad, que te cojan o no, no te define como hombre, a veces te sentís mal porque de chico te metieron en la cabeza cómo se debe y cómo no se debe coger.
–Yo soy un hombre que le gusta la feminidad; no podría estar con otro hombre, me gustan las mujeres. En este mundo capitalista los roles están definidos así, pero en la antigüedad no era como ahora; en Roma, los hombres tenían relaciones con hombres y mujeres, y no eran vistos como homosexuales, eran prácticas sexuales y nada más. Ser activo o pasivo no te define, uno se autodefine; tampoco las relaciones son tan estáticas, un día se puede estar de un lado o del otro, todo depende cómo vivas tu sexualidad. De última, ¿a quién le importa tu vida íntima? Ahí vos podés hacer lo que quieras.
–Ya tengo una familia, somos una familia.
–Primero, en muchas hay exacerbación de la feminidad o de la postura femenina que puede caer en el ridículo; una postura de vedettismo, de pose, que al hombre le gusta, pero es difícil de llevar. Con respecto a las relaciones todo es más directo, no hay vueltas, es más concreto, qué sé yo... vamos a coger, si entró, entró. Con las otras hay más vueltas, más histeria, todo lleva más tiempo. También hay mujeres no trans que están en pose, en vedette, pero sólo queda ahí: dan más vueltas y no van a los bifes.
–No lo sé... Porque en la relación de hombre-mujer hay un rol determinado, en cambio en una relación trans nunca sabés de qué lado podés quedar. Está buena la dualidad, por eso creo que cuando buscás una trans, buscás esa dualidad, esa mujer especial, diferente, pero mujer al fin; tiene que haber atracción femenina, pero hay un doble juego: es femenina, pero cuando te toca, te besa, hay otra fuerza, es una fuerza más masculina... Es como encontrarte a una hembra con rol diferente. En la naturaleza, la mayoría de los machos dominan a la hembra y acá te podés encontrar por ahí con una hembra dominante, vos podés ser el macho, pero los roles pueden cambiar; en cambio con la mayoría de las mujeres no trans buscan la protección del hombre, no rompen con el molde social.
–¡No! Es mujer tradicional.
–No... siempre mujeres, me casé y me separé, ahora tengo novia, pero normal. Con las travestis voy siempre para tener sexo, no las veo como objeto de amor, como objeto sexual.
–Por mi adicción a las travestis; eso me llevó a separarme, perder un trabajo, que me embargaran el sueldo. Recién ahora estoy saliendo, de a poco estoy controlando algo más mi adicción. Llegué a estar todos los días de la semana con una diferente. Eso implica mucha plata: a las chicas yo les pago, las busco por Internet o por el diario, las llamo, acordamos un dinero y vienen.
–Les pago y listo. Me gustan que sean dulces, cariñosas, femeninas; si llegan y no son así, les pago lo mínimo y les pido que se vayan.
–Sí, es fundamental; si no son dulces, no me atraen. Ellas igual se sienten bien conmigo, a veces no se quieren ir, comen conmigo y se quedan a dormir, las trato muy bien, no me gusta que se sientan mal. Pero, bueno, cuando empieza a haber mucha intimidad, no las llamo más. Es como que sólo necesito tener una fantasía de amor.
–No tengo mambos con eso, tienen que tener senos, eso sí. Que sean bastante femeninas, su parte genital masculina mejor que sea inexistente, no dotadas.
–No... me gustan que tengan pene, inexistente pero pene. No sé, debe ser un mambo mío, seguro. Creo que ahí está la diferencia con las normales y eso me copa, que sean diferentes.
–No sabría decirte. Por lo obvio, que tienen pene, pero después son bastante parecidas, aunque las trans son un poco más sufridas, como que necesitan más afecto, se hacen las duras, pero cuando entran en intimidad y vos las tratás bien, son re tiernas, sensibles...
–A que de chicas tuvieron que pasar de todo, castigos familiares, sociales, mucho rechazo, mala onda, no las aceptan como mujeres porque no lo son para la mayoría, y como travestis tampoco, las maltratan mucho...
–Yo me definiría como un hombre, tengo un criterio amplio de sexualidad, puedo tener una relación heterosexual como no; puedo transitar por estos dos lados, la belleza y la atracción es femenina, si no hay feminidad, no podría estar, no podría estar con un hombre.
–De los 18 en adelante. Conocí una chica en mi barrio con la que me escapaba de noche a su casa y a su vez ella me presentaba amigas. Como era pibe y no ganaba buena plata, por lo general era de onda, porque les gustaba.
–No, jamás... tengo que aprender que es una parte de mí que no puedo cambiar, hoy la controlo, ya no es tan exacerbado. Pero no lo puedo vencer, sigo tentándome.
–No sé... creo que no podría presentarme en sociedad con ninguna de ellas, no podría enfrentar todo lo que implica. Hoy está todo más aceptado, pero igual sigue habiendo prejuicios. En el mundo donde me manejo yo es bravo, creo que hablarían a mis espaldas de mí, dirían cualquiera y no me lo bancaría, me lo reprimo.
–Jamás, nunca... no podría. Cuando van a mi departamento, las hago ir tarde, cuando ya no queda nadie, se va el portero y las hago venir. Y se van antes que empiece a llegar la gente.
–Ni idea... la del matrimonio está bien, conmigo no cuenten, ja ja... Y la de identidad, jamás escuché hablar de nada. No sé, no me interesa mucho la movida.
–Ocho años, más o menos.
–Acá en el barrio, la veía pasar todas las tardes frente a mi trabajo.
–Apenas la vi. Un día, un compañero la paró y le dio mi teléfono; yo no me animaba, me daba vergüenza que me cortara el rostro.
–Sí, mucho, pero ella no. Ella me llamó y me pregunto qué quería. Yo (silencio y sonrisas) le dije que quería conocerla, que me gustaba...
–Que cuándo quería verla. Yo ahí me puse más nervioso porque pensé que al final ella no iba a querer, que iba a tener que convencerla y eso mucho no me gusta.
–No, salí una noche con una chica del boliche, pero novia no.
–No sé, creo que... no sé cómo explicarlo. Me gusta de ella porque es linda y muy femenina, y no todas son así; no sé... son más hombres...
–No, me gustan las chicas que son chicas, no me gustan los gays; sólo las chicas travestis, pero lindas.
–No sé... que nacieron hombres y después eligieron ser mujeres... No hay diferencia sólo por su sexo, después en su interior son todas iguales (risas).
–Si ella quiere, sí. Una vez lo hablamos porque vimos algo en la tele y me dijo que algún día lo iba a pensar, que le daba miedo, que era una operación con riesgos... A mí también me da miedo; además le digo que se quede tranquila, que yo la amo como es.
–Más o menos; algunos de mis amigos se abrieron, me dijeron que no me entendían, que cómo me había enamorado de alguien así, que yo era fachero y podía tener mil minas. Qué sé yo... Son así... Mi familia al principio bien, pero con el tiempo, cuando vieron que la relación estaba avanzando, empezaron a romper... mi vieja más que nada.
–Me invitaban los domingos, pero nunca la invitaban a ella. Y yo solo no iba a ir, si mis hermanos van con sus esposas, yo quería ir con mi novia.
–Nada, se ponía mal porque me veía mal, pero no más que eso... Un día se peleó en Navidad con mi mamá, se dijeron de todo, no me hablaron por mucho tiempo.
–Porque mi vieja siempre jode con sus nietos, tira palos con que quiere nietos, sabiendo que Ale no se los puede dar. Tengo una cuñada que le metió los cuernos a mi hermano, pero la tratan como si nada; y a Ale con cualquier cosa ya rompen...
–Sí, comentarios que me cuenta mi hermano. Mi vieja dijo que si me casaba, no iba a ir, que no quería pasar vergüenza.
–Nada, me gusta ella y listo. Para mí es una mujer aunque no esté operada, si ella me respeta y me quiere como hombre, el resto no importa: yo soy el hombre y ella mi mujer, así funcionamos, el resto no importa.
–A que yo soy el hombre y ella la mujer. Yo la penetro.
–No quiero que esté todo el día en la casa sin hacer nada, así que hace rato que se puso a estudiar y ahora trabaja. Yo la ayudé a abrir una peluquería.
–Sí, algo de eso soy, pero confío en ella... (sonrisa).
–No, ella tiene muchas amigas, pero no le gusta mezclarse porque siempre dice que las chicas son peligrosas, mejor tenerlas lejos. A veces entre ellas se quitan los maridos y Ale no quiere quilombos, así estamos bien.
–Yo soy hombre, no bisexual, porque no me gustan los hombres... Sólo me gustan las mujeres. Aunque algunas sean diferentes, tienen que ser mujer.l
–Era amiga de mi hermana, mi hermana me la presentó.
–Sí, era muy femenina, no parecía una travesti.
–Un día me dijo que se volvía al interior, y yo le dije que antes tenía que presentarle a alguien que gustaba de ella, un amigo. Entonces la invité a mi casa cuando no había nadie y cuando vino, le dije que era yo. Pasó lo que tenía que pasar y empezamos a salir.
–Nervios... al principio nervios, lógicos cuando estás frente a algo nuevo. Sentís contradicciones porque estás ante alguien que te atrae, pero te encontrás entre tu deseo y la culpa.
–No sé, la piel, las caricias son diferentes a estar con una mujer, son como más fuertes, es como más enérgico, violento. Me gustó.
–Al comienzo todo era sexo. Había cosas lindas, como esperarme a la mañana con una torta cuando me iba a trabajar, y tomar mate juntos. Pero igual fue difícil.
–El tema de las adicciones. Ella consumía bastante, fue una relación tormentosa. Encima en el ‘85 no era como ahora, era como vivir en el gueto de Varsovia, discriminados totalmente. Creo que la falta de afecto familiar acarrea mucho dolor que no les permite amar.
–A que de mis dos relaciones, bastante difíciles, no vi lazos estables, no vi familia.
–Volví con mi novia, nos casamos, pero nunca logramos tener hijos. Mientras tanto pasé 10 años de mi vida así, sin poder olvidarla. Un día me la volví a cruzar y empezamos de nuevo; pero igual nada cambió, hasta que decidí terminar con todo. Era agotador: del sexo a la pelea por nada.
–No... pero son la mayoría, por lo menos en ese tiempo; lo veía en sus amigas, todas con la misma historia. A veces son aceptadas cuando llevan regalos, cuando hay que terminar la casa; no acepto a mi hija porque es travesti o se prostituye, pero sí acepto el fruto de ese lugar. Y ellas a veces compran afecto.
–Al final conocí una chica trans y sentí que no era como saltar a la pileta vacía, era otra cosa, ella tenía lazos afectivos, no ejercía la prostitución y eso es importante.
–Porque creo que hace mal; no cuestiono a quien la ejerce, pero opino que es más lo que te saca que lo que te da, te despersonaliza. Con L todo empezó diferente, ya no era tan fuerte lo sexual, como en mis otras relaciones, que no sólo era explosivo lo sexual sino la relación misma.
–No. Es difícil porque siempre está el miedo a que no te acepten, a que te juzguen.
–Lo del sexo es difícil, hay roles fijos que están instalados; con mis relaciones a veces había roles activos y pasivos; en realidad, que te cojan o no, no te define como hombre, a veces te sentís mal porque de chico te metieron en la cabeza cómo se debe y cómo no se debe coger.
–Yo soy un hombre que le gusta la feminidad; no podría estar con otro hombre, me gustan las mujeres. En este mundo capitalista los roles están definidos así, pero en la antigüedad no era como ahora; en Roma, los hombres tenían relaciones con hombres y mujeres, y no eran vistos como homosexuales, eran prácticas sexuales y nada más. Ser activo o pasivo no te define, uno se autodefine; tampoco las relaciones son tan estáticas, un día se puede estar de un lado o del otro, todo depende cómo vivas tu sexualidad. De última, ¿a quién le importa tu vida íntima? Ahí vos podés hacer lo que quieras.
–Ya tengo una familia, somos una familia.
–Primero, en muchas hay exacerbación de la feminidad o de la postura femenina que puede caer en el ridículo; una postura de vedettismo, de pose, que al hombre le gusta, pero es difícil de llevar. Con respecto a las relaciones todo es más directo, no hay vueltas, es más concreto, qué sé yo... vamos a coger, si entró, entró. Con las otras hay más vueltas, más histeria, todo lleva más tiempo. También hay mujeres no trans que están en pose, en vedette, pero sólo queda ahí: dan más vueltas y no van a los bifes.
–No lo sé... Porque en la relación de hombre-mujer hay un rol determinado, en cambio en una relación trans nunca sabés de qué lado podés quedar. Está buena la dualidad, por eso creo que cuando buscás una trans, buscás esa dualidad, esa mujer especial, diferente, pero mujer al fin; tiene que haber atracción femenina, pero hay un doble juego: es femenina, pero cuando te toca, te besa, hay otra fuerza, es una fuerza más masculina... Es como encontrarte a una hembra con rol diferente. En la naturaleza, la mayoría de los machos dominan a la hembra y acá te podés encontrar por ahí con una hembra dominante, vos podés ser el macho, pero los roles pueden cambiar; en cambio con la mayoría de las mujeres no trans buscan la protección del hombre, no rompen con el molde social.
–No, hace un tiempo que estoy solo. Tuve una novia trans, duramos unos cinco años.
–Trabajando en el tacho. La vi a ella trabajando en la calle y la invité a salir después de su trabajo.
–No, había salido una sola vez en una despedida de solteros.
–Enseguida pegamos onda.
–Un tiempo... eso no me gustaba mucho, pero al principio me lo banqué.
–Y sí, yo no quería una novia puta... Se lo dije pero ella decía que era como ir a la oficina, y que tenía que trabajar para pagar el alquiler y cosas que había comprado. Lo hablamos bastante hasta que la convencí y nos fuimos a vivir a mi casa con mi vieja.
–Sí, yo vivo con mi vieja, al fondo me hice un departamento chico y vivo ahí.
–Se lo dije de una, para no andar con vueltas. No le gustó: me dijo que no le había dicho que era homosexual, y yo le dije que estaba mal de la cabeza, que yo no era puto, que me había enamorado de una chica diferente, pero mujer al fin.
–Algo que me mató.
–Que le dolía porque no iba a tener descendencia. Y que ella no iba a tener nietos, que era su sueño.
–Los dos primeros años bien, después para el traste. Empezó a decirme que no se bancaba estar todo el día en la casa al pedo, y no se bancaba a mi vieja que la vigilaba todo el día, le rompía las bolas por todo, si ella quería usar el tender, mi vieja –oh casualidad– también lo necesitaba... cosas de mujeres. Yo le decía que hiciera algo, que estudiara, pero no quería, le daba vergüenza la gente. Un día escupió a una vieja en el banco porque no dejaba de mirarla, y peleamos re mal.
–Porque un día llegué a casa y no estaba; mi vieja me dijo que había salido hace dos horas casi desnuda a la calle y que no tenía que permitirlo porque la gente iba hablar mal.
–Ni loco, estaba re caliente; entonces agarré el auto y salí a buscarla. Cuando la encontré, la cagué a trompadas, le dije de todo y la eché de casa.
–Todo mal, se fue en otro taxi de un amigo, yo me quedé porque sus amigas no me dejaban ir, me quedé fumando como dos horas en el auto hasta calmarme.
–No... Encima cuando volví a casa me encontré con que había roto todo, inclusive le partió la puerta a mi vieja y le rompió todos los vidrios de la casa. Hasta la policía la andaba buscando.
–Sí, tan fuerte que me apuñaló. Yo salí a buscarla por todos lados y una de sus amigas me dijo que se había ido a la casa de Frutillita, otra travesti. Cuando llegué, salió como loca gritando: “¡Me arruinaste la vida, vos y esa vieja de mierda, nunca tendría que haberme ido a vivir con vos, yo no tengo alma de ama de casa, hijo de puta!”. Empezamos a las trompadas en medio de la calle y en un descuido sacó un cuchillo serrucho no sé de dónde y me dio un puntazo en la pierna... Terminé en mi casa con una de sus amigas que me ayudó a curarme la herida. Igual no era grave.
–No, no hice la denuncia; tampoco dejé que la haga mi vieja.
–Re mal, yo la quería mucho, me costó dejarla, pasaba por la esquina para verla y me re dolía verla trabajando.
–No... he salido con chicas comunes, pero no pasa nada, no me enamoro.
–Porque la quiero a ella, y ahora que encima salió la ley me hubiese casado para dejarla tranquila, para que no tenga miedo al futuro.
–Claro, que pueda tener mi obra social; si me pasa algo, mi pensión; que mi casa sea su casa...
–Yo creo que bisexual. No sé, me gustan los hombres y las mujeres, aunque haya tenido una novia travesti, nació hombre... Creo yo, igual no me importa mucho.
–Ni ahí, yo soy el hombre y ella la mujer... si naciste hombre, sos hombre y si naciste mujer, mujer... A mí no me coge una mujer...
–Comportate como una mujer... tenés alma de mujer, tenés que ser mujer.
–No sé, como toda mujer, trabaja, estudia o se queda en la casa, cuida a sus hijos, a su marido... eso.
–No le doy mucha bola, mi vieja fue responsable también por ser tan hinchapelotas, por eso la dejo sola, ni los domingos voy a comer con ella.
–Ni loco, es mi casa también... aparte yo vivo al fondo y me costó mucho hacerme el departamento. Ella tiene que entender que ya soy grande.
–Mmm... Quisiera conocer a alguien, si no me arreglo con mi ex, travesti o no, empezar una vida de pareja, no estar solo, no me gusta.
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