Viernes, 10 de diciembre de 2010 | Hoy
SOY POSITIVO
Por Pablo Pérez
Guachozarpado, el perfil que P abrió sólo a escondidas de T, no tenía foto de cara; el de a_pelo tampoco. Cuando P estaba llegando a la esquina donde se habían dado cita, reconoció a B, con quien él y T se habían enfiestado. Antes de llegar a la esquina, desvió el camino y se dio cuenta de que la decisión de abrirse ese perfil para buscar coger sin preservativo era arriesgada. Cuando estaba a punto de darle de baja, se encontró con un mensaje de bareparis, un francés que estaba por cinco días en Buenos Aires. En su perfil había varias fotos, en muchas se le veía la cara, era rubio de ojos celestes, fisicoculturista con los abdominales marcados, buenos brazos, todo el cuerpo cubierto por tatuajes, piercings en las tetillas y un prince albert en el glande, “mi hombre ideal” pensó P. Intercambiaron un par de líneas en el chat, se vieron por cam y, al cabo de una hora, P ya estaba en el hotel. El francés lo recibió con arnés y suspensor de cuero y borceguíes negros. Se veía mejor en persona que en las fotos y por cam. P apenas sabía un par de palabra en francés, y el francés, nada de español, así que no hablaron; apenas P entró en el cuarto, el francés le sacó la ropa, le puso unas muñequeras con ganchos para bondage y lo ató a la cama boca arriba. Se puso unos guantes de cuero y muy experto empezó a trabajarle las tetillas. Estar a disposición de aquel gladiador envolvía a P en un estado de irrealidad, como si estuviera mirando y siendo al mismo tiempo el protagonista de una porno. No podía resistirse, estaba bien inmovilizado; cuando las tetillas le ardieron, empezó a lloriquear. “Salope!”, le gritó el francés y le escupió la cara. Después se le sentó en la pija y lo único que mitigaba el trance de P era la concentración para no acabar enseguida. Lo logró durante un buen rato; el francés arriba haciendo sentadillas y penetrándolo con su mirada azul. P lo llenó con una acabada larguísima; lo que no se esperaba era que aquella cantidad de leche se la iba a tener que tragar; el francés se le sentó en la cara y se la devolvió en la boca con sabor a mierda. Esa parte no le gustó tanto, pero qué más daba, era la mejor cogida de su vida, habría dado mucho más por seguir al lado de aquel macho perfecto que, ahora de pie como un coloso en la cama, lo bañaba de lluvia blanca mientras P acababa por segunda vez, sin tocarse.
Mientras se vestía, pensaba si habría corrido algún riesgo de contagio, no sabía nada acerca del estado serológico del francés. La leche que había tragado era la propia, ¿se transmitiría alguna peste por la merde? El francés estaba en un estado físico envidiable, no parecía tener problemas de salud, todo lo contrario, era un titán; si lucía tan sano, tuviera lo que tuviera, no había problema, pensó P. De camino a su casa, lo excitó el roce de sus tetillas ardiendo contra la remera. Algo no estaba bien, cuando llegó y se desvistió para bañarse, vio que en las tetillas se le habían hecho cascaritas. ¿Qué pretexto podía inventarle a T?
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