Viernes, 10 de diciembre de 2010 | Hoy
ES MI MUNDO
El ánimo se caldea cuando Liliana Felipe arremete contra el piano. Ella le pone la mecha a un cóctel de broncas y risas compartidas que dejan al público con un colocón de energía que enseguida se traduce en esas consignas que también son canciones: a favor de la legalización del aborto, en contra del olvido por tantos muertos latinoamericanos, a favor de la libertad, en contra de cualquier pacatería. Como adelanto de lo que sucederá hoy en Buenos Aires, una crónica de su show en La Plata con la presencia de tantas brujas lesbianas y feministas que no hay leña suficiente para ánimos inquisidores.
”Viví, amé, estudié y hasta creí/ y hoy no hay mendigo al que no le envidie/ que no sea yo”, arranca cantando Liliana Felipe en el segundo recital que da en la Argentina durante su gira 2010. Esta vez es en La Plata: una ciudad donde, con tanta feminista, lesbiana y chica mala, no habría leña que alcance en caso de necesitarse. La canción que mencioné, la que interpreta al abrir el show, pertenece a Tabaquería, a la versión musicalizada que Felipe hizo, hace ya algunos años, del famoso poema de Fernando Pessoa. “Quizás hayas vivido como una lagartija/ a la que le cortan el rabo y sigue siendo un rabo”, dice la cantante argenmex, tan corrosiva e intensa como aquel portugués.
Cuando canta, tira el rostro hacia atrás como mirando el cielo raso del Teatro Bar, pero con los ojos cerrados, y mientras tocan, los diez dedos de esta concertista –que fuese la joven promesa musical de su pueblo natal, Santa María, Córdoba– se clavan en el teclado del piano con tal fuerza, belleza y dramatismo que hasta las canciones que hemos escuchado ya cientos de veces parecen nuevas. En cada show pasa lo mismo, pero hoy sí, de verdad, comienza algo: La Plata, el escenario de la Noche de los Lápices y de otras noches horrorosas como aquella, la recibe, para conjurar el miedo y convocar a la memoria, por primera vez. El teatro está lleno, llenísimo. Desde un pequeño palco es posible divisar un público variopinto; mayormente mujeres, pero también hay hombres, de entre 30 y 50 años. De a cuatro las personas se van ubicando en las mesas distribuidas a lo largo del salón, pegaditas una a la otra. Las jarras de cerveza en esta noche calurosa de diciembre van y vienen, llenas y vacías. La gente bebe, la gente come, charla, espera el momento en que el recital comience. Arriba, en el primer piso, está Jesusa Rodríguez, la esposa de Liliana. Esta directora mexicana que se enamoró de la Felipe al verla sentada en la platea mientras actuaba –hace 30 años de aquella función– hará hoy las veces de sonidista o de iluminadora, difícil saberlo. Delante de ella hay una caja con cables y perillas cuya utilidad es imposible de descifrar para no iniciadas. No importa. Hoy Jesusa es la elegante técnica de pelo recogido y amplio vestido blanco que está sentada sobre un taburete del viejo teatro de la calle 43. Es la misma que hace un rato, en el camarín, a la pregunta sobre si el disco que acaba de salir, 20 años no es nada (en el que la mayoría de las canciones han sido compuestas por ambas), es un homenaje al recorrido común, contestó entre risas: “Sí, es un homenaje a las tristezas del matrimonio”. “Es que ante cualquier cosa que le preguntes a Jesu –dijo entonces Liliana– te responderá que peor es casarse”. No será tan malo, pienso yo, porque ya lo han hecho dos veces. Una fue una simulación del rito y se divorciaron el mismo día, otra fue de verdad: “Primero contrajeron matrimonio esos dos muchachos en Ushuaia, luego nosotras en el DF (fuimos de las primeras cinco parejas en casarse en el distrito), y después lo legalizaron aquí. Pero la noticia que recorrió el mundo fue la de esta pareja de chicos. Y no me sorprendió para nada, porque son cosas que van marcando la agenda del mundo. Lo que sigue es la interrupción del embarazo, entonces: derecha abstenerse, por mucho que le den vueltas, eso va a ocurrir”, dijo Liliana, quien, a finales del 2008, participó de un recital gratuito en un teatro céntrico de Buenos Aires, junto a Lidia Borda y Teresa Parodi, entre otras músicas, a favor de la legalización del aborto. Respecto de esto, Jesusa, siempre precisa a la hora de ubicar la dimensión anacrónica de ciertas discusiones como la que a través de un proyecto acaba de ingresar a Diputados, acotó: “Sorprende que en el antiguo Egipto no se hubiera legalizado ya el aborto”.
Siempre comprometidas con las causas de las mujeres, es decir, con las causas de la humanidad, es decir, con las propias, Liliana y Jesusa viajaron esta vez a nuestro país para presentar un disco que comenzó a gestarse dos décadas atrás a través de una serie de publicaciones hechas en Debate feminista. “En el año 1990 –contó Liliana– Marta Lamas creó la revista Debate feminista, que sale cada seis meses, donde yo ponía una canción y Jesusa una obra de teatro, o lo que estuviéramos haciendo juntas. Algunas eran canciones que componíamos a propósito de las obras que Jesusa dirigió. Y si el tema de ese número de la revista era, por ejemplo, ‘las mujeres y la democracia’, pensábamos qué canción teníamos que pudiera coincidir con eso. Al cumplirse 20 años de la revista y de que Marta nos torturara día y noche hasta obtener el material, decidimos hacer esos dos discos.” En ellos se incluyeron canciones de las más chisposas hasta las más conmovedoras, como es el caso de “También los jóvenes”, tema que, en verdad, Liliana nunca ha dejado de interpretar a lo largo del tiempo. “Escribí ‘También los jóvenes’ en Amsterdam en 1984 –dijo–. Andábamos de gira y las vi a Regina Orozco y a Victoria Gutiérrez caminar por las calles holandesas, y me dije: ‘Ya están viejas las chicas’. Y yo por ese entonces me encontraba leyendo a Lao Tsé, un autor de esos que te dicen lo que está más arriba y lo que está más abajo, entonces me inspiré y la compuse. De repente veo a chicas que eran jovencitas ya bastante deterioradas, o veo nacer a mi nietito, el hijo de Paula, mi sobrina, y siento el paso del tiempo.” Es verdad: la preocupación sobre el tiempo es una de las constantes temáticas que hacen eje en el último tramo de su obra y también, por supuesto, en este show. Por eso hoy canta canciones como “La mayonesa”, donde enumera la lista de infinitos malestares que aquejan a esta menopáusica de 56 años (muy difíciles de adivinar, a juzgar por sus musculosos brazos), que tiene la suerte de que ya no se le corte la mayonesa, desgracia que el tabú adjudica a los días de sangrado menstrual.
Refiriéndose al repertorio del disco, dijo la Felipe: “Primero dudé porque no es una selección que yo haría, pero después pensé que es una selección que hace el tiempo. Así, en el disco, van por orden de aparición la primera canción que es de 1990 y la última, de 2010. Ahí puedes ir viendo cómo se va deteriorando mi mente, cómo se va pudriendo mi materia gris”, y explotó de risa. Y tuvo eco. Las carcajadas tomaron el camarín gracias a ese humor que no ridiculiza sólo a lo que critica, sino, sobre todo, a ella misma, la que lo produce. Desde el escenario también hará desternillarse al público platense mostrando la panza (que no es precisamente chata) y pegándose en ella palmaditas, o contando que proviene de una familia para la cual hablar de las deposiciones diarias es casi un acto religioso. Es que es en sus canciones donde ese sentido del humor agudo e incansable se plasma más que efectivamente. Algunas de ellas hacen reír un poco y la mayoría, muchísimo. Es, por ejemplo, el caso de “Tiene que salir”, el tema que para Liliana merece una aclaración antes de ser ejecutado: “Será porque soy estreñida”, dice bajo el solemne escenario del Teatro Bar. La canción reza: “Tiene que salir/ aunque me tenga que quedar aquí a vivir/ aunque me digan que no tengo porvenir/ en este intento me la juego/ de aquí yo no me muevo: esto va a salir” (¡Las cosas que harían con esa canción quienes inventaron eso del tránsito lento!). El asunto de la mierda sobrevuela la atmósfera y retornará varias veces a su discurso hasta concluir con la mención de quien ella apoda “Fecal”, es decir, el presidente mexicano Felipe Calderón, al que la cantante apunta como responsable de un golpe de Estado y de las 30.000 muertes perpetradas durante su gobierno en ese país. Así como Calderón, un personaje que hace sentir que la vida no es sueño sino pesadilla, pasarán por el tamiz de la denostación felipense algunos otros a lo largo del concierto, entre ellos el difunto Emilio Massera (del que la cantante lamenta la impunidad con la que murió), a quien le dedica la canción “Viejo de mierda”. Un rato después, en el tema que les canta a las ballenas, esta vez agrega un poquito más de letra a su acostumbrado remate: “Es mejor ser ballena –dice– que un japonés hijo de puta mataballenas, aunque no todos los japoneses son hijos de puta. Pero Cobos no es japonés”. A “Ernestina”, la canción incluida en formato de video en el final del segundo disco de 20 años no es nada la canta con toda el alma, y el teatro entero se conmueve al escuchar su voz: “Por pensar solamente en la guita/ se olvidó de aceitar la memoria/ por eso jura la turra que puede/ falsear esta historia/ pero cuando la merca se agota/ y el clarín ya no llega a la nota/ sabe Ernestina que ya no se puede/ ocultar la verdad”. No menos conmoción provoca esta noche al interpretar un tema compuesto para los hijos aún no recuperados, u “Otro adiós sin dios”, la desgarradora canción hecha a su hermana Esther, quien estuvo presa en el Centro Clandestino de Detención La Perla, en Córdoba, donde Liliana dará un recital el próximo domingo.
Una se pregunta si es el público platense, militante, activista o como quiera que se llame esa gente que no puede dejar que las injusticias se continúen como si nada, o si, quizás, es el momento social y político en el que los dardos de la memoria y el futuro parecen apuntar hacia el mismo centro. El caso es que cuando Liliana se prepara para los últimos bises, una mujer aprovecha el silencio, toma el mando y, levantándose de su asiento, brazos en alto arenga al gran teatro argentino salud, para seguirla en un reclamo común: “aborto legal, en el hospital”. Liliana la sigue también, acompañando la canción con aplausos, sentada junto al piano de cola del que salieron esta noche sus mejores melodías. Minutos después, sobre el escenario, van apareciendo papeles cuya lectura la Felipe comparte con la gente: por Mariano Ferreira, por Chicha Mariani, por el mismísimo movimiento zapatista, por la comandante Ramona, por Mónica Pavicich, la compositora argentina feminista fallecida en su juventud hace una década.
Los ánimos están alzados, sí, y es indudable: Liliana, que jamás dejará de ser una enorme artista, se ha convertido también, con el tiempo, en referente de un pensamiento que no tiene medias tintas, que ataca la tibieza, el medio pelo o cualquier medio acomodado, con agudeza y sentido del humor. Se ha convertido, pos, esta argenmex, en el emblema de los peores hábitos. En la cola del baño las chicas comentan lo bueno que estuvo el show y nadie, pero nadie, se queja de que se acabó el papel higiénico o de los pisos mojados. La noche está hermosa en la capital de la provincia. El aire huele a tilos recién florecidos. El verano, a punto de estallar.
Viernes 10 de diciembre a las 21 hs.
ND/Ateneo, Paraguay 918.
Localidades desde $ 45.
Sábado 11 de diciembre a las 17 hs.
Gratis en La Casa del Bicentenario.
Riobamba 985.
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