Viernes, 1 de junio de 2012 | Hoy
RADIO
El Vahído, programa de radio conducido por Vida Morant, Gustavo Pecoraro y Diego Tedeschi Loisa, empieza nueva temporada en La Tribu. Militancia, delirio, humor del bueno y del malvado atacando la paz de los hogares.
Por Alejandro Modarelli
Para los que se afanan en ubicar los orígenes, hay que decir que el nombre del programa de radio más popular de la comunidad glttbiq argentina evoca los avatares etílicos de uno de nuestros activistas más ilustres, si un calificativo tan pomposo como ése —el de ilustre— puede ser reclutado para la memoria de Carlos Jáuregui. Es que El Vahído, que desde el domingo 3 de junio pasará a emitirse en los estudios de FM La Tribu, recupera para su denominación una anécdota cómica del célebre Carlos, que ya enfermo y aquejado de un vértigo momentáneo que llamó con cierto registro decimonónico “un vahído” pidió con urgencia la botella de Gancia para recuperarse. Menuda búsqueda de sobriedad ésa, empinar el codo para reafirmar el paso, querer salirse de un síncope breve mediante la juerga de los sentidos.
Desde entonces, para dos testigos presenciales de la boutade jaureguiana como Gustavo Pecoraro y Diego Tedeschi Loisa tener un vahído es llegar hasta a vender el reino por un trago. Pero lo cierto es que, a partir de fines de 2010, es mucho más que eso: el vahído ya no se tiene si no se provoca para una audiencia que fue creciendo cada jueves a través de la web, cuando se sentaban frente al micrófono del estudio de Radio Sentidos junto a la actriz y directora de teatro trans Vida Morant. Tríada esta de buenos comunicadores que coincidieron en el proyecto después de la inauguración de la Plaza Jáuregui en septiembre de aquel año. Pecoraro y Tedeschi, periodistas, escritores y activistas ellos, se reencontraron ahí después de haber sido compañeros en la DAG —Deportistas Argentinos Gays— y en la revista NX. Gustavo se había ido a vivir a Madrid, donde se conectó con la Cogam, y Diego trabajó en radios de Paraguay, y acá como columnista de Ronnie Arias. La idea era hacer un programa de reunión cultural y política de la comunidad, en la línea de la antigua NX, algo que también debía funcionar como un llamado a la “pax militante”, donde todas las organizaciones pudieran desensillar por un rato en el éter y juntarse también con protagonistas del universo artístico: la Noy escuchada en clave política y la Cigliutti en clave poética.
La hibridez de El Vahído no significa —hay que decirlo— mezclar tontamente biblias y calefones, y cada una de las emisiones de este semanario de crítica social, política y cultural glttbiq (calificación precisa adeudada a Ernesto Meccia) está precedida por editoriales de su director Gustavo Pecoraro donde, a título personal, deja sentada una posición ideológica frente a cuestiones de actualidad y a través de las cuales no dudó, por ejemplo, en llamar a no votar a María Rachid en las últimas elecciones por rechazar muchos de sus métodos de construcción política. Como siempre, no obstante, hay opiniones “que no se pueden decir desde el comentario severo”, señala Vida Morant, y para buscar el atajo se pone en la voz incendiaria de la Maestra Chela Bacacay, docente de los bajos fondos, aunque esté metida de puro psicótica en un guardapolvos blanco imaginario, cambia los símbolos patrios por los matrios y se politiza hasta la revulsión, arroja napalm sobre el pensamiento y el decir elegantes y, llegado el caso, se postula a través de boletas tuneadas como candidata a jefa de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires transformarla en una Sodoma feliz. Chela Bacacay ya es patrimonio de la vida ficcional de nuestra comunidad, y seguramente brillará en su registro de guerrillas urbanas en La Tribu. En el momento de la entrevista en el bar de la radio (donde casi me da un vahído viendo al muchacho de la barra; uno no deja de ser “ésa” incluso con el grabador encendido y Sebastián Freire cegando a los entrevistados con su cámara de fotos), se me hizo un espacio de estéticas chonguiles con buena onda.
Si la militancia de Carlos Jáuregui en los noventa es la cita obligada de todo análisis que invoca un momento único de afinidades y trabajo en común en la historia del movimiento glttbiq —especie de edén que habría desaparecido junto con el local Tasmania y el living de Gays y Lesbianas por los Derechos Civiles en la calle Paraná, donde todos y todas por entonces se cruzaban—, El Vahído quiere en la medida de sus posibilidades recuperar algo del espíritu colectivo de aquella época. Difícil, claro, conseguirlo cuando muchas aventuras del conjunto se volvieron epopeyas individuales, pero el intento rinde sus frutos cuando uno relee la lista de quienes se acercaron como colaboradores y columnistas al programa. Como en la construcción de la cabaña política que tanto le gustaba describir a Perón, para El Vahído se necesitaron materiales de distinto origen, las famosas “patas” de toda movida. Ahí, pues, se convocó a toda una diversidad de activistas e intelectuales cuyas caras no se ven habitualmente en los medios: el académico intersex Mauro Cabral, la feminista queer Mabel Bellucci, Bibi Lorenzano y Anita Rodríguez, Julio Talavera desde los Derechos Humanos, Pietro Salemme de la Biblioteca Hermes Villordo; Tartagal aportó la voz indígena a través de la travesti Kassandra Sand, y Carlos Mendes, antiguo compañero en NX, armó su columna de filosofía. Osvaldo Sabino se ocupó durante mucho tiempo de la crítica teatral y el musicalizador Leandro Fuentes los salva siempre de muchos de los tópicos que Tedeschi y Pecoraro traían desde pendejos, es decir, les amplió el horizonte, dicen, más allá de Bette Middler o de Kiss. MG. Bonfiglio hace el blog y Neyda Pitt (la hermana gemela no reconocida de Brad, se cuenta) es la productora de este magazín que se dice casado con la revista virtual La Marica Ilustrada, donde escribe Doris Night, sobreviviente de Los peinados Yoli, de los años ochenta.
Para El Vahído buscar en la memoria es seguir las huellas que conducen a otras búsquedas, porque nunca la memoria es un oficio bajo llave y lo moderno se hace con telas del pasado; en la ruta siempre se apean otros, viejos conocidos de los buenos tiempos y muchos herederos juveniles —en el arte, en el activismo, en el disenso— que en sus rupturas no dejan de ser novios de la historia. Memoria es una de las palabras preferidas de Pecoraro, con la que recorre su militancia en la CHA, en el MAS, en Gays por los Derechos Civiles, cuando era impensable que los políticos rivalizaran como ahora por mostrarse gayfriendly y dar cuenta de su apertura mental en un programa de maricas, tortas, trans e intersex, ni que tuvieran por eso que cuidarse de meter la pata como la metió la senadora María Eugenia Estenssoro, que supuso que después de la promulgación del matrimonio igualitario, cuando dio tan buen discurso, ya se clausuraba la historia de la lucha por los derechos glttbi en la Argentina: si ellos ya se casan y yo quedé divina en mi banca, ¿para qué seguir jodiendo?
Independencia es la estación conceptual de El Vahído (el sello, dice Pecoraro): autonomía frente a las organizaciones de activistas, con las cuales sin embargo no dudan en congregarse en luchas en común —el programa fue convocado a la mesa organizadora de las Marchas del Orgullo— pero también cuando se imaginan una audiencia que pueda exceder lo que Vida Morant teme como un encierro radial endogámico en nuestra comunidad. Vida, que es también psicodramatista, quiere ir más allá del coto cerrado. Un programa en FM La Tribu es la oportunidad del salto a un público mucho más amplio, y uno ya sueña a Maestra Chela Bacacay quemando los pupitres de las aulas mentales de los oyentes corte nac&pop, chicos ricoteros empastándose con rouge después de apagar la radio, señoras jubiladas silbando temas de Sandra y Celeste, y al ya mencionado chongo de la barra del bar haciéndome un guiño para que lo acompañe al baño, aunque eso ya es un sueño mío y no de Vida.
El Vahído: domingos de 22 a 24. 88.7 FM La Tribu. También en www.fmlatribu.com. Los fans pueden seguir las novedades del ciclo en elvahído.blogspot.com.ar.
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