soy

Viernes, 25 de enero de 2013

ENTREVISTA

Alzar la voz

A finales del 2006, las Baruyeras, quienes se definen como una “tromba lesbiana feminista”, crearon una publicación con más calle que academia que, aunque ya no existe en papel, continúa en forma de activismo, performance y circulación digital. Aquí hablan de los tiempos que corren y de la columna mensual que empezarán a publicar en Soy presentando a las mujeres de sus vidas, es decir, a sus teóricas favoritas.

 Por Paula Jiménez España

Con ellas, baruyo no es tanto una palabra como un destino. Mientras intentamos hablar en la mesa de un bar, suenan altísimos los parlantes; en la calle, los autos pasan y pasan y el ruido de motores y bocinas va en aumento. Tenemos que esforzarnos para oírnos y parece que la cosa es así, nomás: con ellas, nada se puede decir en voz bajita. Hace casi seis años empezaron con aquella revista que duró tres años y cobró gran popularidad, no solo dentro del ambiente lésbico sino también dentro de la academia. Sin embargo, las raíces de su nombre, Baruyera, más que en la biblioteca, están en la calle, dice Verónica Marzano, entre la gente.

¿El nombre cómo surgió?

Verónica: –A mí se me ocurrió porque es una palabra que se usa mucho en el interior del país, y yo soy del interior. Baruyo. Y también había una canción de una cantautora, Silvia Palumbo, que hablaba del baruyo. Esa canción fue inspiradora. Y como dije antes, baruyo era una palabra que traje a la Capital desde mi pueblo y fue como ponerla ahí, plasmarla y cayó justo, fue muy potente lo que generó. Se trató más de un proyecto comunicacional que de una revista, la revista fue la herramienta que se nos ocurrió para concretar ese proyecto que nos parecía que estaba bueno y que tenía que ver con juntar a un montón de gente que estaba pensando y escribiendo cosas, sobre todo lesbianas, y que quizá no era de la más reconocida. Nos interesaba difundir qué teoría estaba surgiendo desde la praxis, desde el territorio. La revista fue el vehículo que encontramos para eso. Después nosotras seguimos haciendo otras cosas, como un ciclo de cine, y participamos de otros espacios que no se apartaban de este proyecto comunicacional.

¿Siempre respetando el nombre Baruyera?

Sonia Gonorazky: –Es como una marca de identidad para nosotras y para otra gente. El nombre de Baruyera fue uno de los primeros impactos que tuvo. La revista dejó de salir en formato impreso, pero hemos estado haciendo cosas en la calle, hemos trabajado en el blog, por Facebook, y el proyecto de revista sigue. Muchas veces, la dinámica de la vida te impone no poder dedicarle lo suficiente, pero el proyecto siempre existe, posiblemente ya no como una revista impresa o como el acento que tenía inicialmente. Entonces, nos daba fuerza hacerla en papel para que se leyera en trenes, colectivos o plazas, pero pensando que ahora el paradigma de la comunicación digital avanzó muchísimo y tiene gran fuerza simbólica, es mejor pensar en los formatos que lo digital posibilita. Creo que puede pensarse en un paradigma de digitalización masiva, que llega a cualquier pueblo o ciudad, algo que hace cinco años, cuando surgió Baruyera, era inimaginable. Me parece que ya el soporte no es el papel, sino que hay que pensar en otra cosa.

¿Baruyera surgió como un proyecto de pareja?

Verónica: –No. En realidad surgió como la necesidad de cada una, que ya tenemos nuestro recorrido en la militancia. A finales del 2006 apareció como la necesidad de encontrar espacios de comunicación; nosotras sentíamos que el movimiento de lesbianas venía atravesado por varias cosas, por experiencias que no sé si decir que habían fracasado, pero no habían sido tan exitosas como se esperaba. Y había otro grupo de chicas más nuevas y jóvenes que venía con otra impronta, influenciadas por la teoría queer, como con otro bagaje, con una pulsión fuerte de activismo: la revista surgió como un espacio militante que buscaba concentrar esas voces. Y fue pasando por diferentes etapas, la idea nunca fue hacer una revista teórica ni con un gran anclaje editorial, sino que fuera una expresión popular, que se publicara teoría que surgiera más de la calle que desde la academia. Y siempre nos llamó la atención el impacto que tenía la revista en la academia. En las chicas sobre todo. Había muchos grupos que escribían, nosotras hacíamos más de compiladoras. En ese momento nos parecía que eso era lo que hacía falta. Hubo muchas baruyeras, nosotras dos la armamos, pero la conformación más potente o la que más permaneció fue la nuestra con Gaby Díaz Villa, que es la tercera baruyera.

Sonia: –Siempre fue un proyecto en colaboración, en equipo, se puede leer algo en relación con nuestra pareja y con el proyecto, pero nunca trabajamos solas, en el equipo siempre fuimos cuatro o cinco personas, como mínimo, que rotamos y circulamos, pero nunca la idea fue de un proyecto de pareja. Tal vez, por cómo fueron los tiempos y la difusión de la revista, es que quedó esa imagen. Estuvo con nosotras, por ejemplo, la artista plástica Cristina Pol, aportando desde un pensamiento diferente, menos del activismo y más desde el lugar del arte.

¿Ustedes están casadas?

Verónica: –No, no lo estamos.

¿Qué posición tienen con el matrimonio?

Verónica: –Cuando fue un tema dentro del movimiento de lesbianas teníamos como claro que le hubiéramos dado a eso otra forma. No estábamos en contra de la idea de que hubiera otro tipo de unión, tampoco la unión civil, que era menor, pero hubiéramos pensado en otro tipo de estrategias, o que tuviera otras características. Una vez que el tema no fue más debate y se lanzó a la esfera pública, obviamente que no íbamos a estar en contra, porque cuando una piensa en la política grande, todo lo que sea sumar derechos es un discurso que tenemos que sostener. Creo que pasaron muchas cosas además de la ley que fueron las que generaron el impacto social respecto de la diversidad. Lo previo podría haber sido un proceso más rico de construcción.

Sonia: –Te voy a hacer yo una pregunta, Vero, porque seguramente hay gente lectora de la Soy que es mala y memoriosa y que leyó la Baruyera número uno y se acuerda de lo que comentabas en un artículo hace muchísimo tiempo, cuando no estaba ni instalado el debate. ¿Querés contar con más detalle por qué no seguís sosteniendo esa idea?

Verónica: –Lo que dije. Nuestra posición antes de que se instalara el debate público era que buscaríamos otro tipo de asociaciones para generar los mismos derechos. Reformular y repensar el matrimonio como categoría para toda la sociedad y buscar otra forma de unión, rediscutir los alcances y las limitaciones de esa figura. Me parecía que se podía dar un proceso más amplio y más rico. El matrimonio tiene sus limitaciones también a los heterosexuales. Pero es un proceso que nos va pasando por arriba, porque, de hecho, la reforma del Código Civil que se discute es superadora del matrimonio; a esas cosas que pensábamos sobre la herencia o el divorcio, hoy el propio Código Civil las está discutiendo y reformulando. Eso era lo que planteábamos desde Baruyera. Estoy de acuerdo con que la ley de matrimonio posibilitó un montón de cosas, pero no creo que sea el epicentro. Nosotras apoyamos la ley de matrimonio y lo que creemos es que podría haber generado hacia adentro del movimiento un proceso más rico de discusión antes de incorporarlo a la agenda pública y por otro lado, que ahora hay que profundizar la ley para que los beneficios que generó, lleguen a todo el mundo.

Sonia: –Las leyes de matrimonio igualitario y de identidad de género tienen muchos aspectos positivos y también, sin que sean aspectos negativos, hay algunas cuestiones que pareciera que se clausuran con las leyes. En los discursos las cosas parecen más resueltas –la discriminación, por ejemplo, sigue existiendo aunque desde las leyes y del Estado sea cada vez menor– y no lo están tanto. Estas leyes tan de avanzada, que tanto orgullo nos dan, no tienen que significar una oclusión en el pensamiento crítico.

¿Están por empezar a publicar una columna en Soy, verdad?

Sonia: –Sí. La idea es repasar cuestiones teóricas y tratar de vincularlas con las praxis y la militancia locales, aprovechar también que conocemos a muchas activistas en el interior del país y articular conceptos de autores y autoras reconocidos con las prácticas concretas.

¿Qué autoras o autores, por ejemplo?

Verónica: –Siempre nos sentimos muy influenciadas por Monique Wittig, la autora francesa, Beatriz Preciado, Judith Butler, Teresa De Lauretis, Donna Haraway, Rossi Braidotti y también por algunas autoras locales como Valeria Flores, cuyo trabajo teórico es súper importante. En la Argentina hay bastante producción teórica asociada a la práctica política, como lo que hace Florencia Gemetro, socióloga de la UBA y militante de Lesmadres, Gaby Díaz Villa, Marlene Wayar o Paula Viturro. También está el trabajo teórico de Mauro Cabral o las producciones de Lohana Berkins. Hay muchos autores y autoras de teoría locales y que sirven para pensar la práctica política. La revista Baruyera, que era el espacio donde nosotras hacíamos ese trabajo, fue donde pusimos a jugar en la práctica política a algunos autores que han ido construyendo el pensamiento de las lesbianas feministas, pero también de los espacios más queer y lgttb en algún punto. Han construido plataforma política, han ayudado a pensar nuestra práctica en el territorio a partir de sus producciones. Baruyera tenía que ver con esto, empezar a poner la producción teórica que nos había formado a un gran espacio de militantes, más masivamente en juego y explicar de qué va nuestra práctica, una especie de traducción de nuestra praxis política.

Compartir: 

Twitter

Imagen: Sebastián Freire
 
SOY
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.