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Viernes, 25 de enero de 2013

El cartero llama dos veces

Siguiendo con la línea de homenajes a poetas argentinos que comenzó con su obra Alfonsina, Darío Cortés evoca ahora con humor y con la estética gótica de Tim Burton el mundo de Oliverio Girondo a partir de la historia de un empleado de correos que roba libros de poesía.

 Por Adrián Melo

Quizá Tim Burton sea uno de los directores referentes de la comunidad Lgtbiq porque supo retratar en sus personajes pálidos, ojerosos, sensuales y románticos a los diferentes para la sociedad. Sin duda, su universo creativo está poblado de los parias sociales de este mundo, esos seres tímidos, solitarios, a merced del insulto y siempre envueltos en amores desesperados entre “raros” que resultan inadmisibles para la civilización: como los de Gatúbela y Batman (inolvidable aquella línea del guión que dice: “Un beso bajo el muérdago puede ser mortal. Pero es más mortal aún si proviene del corazón”), los de Edward Scissorhands y Kim Boggs o los del vampiro Barnabas Collins por la institutriz Victoria Winters.

Por su parte, Oliverio Girondo, que compuso un “Elogio de los fracasados”, es el escritor argentino que, a través del humor y del absurdo, intentó poetizar lo cotidiano, la vida rutinaria de las nacientes ciudades cosmopolitas. Es por ello que llegó a afirmar que “la vida es un largo embrutecimiento. La costumbre nos teje diariamente una telaraña en las pupilas; poco a poco nos aprisiona la sintaxis, el diccionario; los mosquitos pueden volar tocando la corneta y carecemos del coraje de llamarlos arcángeles”, y que las chicas de Flores “van a pasearse por la plaza, para que los hombres les eyaculen palabras al oído”.

En Oliverio, Darío Cortés sale airoso de su triple rol de director, dramaturgo y actor, combinando exquisitamente la estética de Burton y la poesía de Girondo para crear un personaje entrañable: Oliverio Cienfuegos, un ingenuo empleado de correos abandonado por su compañera María Luisa (“la mujer que sabía volar”) y despedido de su trabajo después de veinte años por robar libros de Oliverio Girondo de correspondencia privada. Es decir, acusado de intentar inyectar un poco de fantasía, ilusión y poesía a su vida alienada.

Hilvanando de manera genial su dramaturgia con bellas poesías de Oliverio Girondo –seleccionadas principalmente de Espantapájaros–. Al alcance de todos, En la masmédula, Persuasión de los días y Membretes quizá para reforzar la metáfora con el mundo del correo– y acompañado de la delicada música de Julián Minckas, Cortés baila, salta, canta, sueña sobre el escenario y compone con mucho humor, ternura y ambiguo erotismo un personaje entrañable que mira al mundo con los ojos expresivos de los solitarios y posee el encanto de los perdedores, aquellos seres incapaces de hacer fortuna en el mundo capitalista, pero capaces de conmover, amar y enamorar. De esta manera logra lúdicamente como diría un poema de Girondo “trasladar al plano de la creación la fervorosa voluptuosidad con que, durante nuestra infancia, rompimos a pedradas todos los faroles del vecindario”.

Como en una fábula burtoniana, Oliverio Cienfuegos encuentra la salvación en lo mismo que en algún momento significó su perdición: la poesía. Cuando hacia el final de la obra, vemos alegremente entre luces triunfales saltar a Cortés-Oliverio hacia la vida (vuela sin orillas en palabras de Girondo), no se puede dejar de recordar y parafrasear aquellas bellas frases de John Cheever sobre la literatura: “No poseemos más conciencia que la poesía. La poesía ha sido la salvación de los condenados, ha inspirado y guiado a los amantes, vencido la desesperación, y tal vez en ese caso pueda salvar al mundo”.

Oliverio. Dramaturgia, dirección y actuación: Darío Cortés
Sábados a las 23.30, Teatro Liberarte (Av. Corrientes 1555)
Martes a las 23.30. Teatro del Séptimo Fuego, Bolívar 3675 (Mar del Plata)

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