Viernes, 25 de enero de 2013 | Hoy
Sin acusar recibo de los nuevos tiempos, la jaula sigue albergando los mismos chistes.
Por Facundo R. Soto
¿Qué motiva a un productor (Javier Faroni) y a un director (Carlos Olivieri) a buscar elenco (Carlos Kaspar, Graciela Tenenbaum, Betty Villar, Juan Alari, Benjamín Amadeo, Silvina Bruggo, Julieta Gálvez, Jorge Lozada, Jorge Priano, Diego Rinaldi) para montar La jaula de las locas en un Buenos Aires con matrimonio igualitario, ley de género y una constante búsqueda de las igualdades para las minorías? La obra del francés Jean Poiret se estrenó en el Palais Royal de París en 1973, hace 40 años; estuvo en cartel quince años consecutivos. ¿De qué va la nueva puesta en el teatro Apolo? ¿Se trata de un homenaje, de una fiesta de cumpleaños? Hay preguntas que no tienen respuestas y otras que sí, pero los actores están cansados para responder y entonces se suponen las respuestas. De todas formas, la obra de desenvuelve con tanto humor como con excesos. Desborda de gags efectivos y picarescos (que insinúan más que explicitan, como si fuese un teatro de revistas) que no dejan de desprender carcajadas. Si uno sabe de antemano con qué se va a encontrar, probablemente la obra satisfaga las expectativas. Pero si unx espera que la psicología de los personajes quede a flor de piel y las interrogaciones nos hagan pensar, vamos por mal camino. Por momentos se trata de una puesta exagerada y sobreactuada, como era de suponerse por la temática y el contexto en que se vende, donde se estereotipa el mundo gay haciéndolo una caricatura grotesca. Del elenco sobresale, sin lugar a dudas, el mucamx (Nicolás Armengol), no por ser la vedette que anda con el culo al aire, parado y duro como una manzanita, pasándose el plumero por los cantos, sino por la destreza que muestra en escena: camina a gran velocidad con tacos enormes y cuando no los tiene, hace que los tiene. El dominio de su cuerpo llega hasta caerse por la escalera y resbalar sobre una maleta como si se hubiese lastimado, sin que nada pase. La escena de las tostadas, donde Renato (Miguel Angel Rodríguez) se prepara frente a la futura visita de los padres de la novia de su hijo, e intenta tapar la forma de vida que llevan, es lo mejor que tiene esta puesta, llena de tensión, misterio. Dice mucho más de lo que cree, al pedirle a su novix, lx locx Albino (Gabriel Goity) que se comporte como un macho, cuando él mismo no lo es. Las lecciones, por supuesto, son fallidas y el patetismo queda expuesto cuando intenta untar la tostada con mermelada como si fuese cemento con un fratacho. Después esconden lo mejor de la escenografía (Daniel Feijoó): una pintura de cinco hombres desnudos y embrochetados. La cambian por una de San Cayetano. La estructura está lograda y hace que la obra pase volando, pero también que se mantenga el conflicto y la tensión que se logra al captar la atención del espectador. Pero la locx estereotipadx, con la casa pintada de rosa y las plumas que no paran de caer, hace que la obra se acerque más a una comedia de Olmedo y Francella que al teatro off, que diversifica los sentidos. Los protagonistas, y los actores en general, pasan letra hablando sin parar, como si estuvieran apurados en un programa de televisión, donde no paran para mirarse, oírse y conectar. Quizá poseídos por el ego narcisista de los personajes, se mueven como autómatas, sin tener en cuenta al que tienen enfrente. Todo es rápido y veloz, como los tiempos que corren. Otro de los momentos donde la puesta dice más de lo esperado, y sorprende, es cuando la pareja se entera de que el hijo se va a casar con una mujer. Se preguntan qué hicieron mal, por qué les hace eso, en qué fallaron... Y se lo preguntan casi de verdad, dejando de lado la pantomima con la que está hecha gran parte de la obra. Después volvemos a reírnos. El público aplaude a cada actor que aparece en escena, donde el teatro de revistas es parte de la escena. No falta la ironía política cuando Renato dice: “No dejamos entrar a la fotógrafa porque la prensa miente”.
De miércoles a domingos a las 21
Teatro Apolo: Av. Corrientes 1372
Entrada general: $ 200
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