Viernes, 29 de agosto de 2008 | Hoy
LUX VA A SOHO TELO MUESTRA II
Nuestrx cronista rompe el record de los Guinness sexuales probando todas las habitaciones de un telo en una sola noche. Pide un turno de dos horas y le dan gratis un tour de nunca acabar.
Primero una aclaración. Para lxs lectorxs que me saturaron la casilla preguntando si fui yo quien le regaló el par de óvulos a Ricky Martin, o si soy la propietaria del vientre alquilado, o el chongo que tiene escondido en el roperito de los bebés gemelos, les respondo tres veces no señorxs, a esta altura de la soirée estoy para puerto más rico. Al menos eso pensé cuando me encontré este sms en mi celular: “Lux, mi pussy-cat, vestite pero no much. T esper en telo, habitación q quieras”. Voy a tocar el punto G del sexo express me dije henchidx de expectativas ante aquello de “t esper”. Qué sugerente el lenguaje sms: te espero, te esperma, Hesperidina, fui tarareando hasta la puerta de la calle Paraguay, donde una señorita con folletos me preguntó si venía por la muestra o por el emprendimiento. ¿Ahora le dicen así? Vengo para las dos cosas, como siempre, y penetré voraz a exigir mi habitación de luxe en la ventanilla titilante donde me ignoraban no uno, sino tres maniquíes en la pose básica de recepcionista de telo. Esto es gratis. “¡Esto es arte!”, exclamó con aires de galerista el dueño de las dos manos que tanteaban mis nalgas esculpidas. Giro la cabeza para ver quién será mi nuevo marchand: no es uno, no son tres, somos mucho más que dos. Somos un grupete que camina en celo sobre la entrañable alfombra roja, hirsuta, almidonada y aromatizada por obra y gracia de ese amor pringoso que se resiste al Pinolux. Aire de galerista matizado con olor a telo es lo único que se puede respirar acá. Me arrodillo para agradecer a la santa protectora del consumidor que escuchó mis rezos y por fin abrió este templo del placer a los grupos sin distinción de género, ni número. “No –me aclara un artista en potencia–, hemos intervenido todas las habitaciones.” “¡No te puedo!” “Sí cómo no me vas a poder”, me dice con la mirada estrábica y ardiente que el ambiente impone. Bueno, vamos, digo igual de poeseídx. Y mi guía de arte me lleva de cuarto en cuarto donde el ámbito original se ha resignificado, dice mi dueñx. Aquí pusieron sobre la cama una diosa de las conchas marinas, en otra plantaron un ejército de dildos, homenaje a Marilyn, a la psicodelia, una habitación convertida en atelier, otra en templo de muñequitos inflables, en otra creció un árbol y otra –¡para vos, Ricky!– se convirtió en sala de parto, con fotos, pelos y señales de la criaturita resultante de un turno. En una habitación dos chicas de carne y carne conversan en la cama y en otra se escucha la música del inodoro que no cesa. “Hagámoslo acá”, le digo a mi guía, siento que no puedo más. “No, acá no podemos hacerlo”, me lo contesta revoleando collares a lo Pepito Cibrián. Me paseo por las habitaciones que me faltan y me retiro solitx mi alma. A veces pasa que yendo en busca de fiesta uno se encuentra con un happening, decía Andy Warhol. ¿O fue Federico Klemm?
Ex albergue transitorio Pussy-Cats
Paraguay 4747
Hasta el 7 de septiembre
Todos los días de 11 a 20
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