Viernes, 12 de julio de 2013 | Hoy
Con cine de fondo y música en el piano, Francisco Pesqueira y Ramiro Pettina reviven las más bellas y pegadizas canciones del cine argentino.
Por Adrián Melo
Pocos autores como Manuel Puig expusieron la íntima relación entre las infancias y adolescencias solitarias y el cine, compañía y evasión, personajes tan disímiles como Gore Vidal, Gianni Vattimo, Rock Hudson o Terenci Moix han dado cuenta en sus memorias de lo que significó el cine para los cazadores ocultos. Lo mismo consiguen transmitir Francisco Pesqueira y Ramiro Pettin con Canción de Cine. Homenaje a las canciones del cine argentino que, para los que rondamos o traspasamos las cuatro décadas, significa largas tardes frente a las pantallas de la tele con ciclos conducidos por Rubén Aldao o por Salvador Samaritano o las trasnoches de Función privada.
El recorrido se abre con escenas de Tango!, la primera película sonora argentina, y aparece Azucena Maizani cantando “La canción de Buenos Aires”, la misma que hacia el final del mismo film canta “Milonga del novecientos” vestida de hombre, generando ya desde la génesis del cine la transgresión de género formidable y la burla a la masculinidad que supone el travestismo femenino. A partir de entonces viene un verdadero rescate: el bello Claudio Levrino en los brazos de Graciela Alfano mientas suena Cacho Castaña con su “Para vivir” en la popularísima y denostada Los éxitos del amor, el sensual Sandro encendiendo corazones y genitales de todos y todas con “Penumbras”, Arturo Bonin y Mario Pasik haciendo historia al terminar felices juntos en Ezeiza (a pesar de Telefe) en Otras historias de amor mientras suena “Sin vos”... Y otras tantas imágenes que traslucen la fascinación que provoca en muchos de nosotros el glamour de las divas: la fiereza de Tita Merello, Libertad Lamarque rechazando a su pretendiente por sus “Besos brujos”; Niní Marshall y sus parodias a la alta cultura, la frescura españolizada de Lolita “nunca besada en las pantallas” Torres; el símbolo erótico más casto del mundo, quizás el que más fantasías ha despertado en el universo cinematográfico argentino y que dice haber amado a su madre y a un solo hombre (y todos le creemos) mirando a la cámara moviendo sensualmente los labios mientras le cantan “Recuerdos de Ipacaraí” en La barrerita de Iparacaraí.
En todos los casos, Pesqueira se luce hilvanando anécdotas personales e históricas, se funde con y parece hablarles a las imágenes y a las estrellas cinematográficas —casi se podría decir haciendo el amor con ellas—, tributando con sentimiento, sangre y fuego y agradeciéndoles tantas horas vividas.
En este recorrido histórico y personal no quedan afuera los posicionamientos ni los contextos políticos. Hay además un particular detenimiento en la movida cultural que supusieron los filmes de los esperanzadores años ochenta de la transición democrática. A su vez Pettina interpreta al piano las canciones más bellas de las películas de Leonardo Favio, mientras Pesqueira no le teme a destacar aspectos generalmente desechados de la cultura popular, como el cine de Enrique Carreras, ni a bailar junto al Club del Clan ni a componer una versión operística de “La felicidad” de Palito Ortega, ni al supuesto sentimentalismo que puede resultar de intentar conmover —¡y efectivamente conmueve!— con la triste banda sonora de Trapito.
Canción de Cine. Homenaje a las Canciones del Cine Argentino
Teatro El Buho. Tacuarí 215.
Domingos a las 19
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