SER Y ESTAMOS > MARIANO ARISTE > ESTUDIANTE DE SOCIOLOGíA / WWW.FUNDACIONDANIELZAMUDIO.CL
Daniel Zamudio tendría que cumplir este sábado 26 años, pero el 3 de marzo de 2012 en el Parque San Borja, en Santiago de Chile, lo mataron a golpes por su aspecto de homosexual, sus modales de homosexual, sus gustos de homosexual. Para septiembre de este año se espera el juicio contra los cuatro imputados por este crimen de odio que impulsó la sanción de una ley antidiscriminación llena de baches, según los organismos lgbtiq del país vecino. Su mejor amigo trata de reconstruir lo que sintió aquel día y la imagen de Daniel, que el horror redujo a una foto de denuncia que conmovió al mundo.
› Por Sebastián Freire
Con Daniel nos conocimos cuando tendríamos unos 18 años. Teníamos amigos en común. En esa época los dos estábamos asumiéndonos como gays. Era todo un momento de descubrimiento que vivimos juntos.
Fuimos muy amigos desde un principio y vivimos una juventud muy intensa. De los 18 a los 21 años fue vivir la vida: vivir en carrete. A él siempre le gustó pasarlo bien. Yo en esos años también me enganché un poco en eso, pero luego yo me tuve que ocupar de mis estudios y dejé un poco ese tipo de vida. Pero él quedó en esa onda de no hacerse cargo de la vida. De todas maneras, siempre muy amigos.
En un momento Daniel terminó viviendo en casa. El tiempo más largo que estuvo viviendo en casa fueron cinco meses, luego era un ir y venir: se iba y volvía un mes, y así. En esas estadías en casa fue que enganchó muy bien con mi familia. Es que él era alguien muy querible. Recuerdo que a cualquier lugar que fuéramos, al día siguiente él era un tema de conversación: él siempre fue el chico simpático, etcétera.
El era como mi hermano postizo. Me acuerdo de que nos reunimos dos semanas antes de que le pasara lo que le pasó y yo estaba por mudarme de casa, yo tenía todo embalado para irme y él llegó a eso de las ocho de la noche de un miércoles y se quedó hasta el jueves. Yo me fui temprano a dar el examen y cuando volví quedamos en vernos para ir a tomar algo el 2 de marzo, cuando yo saliera del médico (porque mi médico quedaba enfrente de su trabajo). Ese 2 de marzo yo salí del médico a las 17 y pasé a buscarlo como habíamos quedado, pero él no estaba en la tienda, así que me fui. Fue raro porque yo no pregunté si había ido a trabajar o no. Así que me fui a la casa de una prima y al rato me llamó un amigo en común diciéndome que Daniel me estaba buscando para ir de carrete con él. Y ésa fue la última información que tuve.
Recién el domingo me llamaron por teléfono y me dijeron: “Mariano, Dani está en la Posta y tienes que ir a despedirte de él, anoche le pegaron y le dieron una golpiza y tienes que ir a despedirte”.
En momentos así uno piensa por qué pasa esto, yo había quedado en verlo el viernes y ahora él está así. Cómo podía ser que pasara algo así.
Al llegar a la Posta Central en el centro de Santiago, me encontré con su papá, Iván, y su hermano Diego. Ahí me dan los detalles de que esto había pasado el viernes por la noche y que Daniel estuvo todo el sábado hasta el domingo como NN porque no tenía los documentos ni nada. Le hicieron el chequeo por las huellas digitales y todos se enteraron recién el domingo. También me pasan a detallar un poco que había sido una golpiza nazi y que Daniel estaba con la esvástica. Me dicen que tal vez era mejor que yo me quedara con el recuerdo lindo que tenía de él, porque si pasaba a verlo me iba a quedar con una imagen muy cruda. Yo quise subir igual. Entonces me dicen que suba pero que no haga ningún gesto como que estuviera shockeado por cómo estaba él.
Subí los cinco pisos con una sensación muy ingrata de ir a despedirme de alguien... era la primera vez que me topaba con la muerte de un amigo de un día para el otro.
Cuando llegué a la habitación era imposible no espantarse y no poner una cara de asombro en esas condiciones. Sentí que se veía toda la rabia de esos cuatro tipos en un cuerpo, todo su cuerpo estaba con heridas: los zapatos marcados en la cara, los brazos con quemaduras de cigarros; su cabeza hinchada desproporcionadamente. Es lo más crudo que me ha tocado ver.
Estuvo 24 días internado. En un momento los médicos daban esperanza de que se salvaba, pero yo no les creía, no era por ser pesimista, pero como el diagnóstico de los médicos era que en seis días estaría bien en su casa... Pero uno cuando ve ese tipo de condiciones en una persona se da cuenta de que tiene para mucho rato. Igualmente uno quiere creerles a los médicos y todos nos esperanzamos un poco con ese diagnóstico.
Yo ese semestre lo tenía libre y tenía planeado tomármelo para viajar, justo pensaba venirme a Buenos Aires. Pero cuando pasó esto pensé en quedarme hasta que Daniel estuviera nuevamente en su casa y una vez que lo pudiera ir a visitar a su casa recién ahí, sí hacer el viaje.
Dani murió el martes 27 de marzo a las 19.30, pero el 24 de marzo en la noche se dijo que Daniel tenía muerte cerebral. En todas esas semanas se habían hecho velatones espontáneos. La Posta Central estaba toda llena de velas. Me acuerdo de que ese 27 de marzo yo salí del trabajo y me junté con mi prima que me iba a acompañar a llevar mi vela al velatón. Y en ese momento me llamaron por teléfono para avisarme. En esos 24 días hubo por parte de la prensa dos falsas alarmas de la muerte de Daniel.
Justo cuando me llamaron para confirmarme su muerte yo estaba llegando al parque San Borja, que fue el lugar donde fue la golpiza de Daniel. Así que me enteré de la muerte de mi amigo a metros de donde lo masacraron.
Yo siento que con la muerte de Dani la gente empatizó con la cuestión gay. Chile siempre fue reacio a hablar del tema gay, pero cuando ven a un chico joven común y corriente (éste es un análisis que hago yo del cuento) la gente se engancha y empatiza más con el tema porque ven que le puede pasar a cualquiera. A partir de esto se empieza a hablar del tema gay en Chile. Mientras él estuvo en la Posta salió la ley Zamudio, que es la ley por la discriminación. Yo creo que esa ley es un parche y hoy en día se ven sus falencias. Igualmente fue un gran paso que se traten los derechos de un gay.
En junio del 2012 el papá de Dani me contactó, ya que teníamos un compromiso en común: no dejar pasar lo que había ocurrido con Daniel. Yo pensaba: “Yo no voy a contar desde el living de mi casa que tuve un amigo y todo lo que le pasó, yo tengo que hacer algo por el cuento y tengo que trabajar por esto”. Yo nunca fui a las marchas ni fui activista en nada. Y ahí fue que empezamos con la Fundación Daniel Zamudio. Nos dimos cuenta de que la fundación se tenía que focalizar en la familia de los gays, porque nos dimos cuenta de que ése fue uno de los problemas en el caso de Daniel, ya que no tuvo un núcleo familiar sólido.
Daniel a los 16 años, cuando tuvo su primera relación medio a escondidas, se tuvo que ir de la casa porque los padres no lo entendieron. Así fue que Daniel desde los 16 años vivió en casa de amigos o con su abuela.
Tal vez un joven a los 24 año no hubiese estado solo en un parque a las 23 si hubiese tenido un núcleo familiar más sólido desde que empezó a asumirse gay. Sin el afán de culpar a los padres de manera directa sobre el tema. Ellos lo asumen y es un poco el mea culpa que hacen.
Todo eso que vivió Daniel en su adolescencia derivó en que él se despojara de su familia y que hiciera una vida independiente y que cayera en los excesos (precisamente el alcohol). Este tema muchas veces se trató de esconder pero yo creo que no hay que esconder.
Lo que hacemos desde la Fundación es ir a los colegios (centros de padres y alumnos) y dar charlas sobre diversidad sexual para educar a la comunidad sobre el tema. La idea es que la información llegue a los papás, para que ellos sepan diferenciar qué es un gay, una lesbiana, un transexual. Y así cuando tomen una decisión en un futuro de echar a su hijo o hija o no abrirle la puerta a su pareja, que lo hagan con conocimiento de causa. En Chile no se sabe de diversidad sexual.
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