Viernes, 30 de agosto de 2013 | Hoy
TEATRO > LESBIANAS A LA VISTA
Por María Laura Flores
Es 2001: una mancha de humedad aparece en un departamento, casi como queriendo homologar la mancha que ese comienzo de década dejará en la historia argentina. Sergio, el joven vecino estudiante de Antropología, se acerca a reclamar y quedará enredado en una historia familiar que lo atrapará hasta el punto de ver nacer su tesis de graduación en esos relatos familiares.
Cinco actores en la puesta y seis personajes que deambularán dementemente por todo el escenario. El personaje que no tiene cuerpo real, pero tiene voz a través de esa familia, es Amanda, la tía entrerriana y lesbiana que nunca se verá, pero que será una presencia tan palpable como las fotos que de ella le muestran a Sergio, mientras la describen y le relatan sus anécdotas de provincia. Porque Amanda será el orgullo familiar, con su masculinidad a cuestas, sus bigotes, sus mocasines acordonados, su peinado a la gomina, la bravura con la que “corcovea sus tetas al mundo”, las mismas tetas cuyos pezones están “verdes de tanto tomar mate”. Y de aquí surgirá la idea de tesis de Sergio de hacer un “tratado de lesbianismo en la región mesopotámica de Urquiza”, aunque para el resto de la obra nos quedemos apenas con esa enunciación.
Los retratos que la familia hará de la tía lesbiana se irán entrecruzando con relatos políticos pasados e historias camperas. La ideología peronista se sostiene casi como la expresión de que todo tiempo pasado fue mejor, y se mezcla con una exquisita sensualidad que recorrerá cada centímetro de la obra; una sensualidad grotesca en algunos momentos y delicada en otros, pero siempre omnipresente, como la tía Amanda.
Peronismo y erotismo es lo que ofrece Panza verde, un pasado setentista, un presente en la génesis del milenio y un futuro que no existe porque todo se dibuja en las espaldas: “En esta casa sólo podemos buscarnos para atrás”, dirá la madre con cierto aire de resignación. Y no será necesaria más explicación porque toda la obra en sí misma se construye desde las historias pasadas.
“A Juan Duarte lo mató el General cuando lo encontró garchando con un sindicalista”, dice el padre de la familia; y minutos más tarde, la preliminar de un acto sexual encontrará a la pareja excitándose sobre una silla de ruedas al canto de “¡se van, se van, y nunca volverán!”, y él pide otra mientras le besa las tetas y cantan “¡qué lindo, qué lindo que va a ser, un hospital de niños en el Sheraton Hotel!”. Y la excitación sube y sube hasta que –¡plum!– la tensión baja y hay que volver al relato, a las fotos, a la tía Amanda, a la provincia, a otra historia.
Julio Molina, dramaturgo y director de la obra, logra combinar la poesía, la política, la sensualidad, el campo y el erotismo de una manera tan impoluta que es imposible no quedar prendadxs al guión y las palabras (y por qué no, a la tía Amanda).
Panza verde. Viernes a las 22.30. Teatro El Popular, Chile 2080.
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