“Lo que voy a contar ahora no lo conté nunca. Sólo mi madre lo sabía y se lo llevó a la tumba. Yo estuve desaparecida en el Pozo de Banfield. Yo fui torturada por estar en situación de prostitución. Pero a mí y a mis compañeras no nos torturaban con una picana. A nosotras nos violaban. Físicamente, moralmente. Yo vengo a decir acá que nosotras también éramos perseguidas políticas por nuestra militancia de género. Ninguna de mis compañeras sobrevivió. Pero esta historia trágica que me tuvo paralizada por tanto miedo y porque no encontraba a nadie a quien le importe me sirvió para construir mi liderazgo social y político.” Acompañada por Alex Freire, con quien milita ahora en la Fundación Buenos Aires Sida, Valeria Ramírez resignificó su historia personal ubicándola en la historia colectiva. Lo que esta mujer trans delató el miércoles, en un salón de la Legislatura porteña, con su testimonio no fue sólo su paso por uno de los centros clandestinos de detención durante la dictadura sino también la complicidad del silencio y la falta de escucha para modos diferentes de hacer política.