Viernes, 24 de octubre de 2014 | Hoy
La revista Clítoris. Sex(t)ualidades en viñetas llegó a su
quinto número y lo festeja en formato libro. El humor,
la ilustración, la ficción y los personajes puestos al servicio de una bajada de línea feminista y queer.
Por Gabriela Cabezón Cámara
Hay quien, un chico trans, le ve la cara y el cuerpo a Dios, lo encuentra igualito a Conchita Wurst y decide llevar adelante un embarazo causado por el mismo Espíritu Santo que dos mil años atrás prefería lo transespecie a lo transgénero, y se manifestaba en forma de paloma para darse carne y darle carne al sacrificio y comenzar una Iglesia que, muy distante de la liviandad de sus símbolos de origen, hubo de aplastarnos durante siglos. Pobre mitología de pobres la nuestra: a la Virgen María, la paloma, mientras las de los griegos eran más afortunadas: la virgen Leda se ligaba un regio cisne y Europa, un torazo anfibio. Pero acá y ahora al chico le va bien y tiene una nena hermosa sin vocación de mesías.
También hay quien, un varón que huye en camisón de una horda de gendarmes, tolera el implante del primer útero artificial de la historia y acto seguido busca un modo de abortar. Hay una chica con medias piernas que no camina, pero hace stand up trabajándose un lugar de objeto de deseo a las carcajadas. Un chico gay al que la violencia de una señora homofóbica lo lleva a recordar a su madre. Una nena violada por su padrastro y condenada a un aborto sórdido por un juez que le niega justicia. Una chica que, merced a la ayuda de sus compañeras, logra quebrar el vínculo que la une a su proxeneta. Una ex detenida desaparecida que, ante las cámaras de televisión y ante la pregunta idiota: “¿Vos salías con el León Acuña?”, contesta lo obvio y lo tremendo: “Eramos prisioneras”. Y una mujer que viaja en el corazón de un animal impensable, una nave espacial que marcha a la guerra transportando una especie de seleccionado intergaláctico, un cuerpo de elite de seres de lo más diversos –cubos vivos, plantas parlantes, dinosaurios evolucionados, perros que no son perros pero parecen– que se la pasan anudando vínculos en camas interplanetarias noche a noche en el espacio sideral.
Todas estas gentes son personajes de historietas, las de Clítoris. Sex(t)ualidades en viñetas, una revista que llega a su quinto número en formato de libro. No sólo de historietas vive esta Clítoris; también incluye artículos teóricos. María Alicia Gutiérrez argumenta a favor del aborto legal: “Si el desarrollo sustentable y la lógica hegemónica del sistema se sostiene en parte en la reproducción (que es además reproducción de la fuerza de trabajo), la negativa, por las razones que fueran, de las mujeres a procrear quiebra esa lógica y pone en cuestionamiento el ejercicio asimétrico del poder”. “Qué ves cuando ¿me ves?”, el artículo de Verónica González plantea cuestiones como ésta: “Las mujeres con discapacidad mostramos enfermedad, situaciones que deprimen a la gente y le generan culpa, esa culpa que se enquista en lo profundo y tiene que ver con la pseudo responsabilidad de proteger porque se cree que somos vulnerables y víctimas de nuestras circunstancias”. La transfobia, definida como “un abuso de poder”, viene con un test –parodiando a tanta revista “femenina”– pergeñado por el activista Helián Katz en su artículo “Cuerpos que importan”. Marlene Wayar aprieta el acelerador y propone discutir un tema muy complejo que ella conoce por experiencia y por estudiarlo: la prostitución.
¿Qué es Clítoris, entonces? “Un panfleto bien hecho: feminismo de bolsillo”, según su editora, la comunicóloga y feminista Mariela Acevedo, que rompe sin drama el tabú de la reivindicación del panfleto como género. Y habla con razón: la revista privilegia la didáctica por sobre la poética; los “mensajes”, la editora va a repetir la palabra durante la entrevista que tuvimos en un bar de Congreso mientras se caía el sol del domingo, son transparentes.
“Historietas de feminismo/pensamiento queer explícito” o “Feminismo queer de divulgación en comic” podrían ser otros subtítulos de Clítoris. La revista es feminista, pero hace una crítica del feminismo: “A veces tiene un discurso muy cerrado”, explica Acevedo. “No usa humor, no usa la gráfica. Con una historieta o con el humor gráfico y con otros lenguajes podés hacer feminismo también, y pararte desde otro lado que no sea el de la victimización y la denuncia. O podés hacer una denuncia paródica. Con Clítoris, muchas veces la gente se ríe y se queda pensando. En cambio, el panfleto tradicional o paper académico son de lectura más difícil.”
La idea de una circulación mayor une a la editora de la revista con su editorial, Hotel de las Ideas, un colectivo de guionistas y dibujantes. Ella cuenta que con la historieta llega a espacios no feministas como el mundo del comic. Y ellos se felicitan de llevar la historieta al feminismo y al mundo queer. Javi Hildebrandt, guionista de “Noche de Stand Up”, acuerda con Acevedo: dice que “la bajada de línea llega mejor a través de lo artístico, el humor, la parodia, queda más abierto que en un panfleto que por ahí es más cerrado, te predispone de otro modo”. Dos de los compañeros de Hildebrandt en “Hotel de las Ideas”, Diego Perrota y Santiago Sánchez Kutika, enfatizan el objetivo de “llegar a la mayor cantidad de gente”. Helián Katz agrega que “la Clítoris tiene un valor artístico y un valor en el mundo de la historieta, no es simplemente un panfleto”. Cecilia “Gato” Fernández, adaptadora e ilustradora de “Al pie de la teta”, interviene al grito de “¡A mí me gustan los panfletos!”.
Accesibilidad y lenguaje popular son los objetivos en común. “Abrir discusiones con historietas de 8 páginas”, define Acevedo e insiste con lo de “un panfleto bien hecho: la revista es estéticamente linda, atractiva. Un panfleto, en cambio, en el afán por decir todo te aprieta la letra, no te pone gráfica, y puede estar súper interesante, pero le falta el paso estético”. Katz matiza: “Un panfleto cierra. Clítoris, en cambio, abre discusiones”.
Cuando se les pregunta por los lectores para los que está pensada la revista, las respuestas divergen. Acevedo lo ilustra con una anécdota: para uno de los primeros números, una chica propuso un comic sobre la ablación de clítoris en Africa y no lo aceptó. “Nosotros no vamos a llegar a Africa, pero sí al conurbano: a mí me interesa mucho más que una compañera encuentre una historieta o un artículo que le interese por su propia vida. La revista tiene un corte didáctico y un horizonte que, si no, es la escuela, son espacios de educación no formal. Es un material de lectura crítica, ameno y bien dibujado, en la línea de pensar los derechos de las mujeres y de las minorías sexuales.” Sánchez Kutika en este caso enfatizó la claridad: “Quise ser más directo”. Gato Fernández no pensó especialmente en el lector, pero sí en el editor (una forma de pensar en el lector). Hildebrandt trabajó con “sus propios prejuicios”. Rodríguez Redondo pensó en un lector “como yo: trato de incluir personajes homosexuales en mis historietas, me parece que faltan en el género”. Katz, en cambio, “no se imaginaba un público como yo: pensaba en compañeras feministas con algunas resistencias a las cuestiones trans. O a incluir clítoris trans en sus debates”.
Salir de la academia, saltar del paper, conquistar las militancias de base, los espacios educativos: Clítoris propone transfeminismos y pensamientos queer para multitudes. Que la Fuerza la acompañe.
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