Viernes, 24 de octubre de 2014 | Hoy
La muestra Mutante propone ir poniendo el cuerpo mientras deja formulada en el aire la pregunta: ¿es posible el cruce entre la teoría queer y el cuerpo de artistas y espectadores?
Por texto Gabriela Cabezón Cámara
Silencio. La sala se oscurece. En la pantalla, una palabra: “Superposición”. Oscuridad otra vez. Un silla thonet. La imagen de una silla: ninguna otra cosa podría estar en una pantalla, claro, pero en este caso el carácter de imagen de lo que estamos viendo está subrayado por el uso de un filtro, el Umbral, ese que las reduce a plenos de negro sobre blanco, a sus rasgos mínimos, el mismo que se usó sobre la foto que Alberto Korda le tomó al Che Guevara con la boina con estrella y los ojos visionarios y la convirtió en icono, en calcomanía, en esténcil y en tatuaje. La silla, entonces, negro sobre blanco. Una mujer de pelo largo y vestido corto con rayas y escote. Un varón con remera y jean holgados, gorra de béisbol. Tan reducidos a unas pocas sombras sobre blanco como la silla sobre la que se sientan uno sobre el otro. Hacen sólo eso, estar sentados: cruzar las piernas, cerrarlas, abrirlas, cruzar los brazos, estar quietos. El varón con gestos de varón, la mujer con gestos de mujer. Parecen un monstruo de dos cabezas, cuatro brazos, cuatro piernas, una silla y un catálogo de gestos y posiciones que repiten. Lo estereotipado de sus –nuestros– movimientos salta más fuerte hacia la cabeza y el ojo por la repetición y por la economía de la imagen. Todo en silencio. Oscuridad otra vez y palabras: “Prácticas y repetición”. La imagen, ahora, es realista: ahí está el cuerpo de la artista, Lorena Faccio, entero, con colores, con el mismo vestido a rayas. En una sala oscura, está parada. Realiza, otra vez, gestos estereotipados de feminidad: se ríe tapándose la cara, sacando la cola. Camina como a los saltitos moviendo la cadera. Posa provocativa alla Marilyn. Una vez y otra vez. El recorte y la repetición son acá herramientas expresivas: Faccio nos muestra, con la economía que caracteriza su obra, lo artificioso, la construcción de esa feminidad, su dependencia de aquello que la precede constituyéndola. Pero no termina ahí. Se incomoda el cuerpo. Tironea del vestido que empieza a parecer un instrumento de opresión. Se lo saca. Se recoge el pelo. Se pone el pantalón, la remera, la gorra. Sus gestos son más hoscos y lo que se pronuncia es la pelvis, para adelante, mascarón de proa, centro de gravedad de cada postura. Hasta que vuelva a incomodarse ese cuerpo de pantalla. Y vuelva a sacarse la ropa. Y a ponerse el vestido. Y a encarnar los otros gestos. Y así, en una sucesión que podría seguir horas, pero que se condensa en poco más de 9 minutos. ¿Qué estamos viendo? La muestra Mutante, que el Espacio de Género del Centro Cultural Borges dirigido por Pelusa Borthwick exhibió la semana pasada. Pero, ¿qué estamos viendo? “Arte contemporáneo tardío”, definió la curadora, crítica y profesora Kekena Corvalán en la presentación. Un arte que se desborda, que sale de sí, que se hace de herramientas propias de la disciplina, pero en relación íntima con otra: la teoría queer. Una obra hecha por una artista que viene del madí –del minimalismo y la abstracción de ese movimiento concreto–, fue atravesada por lecturas de gente como Judith Buttler y, explica, “me interesa particularmente la forma en que estas nociones (las de feminidad y masculinidad) se van encarnando en el cuerpo, la manera en que nos constituyen y muchas veces nos oprimen y violentan, y la pregunta sobre si podemos desidentificarnos de estas nociones. Estos temas me atraviesan; aparecen en la obra porque están en mi cuerpo”. Luego intervinieron Moira Pérez y Blas Radi, los dos investigadores de pensamiento queer en filosofía, ella además docente de un taller sobre el tema y él activista trans. Pérez acercó una definición clave: “Performatividad como una práctica reiterativa y referencial que produce los efectos que nombra”. Lo pensó Buttler. Faccio lo leyó y lo hizo obra. Radi acercó la objeción: el cuerpo es algo más, algo irreductible al discurso y ahí en los videos está la artista, poniendo el cuerpo. La teoría queer como arte y el arte como teoría: es el signo de los tiempos, dijo Corvalán, lo trans dinamitando géneros y disciplinas.
Mutante, de Lorena Faccio.
La muestra consistió en la exhibición de cinco videos y de autorretratos
estenopeicos y digitales.
Puede verse en el sitio web
http://lorena-faccio.tumblr.com/
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