Viernes, 24 de octubre de 2014 | Hoy
El affaire Pachano-Freyre impuso una discusión sobre sida en los viejos y estigmatizantes términos de los años ochenta. Aquí, algunos datos que desmienten esta versión payasesca del apocalipsis.
Por Gustavo Pecoraro
Hace unos días, como postulando que así se comienza una campaña electoral que pinta salvaje, el otrora integrante de las listas del Partido Socialista y hoy acérrimo kirchnerista, Alex Freyre, soltó que si las elecciones de 2015 las ganaran otros, la provisión universal y gratuita de medicación antirretroviral peligraría en la Argentina. Y que habría muertos.
Sus dardos infectados iban dirigidos a Aníbal Pachano, una marioneta en decadencia que va de micrófono en micrófono con la lengua envenenada, tanto que asusta pensar que se la muerda en cámara y asistamos a uno de los grandes momentos en este show de freakies. Cabe la variable de que también podamos asistir a su muerte en directo, que levantaría aún más el rating proporcionalmente a las sospechas de para qué Pachano comunica su situación en medio de lágrimas a flor de piel y su bipolar discurso “tengo sida” o “soy seropositivo”. Su personaje de “enfermo de sida” aporta desinformación, miedo, y esparce una cuota de estigma sobre quienes viven con VIH y una cuota de ignorancia sobre todos y todas. Freyre olió el asunto y, astuto como hiena carroñera, lo embistió con dientes afilados y torpes. Dato que viene al caso: Pachano acusa simpatías políticas con Macri y Massa. “En 2016 morirá Aníbal Pachano en las peores condiciones; otra muerte más para la estadística del sida.” Y ya que estaba, acusó al militante de la derecha Pedro Robledo: “Sí, P. R. ; vos también militás para que todos los que tenemos enfermedades que requieren medicamentos tengamos muerte segura en 2016”, dijo el director ejecutivo de la Fundación Buenos Aires y presidente del Archivo de la Memoria por la Diversidad Sexual. Hace un tiempo, Graciela Alfano, en una de sus tantas peleas le gritó a Pachano: “¡Sos un sidoso de mierda!”, en medio del aberrante cartoneo por un punto de rating, que se trasladó inmediatamente al plató del programa de Tinelli en una cadena nacional de la desinformación y la estigmatización del prime time, donde Pachano tuvo que aclarar (calculando el minuto a minuto): “Te conté una cosa privada, de dolor, y rompiste un código. Sos una basura de persona. Lo que se escupe, vuelve”, le dijo. “No es la muerte de nadie, hoy se vive con eso.” Eso a lo que se refiere el bailarín, es simplemente vivir con VIH. Se calcula que en el mundo hay alrededor de 38 millones de personas viviendo con eso.
Hoy no hay ninguna falta de medicación que pudiéramos considerar apocalíptica.
Desde que bajo el gobierno menemista la falta de medicamentos fue enfrentada con uñas y dientes por la sociedad civil, las diferentes ONG, médicos, personal sanitario y sectores políticos, el Ministerio de Salud de la Nación viene garantizando la provisión gratuita de antirretrovirales para todas las personas viviendo con VIH/sida atendidas en el sector público.
“Cualquier persona que es diagnosticada en la Argentina con VIH/sida recibe una cobertura integral por parte del Estado que incluye diagnóstico, control y acceso a todos los tratamientos aprobados en el país”, salía rápidamente a aclarar Jaime Lazovski, secretario de Promoción y Programas Sanitarios. Y así es.
El Ministerio de Salud de la Nación, a través del Programa Nacional de Sida y ETS que dirige el doctor Carlos Falistocco (ver nota en SOY del 6 de diciembre de 2013), gestiona los tratamientos integrales de los 43 mil pacientes del sector público, aproximadamente el 70 por ciento de las personas que lo solicitan.
Las obras sociales y los servicios de medicina prepaga lo hacen también en forma gratuita con el resto de las personas viviendo con VIH, como lo marca la ley. La Ley 23.798, denominada Ley Nacional de Sida de Argentina (sancionada en 1990 y reglamentada en 1991), establece el requisito del consentimiento informado y reitera la confidencialidad frente al test y sus resultados. En 1995 se aprueba la Ley 24.455 que establece la obligatoriedad para las obras sociales de ofrecer tratamientos médicos, psicológicos y farmacológicos a las personas con VIH.
En 1996, la Ley 24.754 incorporó la atención de las personas con VIH por parte de las empresas de medicina prepaga.
El informe presentado hace unos días por el Inbirs (Investigaciones Biómedicas en Retrovirus en Sida, dependiente de la UBA y el Conicet) del estudio de prevalencia de infección por VIH en poblaciones vulnerables de la Argentina evidenció que “el VIH/sida continúa teniendo un alto impacto entre algunos grupos de la población. Según las estadísticas publicadas en 2013 en el Boletín sobre el VIH e ITS del Ministerio de Salud de la Nación, en la Argentina hay alrededor de 110 mil personas con VIH, de las cuales el 30 por ciento no conoce su situación; alrededor de 5 mil personas adquieren la infección cada año y 1400 fallecen por complicaciones asociadas al sida en el mismo período”.
Estos datos confirman resultados de estudios anteriores, por lo que no hay conclusiones científicas que pudieran llevar a pensar en situaciones alarmantes, ni mucho menos.
Ante las eventuales dificultades que pudieran encontrar las personas viviendo con VIH en relación con sus tratamientos, tanto el Programa Nacional de Sida como la Superintendencia de Servicios de Salud son dos canales más que válidos para consultas, reclamos e información.
El acceso universal al tratamiento del VIH en la Argentina no es el resultado del actual gobierno, ni de ningún otro: es producto de una lucha de años desde diferentes sectores, de la que incluso el propio Freyre formó parte en algún momento con menos intenciones de personalismo y mucho más de necesidad vital.
La Dirección Nacional de Sida viene consolidando su trabajo con una muy buena gestión de su responsable, y el equipo que coordina.
Dirección de Sida y ETS del Ministerio de la Nación www.masal.gov.ar/sida Superintendencia de Salud
www.ssalud.gov.ar
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