Viernes, 10 de octubre de 2008 | Hoy
A/Z
Tacos altos, lencería con encaje, vestidos, maquillaje... la lesbiana femme o lipstick (en inglés lápiz de labio) inscribe las marcas de género femenino en una sexualidad que no se construye, sin embargo, para la mirada del varón ni su satisfacción sexual.
En el afán del lenguaje analítico que todo lo define, existe una diferencia entre femme y lipstick: estas últimas se verían atraídas por otras mujeres femeninas como ellas (o al menos con una masculinidad soft), mientras que las primeras usualmente andan de la mano con su contrapartida butch, es decir la lesbiana bien masculina.
Como muchas otras cosas subculturas GLTB, el término nace en San Francisco en los ‘80 cuando la periodista del periódico gay The Sentinel Priscilla Rhoades escribe la historia “Lesbians for Lipstick”; pero hubo que esperar hasta el final de los ‘90 para que fuera usado en la serie Ellen de Ellen DeGeneres y así adquirió masividad.
Como subidentidad de género que no marca una diferencia estética taxativa puesto que no lucen como el lesbianismo dice que una lesbiana debe verse, la lipstick o femme no siempre goza de popularidad y reconocimiento dentro de la comunidad, ya que muchas veces es considerada tan solo una imagen aceptable y estabilizadora de la relación lésbica para las cámaras de televisión (como por ejemplo las bellas chicas de la serie The L World), un estereotipo poco arriesgado y todavía atractivo para la sociedad patriarcal, o una curiosa con prácticas lésbicas que en realidad quiere calentar a los varones. Al mismo tiempo, nunca falta aquel galán que cuando detecta que la femme es ciertamente lesbiana le ofrece “la solución a su problema” o la señora sorprendida que incrédula afirma “¿Vos también, nena?”.
Más allá de los gustos, la presencia de la lesbiana femme advierte que “Viva la diferencia” es algo que puede ser difícil de llevar a cabo y que la intolerancia muchas veces se gesta incluso dentro de los corazones GLTB. Mientras tanto estas bellas chicas siguen sin pedirle permiso a nadie por verse femeninas, ni pensarse como entretenimiento para lo peor de la heteronormatividad. Tal como la activista femmenista sueca Ulrika Dahl afirma, parodiando la feminidad y al mismo tiempo disfrutándola, “ni una hétero despistada, ni una falsa lesbiana, soy una femme fatal que dice ‘no, gracias’ cuando los varones le ofrecen una copa pero se sonroja cuando una butch le ofrece el asiento”.
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