Viernes, 6 de febrero de 2015 | Hoy
Hasta no hace tanto gays, lesbianas, trans y bisexuales permanecían atrapadxs en personajes secundarios o hasta desterrados, fuera de cuadro. En Viudas e Hijos del Rock & Roll, comedia que comenzó con 21,3 puntos de rating, se contrapone el universo del rock y el del conservadurismo de la familia tipo. Y también emerge un abanico de personajes diversos que logra muchos más matices que los prototipos de la loca plumífera, la travesti parada en la esquina o la lesbiana fuera de la ley. ¿Hasta qué punto la TV se va desprendiendo de sus estereotipos de origen? ¿Qué es objeto de broma y qué no? Da la impresión de que hoy la pantalla se permite mostrar a personas lgbt con las infinitas variedades del alma humana sin por eso pecar de incorrecta. ¿Estará el horario central ajustándose a los tiempos que nos corren?
Por Marlene Wayar
Ni creo en las medidoras de rating, ni entiendo mucho su mecanismo, pero sí entiendo que algo es real en cierto universo. Viudas e Hijos del Rock & Roll comenzó con alto rating en Telefe y, a pesar de algunas mínimas fluctuaciones, mantiene horario central, llegando a muchos y diversos hogares. La pantalla se convierte así en un raro espejo de sus intrincadas redes de interacción, donde ni la oligarquía habla sola, ni las voces más desposeídas quedan sin ser oídas. Hannah Arendt creó la fórmula lingüística “La banalidad del mal” para expresar que las tremendas atrocidades cometidas por las personas no se debían necesariamente a su crueldad, su antisemitismo (en el caso Eichmann, teniente coronel de las SS), su carácter retorcido o una mentalidad enferma, sino a su falta de crítica a lo establecido e imperante, con una carencia de ética propia junto a la que priman la obediencia silenciosa a ese orden. Dicho esto, entonces, quiero agradecer profundamente el valor de quienes guionan Viudas...: Ernesto Korovsky, Silvina Frejdkes y Alejandro Quesada. El valor que han tenido para pintar nuestra banalidad argenta. Nos ha dado un excelente entretenimiento con las mismas características de lo que puede primar como propuesta en el mercado, pero con una historicidad que brilla en la lucidez con la que han retratado a estos personajes que aquí describo.
Roby Bettini
Lalo Mir
Una admirada celebrity del palo del rock que tiene como única cuestionadora a su propia hija. A pesar de su actitud contraria al orden, en algo muy importante ha fallado: dejando a sus dos hijas –una incluso no reconocida– el sentimiento de descuido.
Miranda
Paola Barrientos
Apuesta por volver a aquel orden (tradicional) que papá desafió, cometiendo el error de no juzgar a su padre en sus circunstancias. Regresa a la familia heterosexista y ya tiene dos motivos que la extorsionan para que todo continúe igual; su hijxs con Segundo “Second” Arostegui (Juan Minujín), que visiblemente es un número uno (9 de handicap en polo) con un otro Segundo puto y metido en el armario para sostener este modelo ideal.
Papá y mamá
Arostegui
Luis Machín y Verónica Llinás
Unos pasados actuales que se regodean en el patetismo del maltrato constante y de cualquier grado a cualquier otro ser humano. Tienen la inmensa capacidad de derrapar con el enojo, la bebida o cualquier otra situación más o menos excepcional. Estos engendros aletearon y aletean espasmódicos sus alas y todos a su alrededor los sufren. Desfilan sus víctimas hasta márgenes insospechados.
Pedro “la Gorda” Gatto
Darío Barassi
Surca estas turbulentas aguas con destreza dándole gas a su antojo de ser. Algo de eso mismo tienen Gaby (María Leal) y Titi que, como Roby, vivieron el rock, pero desde algo menos macho, aunque permanentemente tengan en boca el miembro viril de cualquiera. Será por esa energía fémina que no sólo están en pie sino que continúan disfrutando de un fasito y del bon vivant argento, claro.
Denise
Florencia Peña
No hace al nudo argumental pero ayuda a develar aún más cómo hasta los héroes cometen el error de herir con su naturalización del orden humano. Ella siendo una trava “minita” debe salir del armario a cada encuentro, desde el más intrascendente de ellos, como el que tiene con Titi (Georgina Barbarossa), o uno pretendidamente íntimo, como el precipitado pedido de mano de “Rama” (Fernán Mirás) que sale corriendo dejando a Denise seducida y abandonada. Su identidad no padece disforia, padece de ser una ajustada imagen del modelo, cuando en realidad no lo es. Característica que justifica la elección de Flor si es que tiene que ser justificada. Denise debe verse “minita”, y no toda actriz trava posee esa cualidad al menos si ya sabemos quién es. A los argumentos sobre el trabajo trans (“¿por qué no la interpreta una actriz trava?”) yo le opondría preguntas, ¿y por qué no una trava haciendo de minita/mujer/abuela? y ¿por qué no puedo aspirar a que sea Norma Aleandro la que interprete a una trava? Si sólo nosotras tenemos lugar para hacer de trava, como actores y actrices villerxs sólo seremos consideradas hacedorxs del propio rol, y por tanto, salvo rara excepción, seremos de reparto. La Denise que compone Florencia está tan bien que podría decirle a cuál de mis amigas me recuerda. Quienes exigen esto creen que sólo somos estereotipos. La elección de una mina para el personaje evidencia cómo, cuando se nos pone en situación violenta, somos violentas y no necesariamente machos. Allí la actriz consigue su mejor tono al no fingir una masculinidad que no tiene y que supondría el personaje y, por otro lado, verificar que una minita también tiene maneras tajantes de decir “no”. Aquí el guión desnuda algo que todas sabemos por propia experiencia, al menos en alguna oportunidad la desfachatez de los tipos para levantar donde la necesidad ajena poco importa. Me recuerda también un tip básico de mi escuela trava: siempre caminar contra el tránsito, si viene un piropo, que sepan a quién está dirigido, porque duele más si después del piropo le sigue un insulto o el más inocente “¡Es un trava!”, aunque afirme tu capacidad de seducción.
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