LIBROS
Como una gran olla popular, El derecho de las bestias, la nueva novela de Hugo Salas, junta personajes históricos cortados en riquísimos pedazos y en un delirio absolutamente literario contrabandea sexualidades y rarezas que alimentan la historia de la novela política peronista.
› Por Adrián Melo
Para Doris Sommer, Amalia de José Mármol –como todas las ficciones fundacionales latinoamericanas– funciona tanto como una novela de educación política como sexual. Por un lado, asociando pasión romántica y patriotismo, la obra literaria tiene como objetivo que el lector se identifique a la vez con la pareja protagónica y con el odio que ésta le propina al gobernador Juan Manuel de Rosas. Por otro lado, centrándose en una historia de amor heterosexual cuyo objetivo principal es la llegada a la alcoba matrimonial y la reproducción asume el rol pedagógico de mostrar cuál es el erotismo legítimo y relega el resto de las sexualidades al campo de las perversiones.
Por ello es particularmente pertinente que El derecho de las bestias (Interzona) de Hugo Salas que guarda cuidadosamente al menos en su primera parte la estructura de Amalia y es, en cierta forma, una reescritura de la novela clásica juegue con los géneros y las diversidades sexuales. Trasladando la ficción de Mármol al año 1953 e intercambiando el odio a Rosas por el odio a Perón, tenemos nuevamente a un protagonista masculino que es un dechado de belleza y valentía, Enrique el de ojos negros y melancólicos, que se bate a duelo por la salvación de la Patria y es herido como su modelo Eduardo Belgrano en el sensual muslo –tan cerca de la zona sexual y reproductiva– esta vez por los envidiosos, salvajes y feos peronistas. Pero a diferencia de Belgrano, a Enrique no lo cuidará una virtuosa viuda sino que estará a merced de las calientes atenciones de Pepe Bianco (doble del femenino y sexualmente ambiguo Daniel Bello de Amalia) y Victoria Ocampo que esperan que cure su muslo para apropiarse del cuerpo deseado. Lejos de la virilidad incuestionable de su antecesor, Enrique parece ceder no a Pepe pero sí al amor de los muchachos. Jugando con la amanerada y florida prosa decimonónica de Mármol, Salas parece poner en palabras lo que sólo se insinúa o puede leerse en la obra punto de partida.
La otra parte de la novela es un hilarante desfile en donde parecen circular resignificados los mitos más esperpénticos surgidos del odio antiperonista. Así una Eva muerta-viva sale a pasear de su mausoleo provisorio de la CGT como si fuera la segunda parte de la obra de Copi y se cruza contemporáneamente con ese otro Pepe que condujo un movimiento guerrillero que la tomó como bandera dieciocho años después de su muerte real y sobre el final la misma Eva tiene un diálogo memorable con una de las mujeres que más encarnizadamente la odiaron (“A nadie quiere tanto la gente como a sus odios”). Jugando con la ficción novelesca, en ese año del ‘53 Perón debe lidiar con Eva y a su vez con los macabros planes de Isabel y su secuaz Lopecito mientras coquetea con la adolescente Nelly Rivas y manda que a los muchachos peronistas se los llene de putas para que no cedan a otras pasiones insanas. Fanny Navarro se vuelca a los contreras y empobrecida se decide a vender el anillo que le regaló Juancito Duarte a Mirtha Legrand (quien le espeta como a una Flavia Palmiero de la década del cincuenta si ganó ese anillo con honra). Recurriendo graciosamente a la hipertextualidad se cruzan las declaraciones de Norma Arrostito tras el secuestro de Aramburu con fragmentos de la Autobiografía de Victoria Ocampo entre otros discursos políticos, literarios o de la cultura popular. Como señala Emilio de Ipola, el peronismo ha sido un fenómeno excepcionalmente mediado y hasta constituido por la serie abierta de los discursos que él mismo ha producido y produce o bien que lo han tomado y lo toman por objeto y probablemente tomará algo de esta clave humorística de Salas en su discurso constitutivo contemporáneo. En el cenit del delirio, en una novela que sin duda constituye un hito y revoluciona el género de la novela política peronista y también revoluciona el género y las sexualidades en la novela política peronista, Victoria Ocampo cantando una canción de María Martha Serra Lima que por supuesto no puede ser otra que “Como toda mujer”.
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